Residencia de lujo, cabecera de un proyecto turístico, hogar del gobernador, colonia de vacaciones para niños huérfanos y uno de los abandonos más impresionantes del país, todo eso es el Palacio Piria.
La historia del Palacio Piria comienza en la segunda mitad del siglo XIX. El millonario Catalán Luis Castells y Sibila, dueño de todo aquello a lo que hoy en día le decimos Villa Elisa, comienza a construirlo pero se suicida antes del final de obra.
El que sí lo termina es su hijo, Luis Castells Uriburu. Yerno de Julio Argentino Roca (sí, el de los billetes. En ese nivel de aristocracia andamos). La cosa es que para mediados de los 20' don Castells estaba tapado en deudas y no le queda otra que vender su palacete.
¿A quién? Se estará usted preguntando. A quien le dará su nombre definitivo: el empresario y místico uruguayo Francisco Piria.
Pancho quería replicar en Punta Lara el éxito que tuvo cuando fundó Piriapolis (humilde el hombre), pero nunca lo logró.
Por distintas trabas burocráticas que le fue poniendo el gobierno de la provincia el proyecto se fue dilatando y, antes del golpe de Estado de 1930 desiste completamente del mismo. Decide entonces, en su lecho de muerte y ya con las bolas rotas, ceder el caserón.
La idea original era que éste se convirtiera en la residencia del gobernador de la provincia, que por aquel entonces era Manuel Fresco. Pero lo cierto es que el y sus sucesores desistieron de habitarla... porque estaba embrujada. Nah, porque les dio paja. No sé.
Empieza la segunda entrega de la saga "¿Qué hacemos con ese coso?". El tiempo pasa y a nadie se le ocurre darle una utilidad a la mansión. Estaba lejos para ministerio, requería mucha inversión para que funcione como proyecto turístico, así que mejor la dejamos ahí donde está.
Ya con el peronismo en el gobierno, el Piria pasa a ser una Colonia de vacaciones para niños huérfanos y durante ese tiempo pasó a formar parte de los bienes administrados por la fundación Eva Perón. Cosa que no duraría mucho tiempo.
La revolución fusiladora cierra definitivamente el lugar y, a partir de ese momento, la propiedad del Palacio Piria irá rebotando entre el municipio de Ensenada y el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, quedando el lugar sin uso y ya entrando en su última fase de deterioro.
Hoy en día la construcción se encuentra en cercada y con riesgo de derrumbe. Siendo ya prácticamente imposible restaurarla, solo queda apurarse a visitarla mientras todavía sigue en pie.
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