Thread by @NobotoGen

No suelo hacer este tipo de cosas pero hace dos días en mi trabajo alguien decidió montar una fiesta que acabó fatal y me la he cargado yo perdiendo el curro y ahora me amenazan con denunciarme por homicidio imprudente, lo cuento antes de que lo haga otro porque es muy grave.

Bien, trabajo (o trabajaba) en una residencia geriátrica hace ya unos tres años, que no es poco. Soy uno de los responsables higiénico-sanitarios del edificio y de vez en cuando realizo tareas de administración. Se me acusa de montar una fiesta dentro del edificio y no solo eso

sino también de involucrar a los ancianos a dicha fiesta, donde supuestamente, según la directiva, sustancias estupefacientes han llevado a un estado crítico a varios de los residentes y uno de ellos, como contaré más adelante, ha fallecido. Esto ocurrió la noche del 31.

Me llama mi compañera Bea a las 2 de la mañana llorando y me dice que los abuelos de todo el edificio se han vuelto locos, que algunos están despiertos y se dedican a ir habitación por habitación despertando a los demás. Se supone que las luces se apagan a las 23:00.

De primeras pienso “lo de siempre”, algunos ancianos no quieren dormir y se juntan 4 o 5 a mirar la TV o charlar en la sala grande. Pero Bea insiste en que esto es diferente, están desbordados y me suplica que me acerque porque los superiores no le hacen ni caso y no hay personal

Yo accedo aunque hace 5 horas que ha terminado mi turno, además tampoco vivo lejos, unos 10 minutos andando. Camino a la residencia le doy vueltas al tema y empiezo a hacer suposiciones.

Aunque no lo parezca en los geriátricos hay mucha perversión, entran viudos y a las dos semanas ya tienen pareja sexual. En todo el edificio solo hay un matrimonio que se mantiene en pie y ella tiene alzheimer, no recuerda absolutamente nada y tampoco habla.

El más activo, por así decirlo, es uno que se llama Eulogio, de unos 78 años aprox, probablemente es el anciano más sano que tenemos entre esas paredes y si quisiera podría vivir solo con toda la tranquilidad pero aquí tiene amigos y tal. Bueno, Eulogio fuma porros, y no solo eso

tiene un nieto que le pasa todo tipo de drogas cada vez que le visita, la dirección está al corriente y hemos tenido un par de movidas pero que le vas a decir a un pobre anciano que se quiere liar un peta de vez en cuando, nosotros solo le pedimos que no fume dentro.

Al fin y al cabo los comprimidos de morfina aquí rulan como caramelos, incluso ha habido casos de adicción por parte de médicos adjuntos pero esto es otro tema. El problema empezó cuando el hombre descubrió que le gustaban más los estimulantes, y no hay que ir muy lejos

el tío se volvía loco con un par de Monsters y no solo eso sino que además engañaba a otros ancianos para que le dieran a la lata, parecía gracioso cuando uno con bastón corría de un lado para otro pero a más de uno le dio taquicardia y requirió atención médica.

Eulogio dice que la cafeína estimula cuerpo y mente y con eso puede recrear vivencias del pasado. Así que según su lógica hay que darle gran cantidad de cafeína a la Encarna, la anciana con alzheimer, para curarla. Eulogio siempre ha sido muy amigo del matrimonio.

Les tenemos mucho aprecio. El marido, Juanra, no se separa de Encarna y le habla de su juventud e hijos con la esperanza de que algo haga “click” en su cabeza y se cure milagrosamente, no va a pasar pero es bonito de ver. Toda la residencia conoce su vida y están muy volcados.

Tienen 2 hijos, el mayor no le conocemos y el pequeño les visita de vez en cuando, según nos ha contado tenían otro hermano que murió atropellado y el que no se deja ver era el conductor, fue un accidente. De todo lo que cuenta Juanra esto es lo único que nunca ha mencionado.

Bien, con todo esto llego a la residencia y lo primero que me encuentro al abrir la puerta es un grupo de ancianos en pijama uno detrás de otro haciendo el trenecito en recepción, le pregunto a la recepcionista qué cojones está pasando y me dice que llevan así media hora.

A mi me conocen, llevo ya un tiempo currando aquí y me tienen algo de respeto así que les convenzo para que se vayan a la planta 2, donde tienen sus habitaciones. Les acompaño al ascensor y les meto dentro, yo subo por las escaleras y me encuentro a Bea, que me lo cuenta todo.

