Una de las más habituales y terribles equivocaciones es la que confunde el epicureísmo y el hedonismo. En ambos se busca el placer, pero con Epicuro es el placer inteligente, moderado, austero, en el límite del estoicismo. El hedonismo es placer por placer, sin matices, grosero.
Tampoco hay que confundir la austeridad epicúrea con la estoica. Allá donde Epicuro busca el placer, los estoicos huyen del dolor. Allá donde Epicuro dice sí a la vida, en sus infinitos e iridiscentes matices de satisfacción y desánimo, los estoicos la sienten como una carga.
Hay una línea que une a Sócrates con Epicuro, Spinoza, Montaigne y Nietzsche. El alemán definió mejor que nadie el epicureísmo: modesta voluptuosidad. O cómo saber apreciar el milagro laico de la vida en un poco de queso casero y un vaso de vino del lugar. 
También Nietzsche nos ilustró sobre la diferencia entre los intensos, siempre al borde de un ataque de histeria, estoicos y los sosegados, siempre al borde de un ataque de risa, epicúreos.
PD. Los cordobeses tienen fama de estoicos, pero os digo yo que son los supremos epicúreos
PD. Los cordobeses tienen fama de estoicos, pero os digo yo que son los supremos epicúreos
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