La vida manda y, gracias a Dios, Twitter no es mi prioridad. Eso no quita que sienta mi forzada desaparición de estos días. Sobre todo por perder mis momentos de escritura. Pero hoy toca, así que aquí va el siguiente NADA ES FÁCIL EN BESMAYAH. INSTRUYENDO A LA 72 (III).
El Programa de Instrucción de la 72 tenía 2 pilares básicos: las tácticas, técnicas y procedimientos de aproximación a una población y el combate dentro del núcleo urbano. Todo iba enfocado a incrementar tanto su letalidad como su posibilidad de supervivencia en esos escenarios.
La anterior agrupación, BRIPAC, creó una sección de zapadores en cada batallón. Fue una buena idea a la luz del campo de batalla iraquí, pero no perduró más allá de la 72. Las instruían nuestros ingenieros británicos y americanos y se especializaron en la apertura de brechas.
Ese era otro “matiz” que estábamos intentando cambiar a nuestro nivel: apartar un poco el concepto contrainsurgencia (COIN) y retomar el combate convencional, ya que es imposible limpiar cada Artefacto Explosivo Improvisado (IED), cuando el DAESH ha sembrado miles de ellos.
Había que tratarlos como campos de minas convencionales, abrir brechas rápidamente en ellos y seguir avanzando. Después, en escalones más retrasados y sin la presión del tiempo y el fuego, los zapadores irían limpiado las áreas más importantes para asegurar el flujo logístico.
El resultado de no hacerlo así, ya lo conocíamos: la parálisis de unidades enteras. Mezcla de terror a avanzar y saltar en pedazos e incapacidad física y técnica para limpiar todos los IED que encontraban a su paso. Así les pasó, entre otros factores, en Mosul, Ramadi, Faluyah…
Nosotros quisimos aportar también nuestro granito de arena. Con un “pedazo” capitán español y un teniente portugués, a la cabeza de los instructores zapadores de las 4 nacionalidades, y el apoyo de la Bomb Disposal School iraquí, creamos una instrucción contra IED en 3 niveles:
El 1º, de supervivencia, denominado Entrenamiento de Concienciación sobre Amenazas Explosivas (EHAT). Básicamente era “observa, mira bien dónde pisas, mira bien lo que tocas y no cojas nada que ‘mole’ en zona de guerra, porque posiblemente sea lo último que hagas de una pieza…”.
El 2º, para los que destacaban, lo denominábamos “Detect” y el objetivo era que fueran capaces de buscar y detectar los IED descubriendo los indicios. En una carretera, un edificio, un coche…, o en un puto suicida. Serían los ojos de su unidad y podrían salvar muchas vidas.
Y el 3º, para los figuras, era el “Defeat” (derrotar). Su misión era eliminar los artefactos con los medios a mano. Hicimos lo que pudimos, porque íbamos a galope. El EHAT era un día, el Detect una semana y el Defeat otra. Sé que sólo les dábamos un puntito más para sobrevivir.
Pero volvamos a los fusileros. Como ya he explicado, la instrucción de las unidades de Infantería era repetir una y otra vez conceptos de combate básicos. Combinar fuego y movimiento. De binomio, de pelotón, de sección… Al final y dependiendo del nivel de su jefe, de compañía.
Avanzar a campo abierto o por una calle, limpiar un edificio de una planta. Defensiva temporal de una posición, reacción ante una emboscada. Romper el contacto. Proteger y sobrevivir. Una y otra vez. Y los instructores siempre ahí. Siempre haciéndolo primero. Siempre ejemplares.
Aparte del adiestramiento de los tres batallones, de Infantería también estaba la compañía Ranger. Los “malahui”, con un buen capitán al frente y un alférez cuasi-psicópata como jefe de la sección de protección, pero que en el “cuerpo a cuerpo” debía de ser canela fina.
