Thread by @HectorUroz

Aprovechando que #Cleopatra es TT (no sé por qué polémica sigloveintiunesca esta vez), desempolvo en este hilo lo que viene siendo "EL SÍNDROME CLEOPATRA"
Allá vamos 🧵👇

En su obra Augusto y el poder de las imágenes, Paul Zanker disecciona con brillantez cómo el círculo de Octavio lograría -a través de algo que hoy llamaríamos propaganda y postureo- hacerse con el gobierno unipersonal en Roma, después del malogrado intento de Julio César >>

>>cuyos asesinos, dicho sea de paso, no representaban el sentir general del pueblo romano ni de los principales lobbies de la época. Se presentará como restaurador del orden tradicional, artífice y garante de una suerte de reboot de la Res Publica...

... dando paso a una nueva edad de oro (y mármol). Pero, en el fondo, irá sumando potestades propias de las máximas magistraturas para volar por encima de todas ellas.

Para ello tendría que librar la última de las guerras civiles deudoras de los desajustes derivados de las tensiones entre un modelo político obsoleto y la ineludible dinámica imperialista, resolviendo los desafíos de un rompecabezas no ausente de contradicciones. >>

En la frenética sucesión de subterfugios que se sucedieron en poco más de una década desde el asesinato del dictador fallidamente perpetuo hasta la coniuratio Italiae, la guerra abierta entre los mismos cesarianos, y que dejan a House of Cards a la altura (po)ética de West Wing >

>> se detecta una maestría en la explotación de la imagen sin parangón en su época. Las monedas, por ejemplo, se revelarán como un arma de difusión masiva de los mensajes políticos. >>

No obstante, el jovencísimo Octavio partía en desventaja frente a Marco Antonio, el general más popular y experimentado. Tuvo que explotar su condición de hijo adoptivo del ya divino César; mostrarse como un nuevo Apolo augurando prosperidad y orden >>

y, a resguardo de Venus, diosa que se había metido con calzador en el origen de la poco lustrosa gens Iulia, presentarse como último eslabón de los héroes fundadores de Roma, el leitmotiv, recuérdese, de la Eneida, spin off de la Ilíada, con ese Ascanio-Ilo, alias Iulo.>>

La guerra la ganaron los octavianos desde la comunicación (que seguirían redefiniendo una vez alcanzado el poder): Actium supondría solo la puntilla militar de una victoria que ya habían conseguido en la opinión pública con su campaña de desprestigio sobre Marco Antonio >>

>> dándole la vuelta al modelo de vida heroica, feliz y bondadosa que los partidarios de este veían en su figura, a través de su vinculación con Hércules y Baco, figuras que en contexto oriental se asociaban tradicionalmente con la cúspide del poder. >>

Pese a que sus adversarios también intentaron difamar a Octavio, con proclamas que conocemos solo de forma tangencial gracias a Suetonio (el estupro como desencadenante del favor de César, su adicción al juego…) >>

>> no sabemos cuánto recorrido tuvieron y en ningún caso podían competir con el escándalo levantado por el testamento del triunviro más veterano y su alianza con la última soberana de la dinastía ptolemaica. >>

La intención de anexionar las provincias romanas al protectorado de Egipto, que Antonio regiría junto a Cleopatra VII y sus hijos (y el bastardo de esta con Julio César), más la voluntad de querer ser enterrado en Alejandría junto a su nueva esposa, marcaría un nuevo rumbo >>

la guerra ya no era entre romanos, sino de Roma, cohesionada ante su verdadero defensor (un Octavio al que se le concederían poderes extraordinarios) contra una potencia extranjera, el reino helenístico de Cleopatra. >>

>>(Poco importó que Antonio retomase una relación diplomática de alto interés geoestratégico y económico iniciada por Julio César).>>

Marco Antonio, además de traidor y mal romano, quedaría reducido para siempre a algo peor: un calzonazos. Se habría dejado embelesar por Cleopatra, anulando su voluntad: era Hércules, pero despojado de su clava y leontea por la reina Ónfale.

Por “síndrome Cleopatra” (no confundir con el de “Eva y la expulsión del paraíso”) entendemos esa forma de desprestigiar al hombre en la medida en que se encuentre demasiado influido -con pérfidos resultados- por su pareja. >>

Sería el reverso tenebroso del tópico igualmente sexista de “detrás de un gran hombre hay una buena mujer”. >>

Curiosamente, en su traslación a nuestra cultura colectiva moderna y contemporánea (literatura y cine mediante), a Cleopatra se le añadió un nuevo matiz que ni siquiera estaba en la versión original: era bellísima. >>

Al “síndrome Cleopatra” se le suma así el “síndrome Helena de Troya”. Y todo ello cuando Plutarco (fuente principal de la ficción desde Shakespeare hasta el Hollywood dorado) precisamente destaca que era irresistible, pero no por su aspecto, sino por su intelecto. >>

Era persuasiva, sí, una superviviente, tremendamente hábil. Y era, no se olvide, la puñetera reina de Egipto, el gran granero del Mediterráneo. >>

Todavía hoy asistimos absortos a titulares del tipo “Cleopatra era fea”, al compás de estudios a destiempo sobre su retrato en las monedas. O al más reciente: “Cleopatra podría no ser egipcia”, estulto e inquietante a partes iguales. Pero eso es otra historia...

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