Me dice que han encontrado todo tipo de anfetas en la habitación de Eulogio y creen que de alguna forma se las ha metido al resto de ancianos, empezando por Encarna, como no. Finalmente llego a la planta 2 y me encuentro con todo el caos.

Un abuelo en calzoncillos se pasea con la bandera falangista cantando el Cara al sol, otro con la tricolor se da de hostias contra uno que fue cura. Las enfermeras corriendo por los pasillos. Un anciano dice que cómo van a ser sus padres los reyes magos si están muertos.

Un grupo de abuelos está en el salón jugando al póker con comprimidos de viagra como fichas y gritando bingo cada vez que sale una carta del tarot, un señor mayor preguntándose quién cojones es Ibai Llanos y por qué sale en todos lados.

Un par de ancianas roban una silla de ruedas y hacen carreras por todo el edificio, la silla es de un residente paralítico y cuando este se da cuenta empieza a arrastrarse por el suelo persiguiendo a las jodidas, que se mueren de la risa yendo de un lugar a otro dando tumbos.

Juanra recordando a su mujer los momentos más destacables de su vida: el primer beso, la pedida de mano y la objeción del padre de ella, su posterior huida y su boda en Brasil, la casa que adquirieron con esfuerzo y sudor y el chucho que adoptaron y le dieron cobijo,

el nacimiento de su primer hijo, el que ya no les visita y el nacimiento de su segundo hijo. Del que murió atropellado no suelta nada. Juanra se pone a llorar porque cree que jamás volverá a ver a los dos hermanos juntos, Encarna preguntándose quién es ese viejo que le habla.

Y de repente la partida de cartas se convierte en un strip póker y hasta los que no juegan se empiezan a quitar la ropa, antes de darme cuenta están todos follándose en la sala principal. ¿Qué podíamos hacer nosotros joder?

Los putos viejos se montaron una orgía y la única forma de separarlos era darles con un bate, no íbamos a pegar unos ancianos por disfrutar de su sexualidad, sería como prohibirle a tus hijos que follen en su cuarto, no entre ellos claro.

La cosa se fue de madre y ni siquiera era mi culpa, lo peor estaba por llegar y como digo, me quieren hacer responsable. Sigo.

Se me acercó una vieja en pelotas que me agarró el paquete y yo me quedé inmóvil procesando, segundos después ya tenía otra por la espalda metiendo mano en mi abdomen y con la otra me bajó los pantalones, ¿y sabéis quién apareció para sacarme la polla?

Los putos viejales de las jodidas banderas... nada menos que la guerra civil española agachándose y empapando sus cavidades bucales en saliva para lamer mis pelotas y comerme la polla, decidme vosotros si no es esta la mejor conciliación.

Y yo no soy ni nazi ni maricón pero me follé el puto viejo del aguilucho de los cojones y llegados a este punto a mi lo único que me incomodaba era tener que escuchar como gritaba ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! cada vez que se la metía por el culo.

¿Recordáis el paralítico al que le mangaron la silla? Bien, pues el viejo se cagó encima mientras arrastraba los huevos por todo el parqué de la planta persiguiendo a las ladronas, el resultado fue como cuando te vas un finde y dejas el perro en casa con el roomba encendido.

El tío se rajó la polla con alguna astilla dejando así un rastro de sangre y heces hasta que su cuerpo dijo basta y simplemente la palmó de un infarto. Después de esto todos los ancianos se fueron a sus cuartos y más tarde llegó la policía para recoger el prepucio.

Y ahora los de la jodida geriátrica me la quieren meter por todos lados, a lo que yo le digo a la directiva que la zorra de Beatriz también estaba ahí en medio follándose a los de la pastillita azul pero como también se tira al jefe aquí no hay consecuencias

y cuando le acuso de eso mismo al pedófilo del director, que se llama Manolo, va el tío y me suelta que me lo tiene dicho, que jamás me tire a una anciana por muy bien que la chupe, me dice que me echa del curro y que me va a denunciar. No sin antes cagarme en su mesa, claro.

Al día siguiente se presentan todos los familiares que no se han dejado ver en los últimos dos años preocupadísimos por sus padres y abuelos reclamando una indemnización por todo el daño que han sufrido, y Eulogio ahí en medio fumando un porro con su nieto como si nada.

Y entre ellos aparecen dos hermanos que se acercan a sus padres y la mujer, desubicada, se ajusta las gafas, frunce el ceño y coge aire, el viejo endereza su cuerpo expectante y dirige una mirada a sus hijos, igual de asombrados —Niño, ¿tú no estabas muerto?— suelta la puta vieja

Y eso es todo.