Estaba tan tranquilo leyendo en la hamaca cuando unos gritos me han sobrecogido. En la sombrilla de al lado, una mujer morena llora con desconsuelo, algo grave le debe haber sucedido. Rápidamente me acerco hasta ella, y hago todo lo posible por calmarla, pero está muy alterada>>>
Entre lágrimas me cuenta que su hija de 3 años estaba jugando con el cubito y las palas en la arena y ya no está, y me pide que le ayude a buscarla. Cómo se llama la niña, le pregunto. Lucía, me responde. ¿Puedes enseñarme una fotografía?, le pido. Y busca una en el móvil>>>
Es una niña morena de grandes ojos marrones. Me acerco hasta una sombrilla, bajo la que hay 2 parejas. Por favor, ¿me ayudáis a buscar a esta niña? Se llama Lucía y tiene 3 años, les pido mientras les enseño la fotografía. Claro que sí, no dudan en responder y se ponen en pie>>>
Por favor, avisa a un socorrista, mientras buscamos a la niña, no puede haberse ido muy lejos, le indico a un joven de unos 30 años. La madre no deja de llorar y de repetir el nombre de su hija, Lucía. Damos vueltas alrededor de la sombrilla, 15, 20, 25 metros y nada >>>
Gritamos ¡Lucía, Lucía!, y cada vez son más las personas que se unen a ayudarnos. Un hombre de unos 50 años se acerca y se presenta: soy policía local. ¿Hace cuánto que ha desaparecido la niña?, pregunta y ante el estado de la madre soy yo el que responde: unos 15 minutos>>>
Todavía es pronto para llamar al 112, lo normal es que aparezca antes de 30 minutos. Es importante que la madre no se mueva de la sombrilla, que Lucía tenga un punto de referencia, explica. Se acerca hasta a la madre, que sigue llorando, y le dice: ya verás como no pasa nada >>>
No tarda en aparecer una socorrista y nos dice que ha avisado a sus compañeros, y que están alerta, y más o menos repite lo mismo que el policía local, que debe tratarse de un protocolo. ¿Sabéis si tenía flotador la niña?, pregunta y la madre responde que no girando la cabeza>>>
Ha pasado la media hora y Lucía no ha aparecido. Su cubo y palas siguen como las dejó. El policía local recomienda llamar ya al 112, a emergencias, y le pide autorización a la madre para hacerlo. ¿Me puedes decir tu nombre?, le pregunta, mientras marca el número>>>
Ana Caro, responde la madre tras tomar aire, con voz baja. Le comunican al policía local que la Guardia Civil tardará más de media hora, ocupados con un accidente de moto. Deberíamos hablar con la gente de alrededor de la sombrilla, pueden haber visto algo, propone el policía>>>
De repente recuerdo que un hombre, de unos 40 años, estuvo fotografiando a su hijo, muy cerca de donde debió estar Lucía, por lo que es posible que aparezca en las fotos. Me llamó la atención su pelo, rubio platino, y que tuviera un gran dragón tatuado cubriendo su espalda>>>
Me acerco al chiringuito y no está, tampoco en los hidropedales, pero sí en la orilla, con su hijo. Le explico lo sucedido y tengo que convencerlo para que nos muestre las fotografías tomadas, molesto. En algunas de las imágenes aparece un hombre, de unos 50, con pelo negro>>>
Está cubierto por una camiseta roja y, durante 6 fotografías, parece mirar hacia donde se encuentra la niña, hasta que desaparece, y a continuación podemos contemplar una imagen en la que se ven las palas y el cubo, pero no está Lucía. Yo he visto a ese hombre, dice una chica>>>
Yo también lo he visto, afirma otro chico. Trabaja en la escuela de vela. Es verdad, confirman. Vamos a hablar con él, seguro que nos puede decir algo, propone la chica. Mejor voy yo, se ofrece el policía local. Que la madre no se mueva de la sombrilla, por si regresa Lucía>>>
Al final, acompañan 2 jóvenes al policía, y yo me quedo junto a la madre de la niña, que sigue llorando. Aprovechando que vuelvo a tener cobertura, y por simple curiosidad, escribo su nombre en la ventanita de Google: Ana Caro. Imposible, vuelvo a perder toda la cobertura>>>
