Si algo nos está enseñando esta temporada de fiestas, particularmente en México, es la importancia de esa dimensión sociológica y cultural (de hecho, emocional) de la pandemia y que nos distingue de otros países.
Abro hilo con disculpa adelantada para mis familiares.
En un futuro cercano, cuando se estudie lo que sucedió por acá, no solo será necesario revisar las condiciones del sistema de salud, del sistema económico y las decisiones políticas así como las formas explícitas y burdas de negacionismo como los anti-tapabocas y anti-vacunas.
Se deberán revisar también las discusiones familiares que circulan por WhatsApp y los testimonios que seguramente serán abundantes. Me refiero a las discusiones sobre si reunirnos o no. Yo creo que todos estamos enredados en mayor o menor medida en situaciones similares, ¿no?
Ahí se podrá estudiar una suerte de "negacionismo" pandémico muy sutil y que, desde mi perspectiva, será clave para entender lo que suceda estas próximas semanas. Es una forma de racionalidad — o, más bien, de emocionalidad — que funciona a partir de dos tipos de argumentos:
1. Argumentos pseudocientíficos del tipo: "La recomendación de no reunirse en estas fechas es para las familias que nos se cuidan pero nosotros sí nos estamos cuidando." Como si eso fuera suficiente para liberarnos completamente del riesgo. Como si no todos dijeran lo mismo.
2. Argumentos costo/beneficio o medios/fines del tipo: "¿Cómo no nos vamos a reunir en estas fechas tan importantes?" Es decir, la idea implícita es que cualquier riesgo involucrado vale la pena de correrse por la importancia de estas fiestas.
Estoy seguro de que este tipo de racionalidad/ emocionalidad pandémica está presente en todo el mundo pero solo puedo hablar de mi contexto y situación específica.
Ese fenómeno racional/emocional es lo que hace de esta situación un "wicked problem" en el sentido de que cómo lo abordamos e intentamos solucionarlo depende en gran medida de cómo lo "encuadramos" o interpretamos. Casi me atravería a decir que el virus, en sí, es lo de menos.
Como muchos otros, me la he pasado todo el año siendo "el exagerado" o el robot sin sentimientos que no considera la importancia de la familia, de las fiestas, de lo que piensan los demás, etc. Y lo peor es que siento que ya estoy a punto de darme por vencido.
Si alguien sabe cómo navegar mejor este problema, se agradecen las recomendaciones.
Pero creo que ya voy a sucumbir ante el complemento perfecto de ese negacionismo, es decir, el derrotismo. (Y sí, la analogía es con el negacionismo y derrotismo en relación al cambio climático).
Como ya me cansé de discutir, probablemente me deje llevar por lo que decidan mis familias. Tampoco es que sean unos irresponsables, ¿eh? Solo es que no son tan "exagerados" como yo. Espero no contagiarme y, sobre todo, que no se contagien los que tienen más factores de riesgo.
En fin, y nos veremos en Enero.
/
*ya
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De repente me di cuenta que, además de las cosas verdaderamente importantes por las cuales he sido muy afortunado en este década en lo personal, familiar y profesional*, he tenido la buena costumbre de escribir con cierta regularidad (aunque me hubiera gustado hacerlo mucho más).
Así que en plan sumamente egocéntrico hice un recuento de lo que he publicado. Ha sido un ciclo que empezó en lo muy filosófico/académico y ha regresado a preocupaciones similares pero filtradas por intereses más 'pop' y profesionales. Va una selección por cada año.