Lo que está pasando en Ceuta comienza en 1975, cuando España le regala el Sáhara a Marruecos a cambio de 800 barcos de pesca y del apoyo de EE.UU a Juan Carlos I. Ahí comienza una connivencia con la tiranía alauí que Marruecos utiliza para chantajear a España cada vez que quiere.
Marruecos no es un socio de fiar. Ninguno del resto de los países del Magreb tiene buenas relaciones con Rabat. Argelia, por ejemplo, tiene sus fronteras cerradas, porque cada vez que las ha abierto, Marruecos aprovecha para enviarle drogas y aumentar el flujo migratorio.
España tiene que asumir de una vez su compromiso histórico con el Sáhara, en lugar de estar templando gaitas con la tiranía marroquí. Lo de Ceuta se solucionará, hasta que el borracho de Mohammed VI se toma una copita de más en su mansión de París y se ponga a liarla otra vez.
Pero España no se atreverá, porque Marruecos tiene el apoyo de EE.UU., de Francia y de las tiranías del Golfo. El gobierno irá al hospital de Logroño donde está siendo tratado de COVID el líder del Frente Polisario para pegarle una patada de vuelta al desierto de Argelia.
Y por último, claro está, el beneficio que decenas de empresas españolas obtienen con la ocupación del Sáhara. Mercadona con la pesca, Masaveu con la arena, Repsol con la exportación de hidrocarburos o Rodman y Urovesa con la venta de armamento para reprender a los saharauis.
Otro tema es la externalización de fronteras de la UE: 5.000 millones a Turquía para controlar a los migrantes sirios y otros tantos a Marruecos para hacer lo mismo con los migrantes africanos. Pagar a regímenes totalitarios para machacar derechos humanos no es buena idea.
Y para terminar. Pueden construir el muro más grande del mundo. Da igual. Si el norte global continúa exportando guerra y miseria al sur, seguirá habiendo gente dispuesta a jugarse la vida para llegar a Europa. Porque Europa no limita con África; Europa limita con el hambre.
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