Últimamente, a raíz de todo lo de las felicitaciones selectivas en los JJOO, he leído a algunas personas hablar de raza negra y blanca. Y me ha chirriado mucho; porque, biológicamente hablando, las razas humanas no existen. ¿Queréis saber por qué? Tomad asiento y leed el hilo.
Para empezar, es importante dejar claro que ni siquiera es un término científico para hablar de otros animales. A día de hoy, se usa a modo orientativo para animales domésticos, pero no es una clasificación taxonómica.
En la actualidad hay términos más correctos, como el de subespecie, que hace referencia a grupos dentro de una especie que reúnen las características morfológicas generales de esta, pero también otras que permiten agruparlos entre ellos.
A menudo el concepto de raza se ha usado para hacer referencia a este concepto. Pero, como os digo, no es científicamente correcto. Ahora bien, vamos a retroceder a lo que en su día hizo referencia el término.
Para poder hablar de razas humanas, tendríamos que tener grupos muy bien definidos, con unas características concretas que los diferencien del resto, principalmente en su apariencia, pero también en sus genes.
Si nos fijamos en la apariencia, es imposible hacer grupos cerrados, pues no hay caracteres morfológicos que vayan siempre unidos. Por ejemplo, no todas las personas de ojos azules son altas. Y genéticamente pasa lo mismo.
De hecho, aunque nos traiga de cabeza estudiar historia, los humanos no llevamos tanto tiempo en el planeta como para haber evolucionado a subespecies. Y los movimientos poblacionales no han permitido que haya grupos separados durante mucho tiempo.
Otra razón por la que no podemos hablar de razas humanas es que no hay clasificaciones claras. Según a quién le preguntes, te hablará de más o menos grupos separados. Eso sí, la mayoría coinciden en separar a blancos y negros.
Pero esto tampoco es válido, pues genéticamente los individuos de piel blanca y negra no son tan distintos. De hecho, hay dos estudios que, vistos en conjunto, vienen muy bien para comprenderlo.
Uno, publicado en 2010 por científicos de la Universidad Erasmus de Rotterdam, analizaba la ascendencia genética de las personas definidas como blancos y negros en Estados Unidos, a través de algo conocido como marcadores genéticos geográficamente informativos.
Vieron que los blancos generalmente tenían ascendencia europea y los negros africana.
Por otro lado, otro publicado en 2009 por científicos de la Universidad Federal de Río de Janeiro hacía lo mismo con los blancos y negros brasileños. Y lo curioso es que había blancos brasileños con más ascendencia africana que los negros estadounidenses.
Y es que, en realidad, el hecho de ser blanco o negro no es más que una adaptación evolutiva por la que se sintetizan diferentes cantidades de melanina, un pigmento que absorbe la radiación UV del sol, protegiendo las células de la piel de sus efectos.
Ya vamos viendo claro que no hay razas humanas. Lo que sí hay es variabilidad genética. Evolutivamente nos hemos ido adaptando a diferentes circunstancias, pero eso no nos convierte en razas diferentes. Podemos verlo con algo tan simple como la tolerancia a la lactosa.
No todas las personas disponen de la enzima lactasa, mediante la cual podemos descomponer y digerir la lactosa de la leche. Por eso, se habla de tolerantes e intolerantes. El sudeste asiático es el lugar del mundo donde más personas intolerantes a la lactosa hay.
El norte de Europa, uno de los lugares donde menos. Pero si nos encontramos con una persona intolerante a la lactosa en Finlandia, ¿podremos decir que pertenece a otra raza? Obviamente no.
En definitiva, todos somos únicos y a la vez muy parecidos. Hablar de razas es algo más cultural que biológico, pero aun así se ha convertido en algo despectivo, por lo que deberíamos desecharlo de una vez por todas.
Y, para terminar, la pregunta del millón: Si no debemos hablar de razas, ¿por qué hablamos de personas racistas? Pues, quizás, deberíamos también abandonar ese término. Yo aconsejo directamente cambiarlo por gilipoll… SE LA LLEVAN.
Hoy os voy a hablar del motivo por el que Beethoven debió dejar el vino y pasarse a la cerveza. Pero sin apología del alcohol. Todo por la ciencia. Os lo cuento en #DesgranaHilos.
Esta historia empieza el 27 de marzo de 1827, un día después de la muerte del compositor. Un chavalito de 15 años, Ferdinand Hiller, se acercó a la capilla ardiente y le arrancó un mechón de pelo.
El niño terminó convirtiéndose también en un gran compositor, pero se le recuerda sobre todo por eso. Cosas de la vida.
¿Os habéis puesto de propósito de año nuevo darle caña al skincare? Yo me lo propuse al cumplir 30. Desde entonces le he ido cogiendo el gusto, porque la verdad es que hay mucha ciencia detrás. Por eso, hoy vengo con un hilo un poco diferente. Una rutina de skincare científica.
Antes de empezar, quiero dejar clara una cosa y es que no soy dermatóloga. Yo no voy a decirle a nadie cómo se tiene que cuidar la piel, mucho menos para casos concretos. Solo voy a hablar un poquito de la ciencia que hay detrás de una rutina general.
Y otra cosa antes de empezar a enumerar pasos es contaros lo primero que he aprendido al leer sobre este tema: menos es más.
Voy a hacer un hilo sobre un tema que me ha llamado mucho la atención. Pero antes, sin saber nada sobre él, me gustaría que contestéis unas preguntas de encuesta, ¿vale? Ahí van.
Hace poco vi un tuit que decía que te haces mayor cuando te masturbas para coger el sueño. La verdad es que me sentí identificadísima. Literalmente, he llegado a cambiar la melatonina por el satisfyer, ahí es ná. Por eso, pienso que puede ser guay un hilo contando los motivos.
Como os decía, hoy os voy a hablar del mejor truco para dormir si no tienes un insomnio grave: el orgasmo. Veremos qué ocurre en nuestro cerebro y qué hormonas se liberan en nuestro organismo cuando llegamos al clímax del gustito.
Para empezar, veamos qué ocurre en el cerebro cuando llegamos al orgasmo. Se ha visto que se activan muchas regiones, como la corteza sensorial genital (para sorpresa de nadie), las áreas motoras, el hipotálamo y el tálamo.
Ya llega Halloween. La única época en la que nadie llamará a la policía si ve una tumba en tu jardín. Época de chuches monstruosas, de calabazas y de intentar reconciliarte con la aracnofobia. Y también época de historias de fantasmas como la que cuento en este hilo. Mira, mira.
Es la historia del fantasma de Heilbronn y para conocerla tenemos que viajar 28 años atrás. Pero, curiosamente, no a la ciudad de Heilbronn. Al menos no todavía. De momento nos vamos a otra ciudad de Alemania: Idar-Oberstein.
Allí, en 1993, apareció el cadáver de una mujer de 63 años, estrangulada en su casa con el alambre de un ramo de flores, que también se encontraba en la estancia. Además, junto a ella había una taza de té a medio beber.
He decidido regalarme la Luna, pero como nos hace falta mantenerla ahí arriba, le he comprado esta a @noleesheep, que está hecha con sus manitas y es preciosísima.
Pero es que, señoras y señores, venía con dos prints y tres pegatinas de regalo que son una maravilla.
Yo no sé a qué esperáis para comprarle cositas a esta mujer. Que os manda la Luna a casa. ¿Se puede pedir más? No se puede. Gracias, Noelia 😊