Hoy se ha quedado un buen día de #AnotherDayAnotherFake.
En el de hoy hablaremos de literatura y de un ingenioso ingeniero gaditano: don Adolfo de Castro, aquí posando para la posteridad.
Corría el año 1847. Adolfo era un ingeniero recién graduado, con una cabecita privilegiada, una erudición sin límites, y una arrogancia a su altura.
Si Chatterton fue capaz de fabricar literatura medieval falsa a gran escala, él no iba a ser menos, que además era ingeniero
Así que va don Adolfo a caza mayor: él va a ser Cervantes, pero sin horrible herida.
Desde mediados del siglo anterior se hablaba de una obrita de Cervantes que andaba perdida por ahí. La referencia procedía de Vicente de los Ríos, aunque el último en haber visto presuntamente El Buscapié de Cervantes fue Antonio Ruidíaz.
Si la gente quiere El Buscapié, Adolfo les dará El Buscapié.
Este cráneo privilegiado compone un pastiche cervantino de la mejor calidad literaria, con sintaxis y ortografía perfecta para le época, y enriquecerá el texto con tropecientas páginas de notas muy eruditas.
Descubrir una obra perdida de Cervantes no es que fuera la noticia literaria del año, es que era la noticia del siglo.
Los más eminentes cervantistas y eruditos analizaron la obrita cuya edición crítica había sacado Adolfo de Castro. Las opiniones fueron variadas.
Pero nada menos que don Juan Eugenio Hartzenbusch, director de la Biblioteca Nacional y reputado cervantista, le dio completa validez al texto.
Gol por la escuadra del señor ingeniero a los filólogos reputados
Sin embargo, Bartolomé José Gallardo se olió la tostada al momento y publicó un panfletito crítico con la gansada de Castro.
Llamaba a Castro "Lupián Zapata", que fue un famoso falsificador del siglo XVII, y tituló su opúsculo "Zapatazo a Zapatilla".
La cosa fue escalando de mala manera, con insultos e invectivas por aquí y por allá.
Castro respondió con un "Aventuras literarias del iracundo extremeño Bartolo Gallardete, por Antonio Lupián de Zapata (horma de su zapato)."
Se decían palabras muy gruesas, como se ve por aquí abajo.
Entre otros personajes, tenemos la intervención de un jovencísimo Antonio Cánovas del Castillo (aquí le representa bien @canovasPM )en favor de su amigo Adolfo de Castro.
En 1852 muere Bartolomé José Gallardo, pero la polémica no muere con él. Como las peleas literarias gustan y entretienen, la cosa siguió viva durante bastante tiempo.
En 1856 expresó su opinión George Ticknor, una eminencia. El Buscapié era falso pero brillante.
Adolfo de Castro siempre mantuvo, de cara a la galería, que la obra no era en absoluto una falsificación.
Este buen Adolfo se convirtió en un reputadísimo erudito de la literatura española, participando en la BAE y colecciones varias respetadísimas.
Fue miembro de la RAE y todo
Pero de puertas para adentro sí admitía que él había creado el Buscapié.
Cuando Adolfo muere, su viuda demandará a una editorial pidiendo indemnización por los derechos de autor de su marido, autor verdadero de la obra que fue superventas. pares.mcu.es/ParesBusquedas…
El juez falló en contra de la viuda de Castro.
¿Cómo iba a reclamar derechos de autor por una obra de Cervantes?
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Aquí @enricvd demostrando que no tiene ni puñetera idea del Lazarillo. Si supiese algo, sabría que la edición de Bulbena en que se basa @bilbenyjordi es una calamidad
@enricvd@bilbenyjordi Para tener una fijación textual correcta del Lazarillo de Tormes hay que tomar como base el texto de Velasco (1573, pero expurga a partir de la princeps), y completarlo con el texto de Aribau (1846, pero fija conforme a Amberes 1553).
@enricvd@bilbenyjordi La única incoherencia destacable del texto es que Lázaro pase de Escalona a Torrijos antes de ir a Maqueda, pero esto lo han explicado bien Sergio y José Guadalajara.