Había una vez una bruja malvada que en las mazmorras de un palacio colgaba las cabezas de sus víctimas. Para ayudarla contaba con hordas de pequeños orcos encargados de carcomer a sus víctimas y hacerlas sufrir. Ella gozaba y aplaudía cada que lograba vengarse de uno de ellos.
#LaBrujaDelPalacio Le decían porque no le importaba el dolor de las mujeres, de los niños, de sus colaboradores y lacayos.
A veces los torturaba cantando, otras, recitando, las más intrigando en su contra hasta destruir su fama y su nombre.
A veces los torturaba cantando, otras, recitando, las más intrigando en su contra hasta destruir su fama y su nombre.
Nadie sabía a qué se dedicaba, por qué tenían que pagar por todas sus fechorías y su vida de lujos y prebendas.
También la llamaban “Bety la fea” y cuenta la leyenda que mandó lapidar a un cocinero por decir que su vestido parecía un flan.
También la llamaban “Bety la fea” y cuenta la leyenda que mandó lapidar a un cocinero por decir que su vestido parecía un flan.
Su odio hacia los postres era tan visceral que mandó cortar la cabeza de una ministra por tener tratos con quien había, por broma, llamado a su hijo “chocoflan”, y cuya cabeza también pendía en el calabozo.
La joya más preciada era la testa de un secretario del tesoro real, al que mandó ejecutar por parecerle “demasiado neoliberal” y osar darle consejos al rey.
Cuentan que por capricho fue a visitar al Papa y a reyes allende las fronteras, exigiendo burdamente pleitesía no merecida, y botines no ganados. La dejaron con un palmo de narices y su ira aumentó sobremanera.
También torturó a un sabio bibliotecario a quien primero arrojó a un calabozo oscuro y húmedo para obligarlo a renunciar.
Pero como toda reina mala, tiene un lacayo consentido, el cual repite sin cesar las ideas de su ama y por eso se ha ganado su protección y lealtad.
Pero como toda reina mala, tiene un lacayo consentido, el cual repite sin cesar las ideas de su ama y por eso se ha ganado su protección y lealtad.
Por ungir a su lacayo tuvo que modificar los libros del reino y sacrificar a los niños, a los maestros y a los sabios consejeros.
Uno de ellos, antes leal al rey fue decapitado y exhibido en la plaza del palacio por señalar la ignorancia del lacayo y la torpeza de sus actos.
Uno de ellos, antes leal al rey fue decapitado y exhibido en la plaza del palacio por señalar la ignorancia del lacayo y la torpeza de sus actos.
En el Palacio todos temían a la reina, cruel, adusta, bruta y desalmada; fea e irascible. Pero era la burla de su pueblo, de los nobles de la corte y de los reinos vecinos, esperando, con morbo la siguiente rabieta de #LaBrujaDelPalacio
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