Un cuento navideño -verídico- sobre la utilidad del latín en tiempo de trincheras.
«En Navidad de 1914, cuatro meses después de los días de euforia por el comienzo de la guerra, ya había un millón de soldados muertos. El frente era una línea de 750 kilómetros…
(abro hilo)
Nochebuena, 1914. En torno a las siete de la tarde, Albert Moren, del 2° batallón del Queen’s Royal Regiment, se frota los ojos. ¿Qué se ve al otro lado? Cada vez se encienden más luces. De pronto, escucha una melodía. Los alemanes están cantando ‘Stille Nacht, heilige Nacht’.
Los británicos no quieren ser menos y entonan ‘The first Noel’. Los alemanes aplauden y responden con ‘O Tannenbaum’. Así siguen un rato, hasta que finalmente cantan todos juntos ‘Adeste fideles’. En latín, la lengua que los une.
“Fue increíble”, recordaría años después el soldado Graham Williams, “dos naciones cantando el mismo villancico en latín en medio de una guerra”.
Gratia vobis et pax.
Rutger Bregman, “Dignos de ser humanos”, @AnagramaEditor.
Traducción de Gonzalo Fernández Gómez.
«Se oían risas y veíamos las lucecitas de los cigarrillos en la oscuridad (…) Allí estábamos, riendo con hombres a quienes solo unas horas antes habíamos tratado de matar».
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Lo importante es que la ventana elegida quede a la altura de sus ojos. Es recomendable que no tenga que acostarse en el piso o saltar repetidas veces para ver qué hay al otro lado -aunque, si prefiere, nadie se lo prohíbe-.
Cortázar, Instrucciones para mirar por la ventana
Leamos
“Así que ahora sí, una vez que tiene su ventana, póngase cómoda. Use una silla si quiere, aunque la posición que recomendamos es la siguiente: cuerpo inclinado, antebrazos apoyados de manera paralela sobre la baranda o sobre el marco, cabeza en alto, mirada hacia delante”.
“Puede ponerse un almohadón bajo los brazos si piensa pasar varias horas. Y ahora mire, no importa qué, no importa si no sabe qué debe mirar, usted mire como si tuviese certezas, mire con fuerza, mire como los gatos, con intensidad...”