Me acerco de nuevo al chiringuito y a la orilla, pero nada, sin rastro de Lucía. De camino a la sombrilla, me topo con el hombre del gran dragón tatuado en la espalda. Parece tener prisa y me esquiva con la mirada, como si no quisiera verme. Tira de su hijo con fuerza>>>
Comienzo a seguir al hombre del dragón tatuado cuando veo que regresan los que se fueron a hablar con el trabajador de la escuela de vela. Estaba mirando los cubitos de Lucía porque se parecen mucho a los que ha perdido mi Javi, cuentan que les ha respondido >>>
Yo no me lo termino de creer, se ha puesto muy nervioso, dice un chico. ¿Sabéis como se llama?, pregunto. Yo sí, lo pone en la chapa que lleva en la camiseta: Javier Castro Forte. Una chica teclea el nombre en su móvil y su cara cambia al leer el resultado de la búsqueda>>>
Lee en voz alta: Javier Castro Forte tal vez sea el hombre que se esconde tras las iniciales JCF, y al que acusan del asesinato del pequeño Luis, en Valencia. Mi corazón late con fuerza, aterrorizado. Esas iniciales pueden ser de muchos nombres, ese enlace no es de fiar, digo>>>
Son muchas las referencias de JCF y Luis en la Red, ya que se trató de un caso con una gran trascendencia pública. Sin embargo, 2 años después, fue absuelto en el juicio, por falta de pruebas, al no tenerse en cuenta la declaración del principal testigo, por consumo de drogas>>>
Mirad la foto, es ese tío, dice la chica que sujeta el móvil. Es de hace 6 años y está cubierto con una sudadera, apenas se le ve, les advierto. Yo digo que es él, tiene la misma nariz y la misma altura, sentencia un hombre. Esperemos a la guardia civil, aconseja el policía>>>
Ya os dije que no era de fiar, yo voy a buscar a ese tío, seguro que sabe dónde está Lucía, dice un chico, y todos los que lo rodean lo apoyan. Esperemos a que llegue la guardia civil, que estará a punto, repite el policía local y varios protestan. No me gusta lo que veo>>>
Estamos dejando que se escape con la niña, tenemos que ir ya a la escuela de vela y retenerlo, proponen muy alterados y el policía local, en vano, trata de poner calma. No puede impedir que un numeroso grupo de personas se dirijan hacia donde se encuentra Javier Castro Forte>>>
Aprovecho para colarme bajo la sombrilla y comprobar el estado de la madre, a la que encuentro con las manos cubriéndose la cara. Miro alrededor y descubro que no hay nada relacionado con Lucía, ni ropa, ni carrito, ni toalla, nada, sólo el cubo y palas, fuera, sobre la arena>>>
En cuclillas, me acerco hasta a la madre: Ana, Ana, le digo, al tiempo que le agarro un hombro. ¿Tú has venido con Lucía a la playa?, le pregunto. La madre separa las manos de su cara y me mira muy fijamente, como si fuera la primera vez que me ve, y comienza a llorar>>>
De nuevo puesto en pie, compruebo si la cobertura ha vuelto. Poca, pero hay. Tecleo otra vez Ana Caro en Google y espero que las referencias aparezcan. Pasan los segundos, la barra avanza muy lentamente, y cuando está a punto de llegar al final pierdo de nuevo la cobertura>>>
Me sorprende que la tranquilidad haya regresado a la sombrilla, que la madre de Lucía haya dejado de llorar. Cuando me agacho, descubro que no está, se ha ido. Sobre la arena permanecen las palas y el cubito, en el que, cuando le doy la vuelta, puedo leer: Luis.
FIN
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Estoy leyendo tranquilamente en la hamaca cuando unos gritos me sobrecogen. En la sombrilla de al lado, una mujer morena llora con desconsuelo, algo grave le debe haber sucedido. Rápidamente me acerco hasta ella, y hago todo lo posible por calmarla, pero está muy alterada>>>
Llorando, me cuenta que su hija de 3 años estaba jugando con el cubito en la arena y ya no está y me pide que le ayude a buscarla. Cómo se llama la niña, le pregunto. Lucía, me responde. ¿Tiene una foto?, le pido. Mientras la busca me fijo en un tatuaje que tiene en el hombro>>>
Lucía es una niña morena de grandes ojos verdes. Me acerco hasta una sombrilla, bajo la que hay 2 parejas. Por favor, ¿me ayudáis a buscar a esta niña? Se llama Lucía y tiene 3 años, les pido mientras les enseño la foto.
