Hilo nostálgico:
A Mauricio lo echaron del colegio en cuarto de bachillerato por razones espurias. Nunca aceptó doblegarse dócilmente a los caprichos de la autoridad.
A Mauricio lo echaron del colegio en cuarto de bachillerato por razones espurias. Nunca aceptó doblegarse dócilmente a los caprichos de la autoridad.
Fue a estudiar a un colegio del barrio Laureles de Medellín, el “Miguel de Unamuno”. Allí pudo finalmente armar una banda de rock. Su sueño juvenil
Mauricio tocaba la batería. Fui a verlo practicar un sábado en la tarde antes de la expulsión del colegio. Tocó dos horas seguidas en el garaje de su casa. El tinnitus a mí me duró como una semana.
La banda no tenía un repertorio muy grande. Cuatro o cinco canciones. Pero en cuestión de decibeles eran imbatibles. El volumen era su característica esencial.
Fui a verlos una vez al “Miguel de Unamuno”. Uno de esos actos de colegio: declamaciones, piruetas y al final el concierto de la banda ruidosa. Mauricio en el batería entregado a lo suyo, el ruido. La exaltación desbordaba con creces al talento.
El concierto cerró con una última canción, una sorpresa por fuera del repertorio clásico, una adaptación de “Caliente, Caliente” de Raffaella Carrá.
Nos enloquecimos todos. La felicidad nunca había sido tan ruidosa. Hace unas horas me enteré de la muerte de Raffaella. Los ecos de ecos de sus canciones rebotan todavía en nuestra memoria. La felicidad, dice el poeta, existe sobre todo en la nostalgia.
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