Aunque el nombre pudiera designar a una unidad de élite, era en realidad todo lo contrario. Los rangers eran un mix de “talego” chungo y estante de carne picada del Mercadona. Allí iban los malotes, los indisciplinados, los enfermos, los viejos, los muy gordos y los famélicos…
Y con ellos, unos 90, un capitán español y un teniente portugués obraron el milagro. Hicieron que esa galería de los horrores tuviera sentido de unidad y voluntad de vencer. Les cogí especial cariño. Su general, que hablaba de ellos con cierto desdén, reconoció el nivel logrado.
Además, se impartían cursos específicos para determinadas capacidades. Así, se agrupó a todos los equipos de snipers de la brigada en un curso de dos semanas del que, gracias al esfuerzo de sus tres instructores –2 españoles y 1 portugués–, salían con un nivel más que aceptable.
Aquí se encuadran también los cursos ya citados relacionados con IED : el EHAT, el “Detect” –enfocado en su detección y de las “trampas cazabobos”, –“booby traps”– en inglés–, y el “Defeat”, que busca dotarles de cierta capacidad de remoción mecánica de esos mismos artefactos.
Por último estaba la batería de morteros de 120 mm, que fue uno de nuestros grandes quebraderos de cabeza. No logramos que los iraquíes trajeran munición para los tubos de 81 mm de los batallones y los 25 disparos que hicimos con los de 120 mm fueron casi un milagro.
Tubos americanos e iraníes, con munición polaca de origen soviético –sí, de la URSS de toda la vida– y unas tablas de tiro en árabe que perfectamente podían haberlas encontrado en un paquete de Phoskitos. De hecho, el primer disparo se fue 900 metros corto… ¡No está mal!
El trabajo que hicieron los artilleros –con una capitán y una teniente a la cabeza– con ellos fue magnífico. Aguantaron pacientes y profesionales las argucias del jefe del Grupo para “escaquearse” del trabajo o no traer la munición. Trabajaron duro aspectos físicos y técnicos…
Con perseverancia y buen hacer fueron capaces de formar al calculador, los observadores avanzados y la línea de piezas. Lo escribo ahora, que no me lee nadie, pero me emocionaba verles en el tiro. Hacían falta pelotas y ovarios para disparar con esos tubos y allí estaba mi gente.
Incluso fueron ellos los que dispararon con la unidad de morteros de la 71 brigada que se adiestraba en la Task Force de Taji. Limitaciones nacionales de neozelandeses y australianos les impedían salir de su base para hacer el tiro… Y allí estuvieron los artilleros españoles.
En dos días les enseñaron nuestros procedimientos de puntería –que prefirieron a los que habían aprendido– y realizaron el tiro con ellos. Vinieron de la División y de la jefatura de Artillería iraquí a verles y, como no podía ser de otra forma, les felicitaron. Un orgullo.
Y esto es todo por hoy. Espero que les haya entretenido y, a aquellos que no nos conocen, acercado un poco más a lo que hacemos los militares españoles por esos mundos de Dios… Un saludo. (Continuará).
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Hay frases que, a pesar de su origen incierto, son demoledoras. Para mí, esta es una de ellas:
“Los tiempos difíciles crean personas fuertes, las personas fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean personas débiles y las personas débiles crean tiempos difíciles”.
Me da igual si es del escritor G. Michael Hopf o si su origen está en un proverbio árabe, pero lo cierto es que este jodido texto da mucho que pensar. Y lo da, porque sin desechar el peligro que tienen frases tan generales -saben que no me gustan-, hay mucho de verdad en ella.
Dejo a la íntima reflexión de cada uno decidir en qué punto del ciclo estamos -porque cada uno cuenta la fiesta según le va-, pero yo, como jefe del Departamento de Liderazgo en la Escuela de Guerra y Liderazgo del Ejército de Tierra, tengo que hablar de mi libro… de liderazgo.
Tenía ganas de contar esto. A veces la rancia historia de uno, la familiar, esa del señor de grandes bigotes que te mira muy serio desde una fotografía en blanco y negro colocada en la librería, a veces, digo, esa pequeña historia se cruza con la gran Historia de nuestra Patria.
