Dejando de lado el tema de si unos se sienten patos y otros gansos, hablemos de la lengua.
Es un completo sinsentido estigmatizar la lengua, sobre todo en un contexto sexista, y de «lucha» por lo que las «feministas» llaman «la deconstrucción».
Para entender la lengua debemos irnos más atrás en la historia para poder entender como llegamos a hablar el idioma que hoy se considera el cuarto más poderoso del mundo.
A este género no se le asignó ningún sufijo, se dejó el neutro. De modo que no se «inventó» el masculino primero, ni se le dió preferencia, ni es machista, ni ninguno absurdo.
No hay un porque real para cambiar una lengua que ya es incluyente.