Claro que sí, no dudan en responder y se ponen en pie>>>
Dicen que no hay que volver a los lugares donde fuimos felices, pero yo creo que no hay que volver a aquellos donde tuvimos miedo. Por eso no puedo creer que esté aquí, en este lugar en el que conocí el terror… >>>
También dicen que la infancia es el periodo más feliz de nuestras vidas, y sin embargo yo daría lo que fuera por olvidar parte de la mía. Por culpa de lo que sucedió en este este lugar al que regreso porque no me queda más remedio. No lo pienso más, y comienzo>>>
Al instante siento que he retrocedido en el tiempo, como si no hubiera pasado por este lugar. Todo permanece tal y como lo recuerdo. Hasta las flores parecen las mismas. Aquí pasé los peores años de mi existencia, en mitad de la nada, lejos de todo y todos>>>
Desde hace 17 años soy vigilante nocturno del Museo de Bellas Artes. Y lo que debería ser un trabajo tranquilo, solitario y apacible, sobre todo desde que se jubilara mi compañero Mario hace 3 meses, en los últimos días ha dejado de serlo... >>>
Cuando empecé en el Museo éramos 4 los vigilantes. Nunca pude entender que se pasaran las noches jugando a las cartas o escuchando la radio, sin disfrutar de los cuadros. Realizaba tareas que no me correspondían, como podar los árboles, con tal de no estar cerca de ellos>>>
Hace 8 años, cuando pusieron las cámaras, Dirección decidió que 2 vigilantes eran suficientes para garantizar la seguridad del Museo. Cuando instalaron los sensores de movimiento tuve claro que me quedaría solo cuando Mario se jubilara. En su último día, me preguntó si yo...>>>
Nadie se dio cuenta de su ausencia. 14 años después la encontraron muerta en su propia cama, en su casa. En un edificio en pleno centro de la ciudad, un lugar inmejorable. Tanto que no tardaron los vecinos en ir aceptando las jugosas ofertas para vender sus viviendas>>>
Para transformarlas en pisos turísticos. Lo intentaron hasta en 6 ocasiones con Soledad, la última vecina del edificio, y nunca obtuvieron un sí. Dejaron de intentarlo, aunque continuaron con su plan. El trajín de inquilinos temporales camufló que la puerta del 5D...>>>
Nunca se abriera. Descubrieron Juan y su hija Sara el cuerpo de Soledad cuando intentaron okupar la vivienda. Les había llamado la atención la ventana siempre abierta, el balanceo de unas cortinas raídas y la cantidadde palomas que entraban y salían de la vivienda>>>
Recibo un mensaje de mi amigo Raúl: Pincha el enlace que vas a alucinar. Convencido de que es una de sus bromas, lo hago. El enlace me traslada a una web en la que aparece mi número de cuenta bancaria, junto a un aviso que me indica: Gracias por aceptar la transacción>>>
¡Yo no he aceptado ninguna transacción! Abro la aplicación de mi banco y estupefacto descubro que me han cobrado 2000 euros. Llamo a Raúl y no atiende la llamada. Le escribo un mensaje: ¿Qué es ese enlace que me has enviado? Reunido, no te he enviado nada, responde>>>
Llamo al banco y me dicen que no puedo cancelar el cobro, "usted lo ha autorizado". Recibo un mensaje de un número que no tengo en la agenda: Llama a la policía y no la vuelves a ver. Me llega una foto: Creo ver a mi hermana Laura, aterrorizada, la boca cubierta con cinta>>>
Me despierto por los ladridos de Max, mi perro. Lo escucho al otro lado de la puerta de mi dormitorio. Cuando me pongo en pie, siento un fuerte dolor en las rodillas y pecho. No puedo creer lo que veo en el espejo: tengo sangre en la nariz y boca. Pero no recuerdo nada>>>
Max ladra de alegría cuando abro la puerta. Pero al ver mis heridas, se frena, agacha la cabeza y comienza a gimotear.
No pasa nada, Max, le digo, y mueve la cola muy lentamente, compungido.
Lo examino y está en buen estado, Hay comida en su plato. Todo parece normal>>>
Recorro habitaciones, abro cajones y armarios, busco respuestas. No encuentro nada. Conecto el móvil al cargador, y aunque parece funcionar con normalidad el cristal de la pantalla está resquebrajado y apenas veo la mitad inferior. Llamo a mi amigo Luis, pero comunica>>>