Soy militar y, por suerte o por desgracia, mi pasado familiar nada tuvo que ver en ello. No tuve un padre o un abuelo que me iluminara sobre la carrera de las armas. Mis antepasados militares son de los que miran, hieráticos, desde esa foto descolorida de la que hablaba antes.
Pero, a veces, alguno de esos tipos encerrados en la cárcel amarillenta de su retrato, no sabe quedarse quieto y agita con vehemencia las ramas del árbol genealógico. Ese es el caso del hijo de estos señores tan serios. El caso del teniente José Sebastián de Erice.
Queridos amigos virtuales o, simplemente, usted, que pasa por aquí. En las redes hay muchos militares. Anónimos o dando la cara. Retirados, en la reserva o en activo. Aparte de un derecho, creo que es bueno, porque darnos a conocer, con nuestras virtudes y defectos, es positivo.
Pero también hay mucho fraude. Mucho tipo que dice ser lo que no es… y presume de ello. La milicia sigue siendo una gran desconocida, por eso es un campo abonado para estas cuentas falsas y para que los lectores de buena voluntad caigan en sus engaños.
Por eso, si a usted le gusta navegar por cuentas castrenses, le doy algunos consejos para que no se la claven estos tipos. 1. En temas militares, las cuentas oficiales siempre son la referencia. Obviamente, están limitadas en su alcance, pero su información es veraz y de calidad.
Sí, últimamente escribo poco. Lo he puesto muchas veces, la vida manda. Pero hoy me apetece traerles aquí una curiosa costumbre militar -traída de fuera y sólo en parte generalizada en España- que me atrae por su significado y su ejecución. Esto va de monedas militares.
Sobre monedas militares conmemorativas podríamos hablar largo y tendido. Historias de legionarios romanos, pilotos en la I GM o universitarios en la II GM. De primas encubiertas, de homenajes o de victorias (o no). La moneda “me vengo arriba” del Admiral Vernon es memorable…
Pero yo quiero hablarles de algo mucho más moderno y prosaico. Una historia de orgullo, hermandad y camaradería que, como pasa muchas veces, acaba -o empieza- con unas rondas de cervezas o unos “chatos” de vino en la cantina de cualquier base del mundo.
Con este hilo me salgo de mi esfera de confort, pero las jornadas de liderazgo de la Escuela de Guerra del @EjercitoTierra de las que ya hablé me han dado unos recursos que no puedo desaprovechar. Hoy toca hablar de psicología social y de un controvertido experimento. Al hilo…
Veo determinados sucesos y me pregunto: ¿Podría repetirse una “solución final” en país occidental, en una democracia, en España? ¿Nuestro vecino, la “buena gente”, podría ser cómplice del asesinato de miles de personas? En 1961 algunos empezaron a hacerse la misma pregunta…
El 15 de diciembre de 1961, Adolf Eichmann, el ideólogo de la “solución final” nazi, era condenado a morir en la horca en Jerusalén. En mayo del año anterior, la operación “Garibaldi” llevada a cabo por el Mossad capturaba a Ricardo Kliment, nombre con el que emigró a Argentina.
He finalizado unas excelentes jornadas de liderazgo en la Escuela de Guerra del @EjercitoTierra. Hemos hablado, entre otras muchas cosas, de autoridad, y he decidido traer aquí una de las referencias que fugazmente aparecieron. Son las “12 reglas para criar a delincuente juvenil”
El origen de esta lista no es reciente. Se encuentran en las redes desde al menos 1998 y su primera versión fue un panfleto que hizo el Departamento de Policía de Houston en 1959. Estaba dirigido a los padres y fue elaborado tras hacer un estudio sobre la delincuencia juvenil.
Fue rápidamente publicado en prensa bajo el título: “La mejor forma de criar a un delincuente”. Las reglas son (traducción libre mía): 1. Empiece desde pequeñito dando a su hijo todo lo que pida. De esta forma crecerá creyendo que todo le pertenece y todos le deben hasta la vida.