Los presos políticos de la dictadura venezolana viven un infierno. Desde el momento de su detención o secuestro comienzan a pasar los peores momentos de sus vidas ante la incertidumbre de qué pasará con ellos. #ElSilencioEsCómplice
Las primeras horas son las peores. Son aislados e incomunicados, empiezan las amenazas, preguntas y los golpes. Mientras los presos políticos sufren la crueldad de la dictadura, sus familiares y amigos son invadidos por la preocupación y la incertidumbre. #ElSilencioEsCómplice 
Los golpes pueden ser con el puño, tubo de metal, bate de madera o aluminio, y en cualquier parte del cuerpo. Todo con tal de obligar a los inocentes a decir mentiras y participar en los relatos de planes desestabilizadores creados por el mismo régimen. #ElSilencioEsCómplice
La violencia sexual y las violaciones son recurrentes en los calabozos de la dictadura. A los presos les cortan las plantas de los pies con hojillas, les someten a descargas eléctricas y les inyectan sustancias químicas que alteran sus sentidos. #ElSilencioEsCómplice
Y cuando la tortura física se detiene, se abre paso a la tortura blanca que se materializa en la privación de luz solar, ventilación, de alimentación y del sueño; también en el sometimiento a temperaturas extremas, falta de hidratación y de atención médica. #ElSilencioEsCómplice
Lo que vive un preso político de Maduro no se puede resumir en 280 caracteres, porque a diario se enfrentan a un infierno distinto, a veces peor que el anterior. Los presos políticos son inocentes y no merecen vivir el infierno de la dictadura. #ElSilencioEsCómplice
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