Domingo Faustino Sarmiento falleció en Asunción de Paraguay un día como hoy pero de 1888. Había nacido en San Juan en 1811 siendo hijo de José Quiroga Sarmiento y Paula Albarracín.
Fue presidente de la Nacion entre 1868 y 1874, Gobernador de San Juan entre 1862 y 1864, etc:
Sarmiento era hijo de una familia humilde, aunque vinculada a las casas más tradicionales y representativas de la ciudad de San Juan, el pequeño Faustino asistió a los cinco años a la recién creada Escuela de la Patria, en la que recibiría su única educación sistemática.
Su formación se vería complementada bajo la guía de los presbíteros José de Oro y José Pascual Albarracín, con los que tenía parentesco, y por su propio esfuerzo autodidacta. En 1826, con quince años, creó su primera escuela en San Luis, en la que también daba clases.
En 1829, Sarmiento vio pasar por San Juan una montonera encabezada por el caudillo Facundo Quiroga. Tal episodio revestiría importancia decisiva en su configuración ideológica, política y literaria: horrorizado por el violento despotismo de los caudillos federales
y siguiendo sus ideales liberales e ilustrados, Domingo Faustino Sarmiento se hizo unitario y se unió al ejército que luchaba contra Facundo Quiroga, a quien retrataría años después en el Facundo (1845) como encarnación de la barbarie.
Derrotadas las fuerzas unitarias en la batalla del Chacón, Sarmiento se vio obligado a emigrar a Chile (1831), en donde trabajó como maestro, minero y empleado. El asesinato de Quiroga y la política del gobernador de San Juan, Nazario Benavídez, posibilitaron su regreso en 1836.
A su regreso a San Juan fundó una sociedad literaria, un colegio de señoritas y, en 1839, el periódico El Zonda.
Pero a fines de 1840, la línea ideológica anti federalista del periódico le obligó a emigrar nuevamente a Chile, donde ejerció el periodismo y cultivó la literatura.
En 1845 llegó a Chile un enviado del dictador Juan Manuel de Rosas para protestar por la campaña antirosista que estaban llevando a cabo en el pais andino los exiliados argentinos. Este hecho precipitó una rápida réplica literaria de Sarmiento:
La publicación por entregas, en el periódico El Progreso, de Facundo, que meses más tarde el autor reunió en el volumen Civilización y Barbarie, Vida de Facundo Quiroga.
El libro es en su mayor parte una biografía del caudillo Facundo Quiroga, muerto diez años antes.
Desde el punto de vista de Sarmiento, Quiroga había prefigurado el mal que en el presente encarnaba Rosas: si Quiroga es la barbarie espontánea, producto de un medio adverso y hábitos primitivos, Rosas representa la barbarie institucionalizada, fría y sistemática
y en este sentido la obra es tanto un alegato contra el régimen de Juan Manuel de Rosas como una indagación en sus raíces.
Según Sarmiento, los desastres acaecidos en la nación desde la independencia son el resultado del enfrentamiento
entre la civilización (refugiada en las ciudades, centros de orden, progreso, trabajo y cultura) y la barbarie, producto de la influencia del medio pampeano, en cuyos rudos habitantes (los gauchos) se manifiestan los hábitos sociales primitivos y el desorden ciego natural.
Para el autor, la esperanza transformadora de Argentina sólo puede radicar en un programa de reconstrucción nacional, educativo, que salve el abismo entre la sociedad civilizada y la que se ha forjado al margen de ella en las provincias.
En 1845 su prestigio como pedagogo hizo que el entonces ministro y futuro presidente chileno, Manuel Montt, le encomendase la realización de estudios sobre los sistemas educativos de Estados Unidos y Europa.
Con tal fin viajó por numerosos países europeos y por los Estados Unidos, y de regreso en Chile publicó Educación popular (1848), donde sostiene que la educación primaria y las bibliotecas públicas son el remedio más eficaz para combatir el atraso y la ignorancia.
En 1849 recogió las impresiones de aquel viaje en Viajes en Europa, África y América, donde mostró su entusiasmo por la democracia del sistema norteamericano, que consideró modélica. Esa misma idea inspiró en 1850 su obra Argirópolis, proyecto de una futura capital Argentina.
En 1850, previendo el levantamiento de Justo José de Urquiza, Sarmiento se embarcó hacia Montevideo, desde donde pasó a Entre Ríos para ponerse al servicio del ejército rebelde. Urquiza lo nombró teniente coronel y le encomendó la redacción del boletín del ejército.
Tras vencer a Rosas en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), Urquiza asumió la dirección provisional de la Confederación Argentina, promulgó la Constitución de 1853 e inició su periodo presidencial (1854-1860).
Disgustado con Urquiza por creerlo orientado hacia la dictadura, Sarmiento se había expatriado voluntariamente poco después del triunfo en la batalla de Caseros. Primero a Río de Janeiro y luego volvió a Chile.
En 1852 publicó Campaña en el Ejército Grande, libro que precipitó una polémica con Juan Bautista Alberdi acerca de cómo debería regirse el país tras la caída de Rosas, la cual fue origen de Las ciento y una (cartas de Sarmiento) y de las Cartas quillotanas (las de Alberdi).
Con su regreso en 1855 a Buenos Aires se inició la etapa más gloriosa en su destino de constructor de la nueva Argentina. Sarmiento se convirtió en editor en jefe del periódico El Nacional y desempeñó sus primeros cargos políticos como senador provincial (1857-1861).
De hecho, a partir de 1860, la vida de Sarmiento está signada sobre todo por su dedicación a la política activa. Ese año fue designado ministro del gobierno presidido por Santiago Derqui; en 1862 fue electo gobernador de San Juan.
En 1864 el presidente Bartolomé Mitre lo nombró ministro plenipotenciario en Estados Unidos. Durante su estancia en aquel país tomó contacto con distintos educadores americanos y con las maestras que luego vendrían al país.
En 1866, Sarmiento recibió una dura noticia, el fallecimiento de su hijo adoptivo (algunos dicen biológico) Domingo Fidel Sarmiento a los 21 años en la Batalla de Curupayty en la Guerra del Paraguay. La noticia lo sumió en una profunda depresión.
Durante su estadía en Estados Unidos fue elegido presidente de la República, el Journal des Débats de París, al conocer la elección de Sarmiento, escribió: "el pueblo argentino se honra a sí mismo eligiendo para presidente a un maestro de escuela, prefiriéndolo a un general".
Regresó a la patria el 30 de agosto de 1868 y asumió el mando el 12 de octubre. Su gobierno fue uno de los más fecundos que tuvo el país; durante el mismo se realizaron numerosos progresos y adelantos.
En uno de sus primeros discursos como Presidente de la Nación, Sarmiento deja en claro porqué la educación es fundamental para la democracia y para el futuro del país:
La estancia en los Estados Unidos le había aportado numerosas ideas nuevas acerca de la política, la democracia y la estructura de la sociedad.
La contribución más notable de su presidencia fue sin duda su obra educativa. No sólo creó escuelas primarias, sino que auspició nuevos métodos de enseñanza y contrató educadores europeos para instruir a los maestros; creó nuevos colegios nacionales.
Inauguró la Escuela Normal de Paraná e hizo llegar de Estados Unidos a maestras normales, que desarrollaron en el país una tarea proficua. Para Sarmiento, la educación era la base de la democracia, y había que conseguir la cultura del pueblo a cualquier precio.
Entre 1868 y 1874, los subsidios para la educación del gobierno central a las provincias se cuadruplicaron. Se fundaron hasta ochocientas instituciones educativas, lo que permitió acoger a cien mil nuevos alumnos.
Sarmiento impulsó asimismo la modernización general del país, promoviendo las obras públicas y las infraestructuras, especialmente las destinadas al transporte (líneas férreas, navegación fluvial, tranvías urbanos) y a las comunicaciones (telégrafos y correos).
Durante su mandato tuvo un aumento importante la inmigración, con la llegada de 280.000 inmigrantes al país. Se crearon las primeras redes de aguas corrientes y cloacas de Buenos Aires, y se dispuso la creación del Cementerio de la Chacarita.
A lo largo de la presidencia de su sucesor, Nicolás Avellaneda (1874-1880), Sarmiento fue designado senador por la provincia de San Juan, director de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, ministro del Interior y de Relaciones Exteriores.
En 1880 quiso retornar a la presidencia de la Nación, por tal motivo intentó organizar una fuerza nacional junto a los jóvenes del ex Partido Republicano como Leandro Alem y Aristóbulo Del Valle pero su plan falló y Sarmiento quedaba afuera de la carrera electoral.
Durante el mandato de Julio Argentino Roca (1880-1886) ejerció todavía el cargo de superintendente general de Escuelas y promovió la aprobación del decreto que establecía la educación gratuita (1882).
En 1883 vio la luz una de sus obras más discutidas: Conflicto y armonías de las razas en América. Retirado posteriormente de la política, en 1888 se trasladó a Paraguay, en cuya capital falleció.
“No se renuncia a un porvenir tan inmenso, a una misión tan elevada, por un cúmulo de contradicciones y dificultades. ¡Las dificultades se vencen: las contradicciones se acaban a fuerza de contradecirlas!”.
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El 19 de octubre de 1914 falleció Julio Argentino Roca en Buenos Aires a los 71 años de edad. Roca ejerció como presidente de la Nación entre 1880-1886 y 1898-1904. Fue el representante más influyente de la denominada Generación del 80, además de ser el hombre a cargo de la Conquista del Desierto y uno de los artífices de la consolidación definitiva del Estado Nacional.
Roca nació en Tucumán el 17 de julio de 1843 y era el cuarto hijo de José Segundo Roca y de Agustina Paz. José Segundo había participado en la campaña libertadora junto a San Martín, en la guerra contra el Brasil y en las luchas civiles junto a Lavalle y al general José María Paz. Por parte de su madre, era sobrino de Marcos Paz, vicepresidente de la Nación en la presidencia de Bartolomé Mitre entre 1862 y 1868, y primo de Máximo Paz, gobernador de Buenos Aires entre 1887 y 1890 y senador nacional entre 1891 y 1895.
Cuando Roca cumplió nueve años y se produjo la batalla de Caseros con la consecuente caída de Rosas, la suerte de la familia Roca cambió definitivamente. Don José Segundo se ganó la confianza de Urquiza quien le pidió que se trasladara con su familia a Concepción del Uruguay. Allí Julio Argentino, junto a sus hermanos Marcos y Celedonio, ingresó al Colegio Nacional, uno de los más prestigiosos del país. A pesar de mostrar interés por la medicina, en 1858 y sin abandonar sus estudios ingresa al ejército de la Confederación con el grado de subteniente.
El 17 de octubre de 1884, durante la presidencia de Julio Argentino Roca, comenzaba la expedición del general Benjamín Victorica, ministro de Guerra y Marina, al Gran Chaco con el objetivo de consolidar el control estatal sobre la región mediante la pacificación de los pueblos indígenas, facilitando la ocupación y colonización.
Anteriormente a 1884 la región del Chaco permanecía prácticamente fuera del control del Estado argentino. Había habido algunas expediciones para tratar de establecer el control territorial argentino, como la del general Napoleón Uriburu en 1870, que logró someter a algunas tribus indígenas y que expulsó a un escuadrón boliviano que incursionaba en territorio argentino. Pero la falta de infraestructura dificultaba la ocupación del territorio y las exploraciones eran esporádicas, realizadas a través de los ríos Paraná, Bermejo y Pilcomayo.
A esta situación se le sumaban la belicosidad de los pueblos originarios de la zona, siendo el Chaco escenario de conflictos fronterizos y de malones, lo que generaba tensiones con los asentamientos criollos de la zona. Un caso de estas características sucedió en 1882 cuando indígenas de las etnias toba y chirigüano asesinaron al médico francés Jules Creavaux y a once de sus compañeros cuando acampaban cerca del río Pilcomayo.
El 12 de octubre de 1880 se iniciaba el primer mandato presidencial del general Julio Argentino Roca sucediendo en la presidencia a Nicolás Avellaneda y luego de los sucesos de la revolución de 1880 y de la federalización de la Ciudad de Buenos Aires. La primera presidencia de Roca fue una gestión fundacional que se desenvolvió en un prospero momento de la economía argentina, donde el gobierno nacional sentó las bases de instituciones fundamentales, resolvió los problemas de las fronteras argentinas y creó los instrumentos indispensables para que el Estado pudriera ejercer sus deberes y atribuciones.
En su discurso inaugural, Roca lo basó en la premisa de que había concluido el periodo de inestabilidad del país y que comenzaba una nueva era de "Paz y Administración", afirmando que liberados de las preocupaciones que ocasionaban las conmociones internas en que vivía la Nación, el gobierno nacional podía consagrarse a la tarea de la administración y las labores fecundas de la paz. Rindió un homenaje al Ejército Nacional, pero habló de que había que dotarlo de leyes "para evitar el peligro del militarismo, que es la supresión de la libertad" y para que desarrollaran su fuerza en previsión de que los derechos de la Patria estuvieran en peligro.
Roca se comprometió a que en tres años llegaría el ferrocarril a las ciudades de Mendoza, San Juan, Salta y Jujuy, para que, además, se abrieran las puertas del comercio con Bolivia. También anunció que se completarían las operaciones militares en el Sur y en el Norte "hasta completar el sometimiento de los indios de la Patagonia y del Chaco... a fin de que no haya un solo palmo de tierra argentina que no se halle bajo la jurisdicción de las leyes de la Nación".
En el año 1881, el presidente Julio Argentino Roca, mediante el decreto N° 12.011, nombró a un agente especial en Rusia para promover la inmigración de los ciudadanos de religión judía que eran perseguidos y víctimas de violentos pogromos durante los primeros meses del gobierno del Zar Alejandro III. A partir de ese decreto comenzó la inmigración judía a la Argentina en gran escala.
Para el año 1888 vivían en el país 1.500 judíos, la mayoría venidos desde Rusia por el decreto de Roca, mientras que otros habían llegado en años anteriores provenientes de Francia, Alemania o Austria y se dedicaban al negocio de la exportación e importación. En 1889, un grupo de 120 familias (828 personas) de judíos oriundos de Besarabia, llegó a la Argentina en el vapor SS Weser, hito que se ubica como el inicio de la inmigración judía organizada al país. Compraron tierras y establecieron una colonia llamada Moises Ville en la provincia de Santa Fe. Otras 50 familias llegaron de Alemania en el Bremer fundando la desaparecida Colonia de Aronsville, también en Santa Fe.
A partir de 1891 con la asistencia de la Jewish Colonization Association, una organización creada por el barón Moritz von Hirsch para facilitar la emigración masiva de judíos desde Rusia y otros países de Europa del Este hacia colonias agrícolas en tierras financiadas por la Asociación, particularmente en Argentina, Canadá y en Estados Unidos, la inmigración judía en el país comenzó a crecer más.
Las Revoluciones Radicales de 1893 fueron dos insurrecciones cívico-militares dirigidas por la Unión Cívica Radical contra el gobierno de Luis Sáenz Peña. La primera insurrección, dirigida por Hipólito Yrigoyen y Aristóbulo del Valle, comenzó el 29 de julio y fue derrotada el 25 de agosto. El segundo levantamiento, dirigido por Leandro Alem, comenzó el 6 de septiembre y fue derrotada el 1 de octubre.
El 12 de octubre de 1892, Luis Sáenz Peña asumió el mando de presidente de la Nación luego de las polémicas elecciones de abril, que se desarrollaron bajo estado de sitio y con la detención de los principales dirigentes radicales tras acusaciones del presidente Carlos Pellegrini de un complot para tomar el poder y asesinar a los principales funcionarios del gobierno.
La situación económica del país había mejorado para ese entonces debido a que ya se sentían los efectos beneficiosos de las medidas tomadas por el ex ministro Vicente F. López en su tiempo durante el gobierno de Pellegrini, a que las últimas cosechas habían sido excelentes y que se tuvo la fortuna de los buenos precios internaciones de nuestros productos agro-ganaderos.
El 23 de septiembre de 1955, apenas una semana después del inicio del golpe de Estado que derrocó a Juan Domingo Perón, el general Eduardo Lonardi asumió la presidencia “provisional” de la Nación, en un acto celebrado ante una Plaza de Mayo colmada de público. Su gestión, sin embargo, fue breve: duró menos de dos meses, hasta que un golpe interno impulsado por el sector liberal del Ejército, encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu, lo desplazó del poder. Poco tiempo después, en marzo de 1956, Lonardi falleció a causa de un cáncer que lo aquejaba desde hacía tiempo.
Aquí un fragmento del noticiero "Panamericano" que ilustra como fue la jornada del 23 de septiembre de 1955 con la asunción de Lonardi a la presidencia luego del golpe de Estado y que muestra la liberación de los presos políticos, primera medida del gobierno de surgido de la autodenominada Revolución Libertadora. Salieron de las cárceles hombres que llevaban años presos como Cipriano Reyes, Alejandro Agustín Lanusse y Julio Alsogaray, mientras que también salieron los participantes en la conspiración del 16 de junio como los almirantes Samuel Toranzo Calderón y Aníbal Olivieri, y otros civiles y militares que habían sido mantenidos presos bajo cargos de conspiración para derrocar al gobierno.
En su primera declaración como presidente, Lonardi había dicho: "La victoria no da derechos. En esta lucha no hay ni vencedores ni vencidos". Pero pronto las divisiones y las luchas internas en el seno del gobierno entre sus sectores liberales y nacionalistas, pondrían en jaque la política que proyectaba. El gran problema que tenía Lonardi era como manejar la herencia de Perón: el apoyo de las masas, las instituciones y las políticas puestas en vigor en el país durante la última década.