Venezuela cayó con justicia en un partido que jugó muchas otras veces. Sin ir muy atrás, contra la propia Brasil en la Copa América pasada. Hasta el gol de Firmino, hubo un plan que funcionó con eficacia. El tema es que este tipo de propuestas implica caminar sobre la cornisa
Mientras mantuvo el cero, con un equipo compacto que colocó hasta nueve hombres por detrás de la línea de la pelota, hubo méritos y competitividad: minimizó el potencial de su rival, al que no le sobraba ni creatividad ni profundidad. Pasó el primer tiempo con mínimos apuros
La vuelta a las fuentes implicó ejecutar un plan cuyas coordenadas este grupo conoce al dedillo: bloque bajo, presión sectorizada, bloqueo de líneas de pase, relevos y ayudas constantes. Todo un andamiaje que garantizara mantenerse en el partido aunque el arco rival quedase lejos
En general, labores defensivas destacadas como punto fuerte. Bien los centrales, correctos los laterales, encomiable trabajo de los laderos (Machís/Soteldo) y sacrificio de Rondón. Muy poco, eso sí, cuando se trataba de sostener la pelota y generarle algo al rival. Tímidos avisos
El resultado es peor que el rendimiento, aunque pueda sonar a contrasentido. Para lo inmediato, la Vinotinto necesitará llevar a cabo otros registros que le permitan buscar los puntos que requiere como el aire. Chile no es Brasil y Caracas no es Sao Paulo. Urge sumar
El consuelo es que Brasil no le pasó por encima. La otra mirada es que nunca estuvo cerca de un resultado distinto al empate a cero, que habría sido muy celebrado independientemente de las formas. Conseguida la solvencia, es tiempo de competir algunos metros más adelante.
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Lo que sigue no es una exposición basada en gustos personales: se trata solo de una descripción de hechos para darle contexto al presente de la selección y su estilo.
Terminado el ciclo de Richard Páez a finales de 2007, se produjo una ruptura estilística en la Vinotinto
Del juego de asociación que alumbró el "boom" en 2001, se pasó a una propuesta basada más en el "repliegue y contragolpe" como concepto predominante entre las eras Farías, Sanvicente y Dudamel. Con algún que otro matiz, esa fue la idea madre.
Hablamos de más de una década: 12 años de un modo de jugar que condicionó a casi dos generaciones. Incluyendo aquí a los tres seleccionados que clasificaron a copas del mundo en categorías menores.
Ni mejor ni peor. No hablamos, insisto, de gustos. La selección fue competitiva.