El americano
Joaquín Ortega
Al caballero que mi abuela amaba
Lo llamaba el hombre americano
Contaba que tuvo que correr de algún lugar
Para recuperar su corazón molido
En su cuaderno frío de mujer concentrada
Dibujaba por las noches aquella barba poblada
Y unos ojos finos
A punta de memoria
La abuela tomaba bocanadas de aire
Para nadar en el estanque blando del repaso
Mi abuela sabía que su novio americano
Superaría el mar dando brincos entre montes
Como ayuda
Imaginaba a gigantes de piedra reduciendo un eslabón mágico
Al tamaño del más común de los mortales
Sería su única tarea llevarle buenas nuevas de su arribo
Tocando pacíficamente la puerta de su cuarto
El hombre americano pasó una vez por su lado
Y una segunda y una tercera
El frío iba por delante del vistazo distraído de la abuela
Su novio americano ni siquiera hablaba su idioma
Pero llevaba el verde de una tierra gemela bajo sus suelas
Varias miradas y unos meses sin prestarse atención
Los alejaron del arroz y las trompetas
Se reencontraron en la confusión de unas bufandas
Y en el olor de cada uno
Que pasaba como todo amor indudable
Bajo sus narices
Vida creativa
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Joaquín Ortega
Cualquier simulacro, debe apartarse de la imitación: al intentar distintas formas de comunicabilidad, hacemos un esfuerzo consciente por imaginarnos en situaciones adversas o favorables.
Así, cada ensayo que pretenda ofrecer soluciones y respuestas asertivas -ante las maniobras de la competencia o los giros del mercado del gusto- tendrá que hacer uso de una personalidad y novedad a toda prueba.
Unidades en concurrencia: tres unidades deben acordarse a un plan para andar en confluencia -y en solitario- con el fin de lograr un repertorio de réplicas, en clave de versatilidad creativa: