Thread by @anacampoy

Dejadme que os cuente una de las cosas más bonitas que me han pasado en 10 años de feria. ¿Veis a estas dos niñas tan juntas? Pues ese casi-abrazo tiene mucho que ver. 👇

El viernes, M.y C. se acercaron a la caseta de @CervantesyCia. Yo les había explicado de qué iban mis libros y volvieron para comprarlos. Las dos querían un ejemplar de Pen Friends, pero cuando C. miró en su monedero vio que no tenía suficiente: “Jo, M., no me llega” se lamentó.

C. le pidió a M. que le prestara dinero para el libro. M. protestó: “Es que yo también quiero el de Familia a la fuga”. Pero C. le rogó: “Tía, es que yo también quiero uno dedicado.Venga, porfa, eres mi mejor amiga”. A lo que M. respondió: "Venga, vale. NO IMPORTA. TE LO PRESTO"

Satisfecha y orgullosa, C. me miró y me soltó: “Es que es MI MEJOR AMIGA” y me pidió su libro de Pen Friends dedicado. Y a mí me dieron ganas de saltarme todas las medidas COVID y abrazar a las dos allí mismo. Pero la cosa no quedó así. No. Qué va. Ahora llega lo mejor

De repente, C. pensó que no era justo que M., SU MEJOR AMIGA, se quedara sin el otro libro. Le dijo a M.:“Venga, a ver si entre las dos lo conseguimos y nos llega”. Y empezó a buscar dinero debajo de las piedras. Restos del monedero, bolsillos... Pero nada. No era suficiente.

Hasta preguntó a su hermano, que pasaba por allí, pero que no le hizo mucho caso. La persiana ya bajaba. La feria cerraba y teníamos que marcharnos. Las caras de M. y C. eran un poema. De frustración, de pena y, en el caso de C., de algo de culpa. Y yo, al verlas, pensé que no.

Que la vida tenía que ser justa. Que ser generosa con su amiga se merecía una recompensa. Ya habría tiempo de que la vida le castigara los buenos actos, pero no con 10 años. Y menos en mi caseta. Así que les pedí que soltaran ahí lo que tuvieran y que yo les ponía el resto.

Me miraron como si yo fuera extraterrestre: "¿Que nos regalas el libro? ¿¿En serio??" Les dije que sí. Que eran mejores amigas y las mejores amigas debían serlo siempre. Así que C. y M. se marcharon tan contentas (o eso creíamos) porque ahí no acabó la cosa.

Recojo, me despido y salgo de la caseta. Pero cuando voy al encuentro de mis amigos, de repente las veo pasar con la cara desencajada. Sí, SE HABÍAN PERDIDO. No encontraban a la madre de C., que les había llevado a la feria. La vida se empeñaba en aguarles la fiesta.

Nos las llevamos a la zona iluminada y montamos un operativo para encontrar a la madre perdida. Su móvil no tenía batería. Incluso nos planteamos avisar a megafonía. Pero, al fin, tras varias pesquisas, la madre apareció entre la lengua de gente que salía de la feria.

Nada más verla, M. y C. se apresuraron a relatarle todo: Que no tenían dinero suficiente, que yo les había ayudado con el libro... Fue divertido ver la cara de la madre, que no entendía nada, y que cinco minutos después reaccionó diciendo:“¡Ah! ¡pero que la escritora eres túuuu!”

Insistió en pagar lo que faltaba del libro. Pero yo le dije que no. Que era un regalo. Solo le hice a M. una petición: que lo compartiera con C. Que cerrara el círculo, porque era genial que compartieran ese libro. Porque las mejores amigas hacen eso. Y las dos lo prometieron.

Porque siempre recordarás a los mejores amigos de cuando tenías 10 años. La vida decidirá si llegas a conservarlos o no. Pero como muchos aprendimos en la peli de “Stand by me” (inspirada en un relato de Stephen King), los amigos de 10 años son especiales. O debería ser así.