La Society of Systematic Biologists está planteándose cambiar el nombre a uno de sus premios para borrar a Ernst Mayr, uno de los más grandes biólogos del siglo XX. ¿Mayr hizo alguna afirmación que se pudiese interpretar como racista, misógina o capitalista?
No, pero era blanco.
Dicen estar preocupados por la diversidad y la inclusividad, esos dos mantras contemporáneos para la discriminación y el privilegio de mediocres. Pero, en realidad, es otro capítulo en la guerra cultural de la izda. identitaria basada en la lucha de clases, de géneros, de razas.
Hay que denunciar estas actitudes de los que enarbolan la bandera de la justicia social para llevar a cabo acciones inquisitoriales basadas en el resentimiento de clase, el odio racial y la fobia de género. Nada de esto tiene que ver con la defensa de la igualdad y la libertad.
Recién fallecido Sidney Poitier hay que recordar cómo defendía en "Adivina quien viene a cenar" que se veía a sí mismo no como un hombre negro, sino nada más y nada menos, como un hombre (punto).
El antirracismo o es un humanismo o es un racismo inverso igualmente abyecto.
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Los negacionistas de las vacunas nunca han sido un problema, pero sí los fundamentalistas de las vacunas porque han corrompido lo que significa la ciencia, un sistema de conjeturas y refutaciones, para convertirla en un conjunto de dogmas y coacciones al que llamaron "consenso".
Lo más indignante desde el punto filosófico de la pandemia es cómo se ha manipulado la ciencia para ponerla al servicio del poder político, alimentando la histeria colectiva y haciendo de la desinformación mediática una forma de propaganda al más puro estilo goebbelsiano.
Por eso son tan importantes los médicos que se han resistido a la presión política y la manipulación mediática. Por ejemplo, Steve James, anestesista, que ha pasado el covid, tiene anticuerpos naturales y se niega a vacunarse news.sky.com/story/covid-19…
Djokovic y J.K. Rowling tienen dos cosas en común. Ambos son millonarios, lo que sin duda es una ayuda a la hora de enfrentar amenazas políticas y cancelamientos sociales por parte del poder y la masa. Pero, sobre todo, tienen el coraje para soportar la presión de la manada.
En la Grecia de Sócrates había dos conceptos claves en cuanto a la libertad de expresión: la isegoría, el derecho de todos a expresar su opinión, y la parresía, el coraje de decir lo que se piensa.
De nada sirve la primera sin la segunda.
A Sócrates lo cancelaron a lo bestia.
La acusación contra Sócrates fue de blasfemar contra los dioses. En realidad, le atacaban por cuestionar los dogmas de la tribu. En particular, la tribu democrática. No directamente, sino planteando preguntas, cuestionando consensos, en fin, lo que se supone que hace un filósofo.
El Ministerio de Sanidad de Japón debería ser la pauta ética para los gobiernos de todo el mundo:
"Aunque animamos a todos los ciudadanos a recibir la vacuna COVID-19, ésta no es obligatoria ni forzosa. La vacunación sólo se realizará con el consentimiento de la persona >>>>>
>>>> a vacunar tras la información facilitada. Le rogamos que se vacune por decisión propia, comprendiendo tanto la eficacia en la prevención de enfermedades infecciosas como el riesgo de efectos secundarios. No se administrará ninguna vacuna sin el consentimiento. >>>>>>
>>>>>> Por favor, no obligue a nadie en su lugar de trabajo o a los que le rodean a vacunarse, y no discrimine a los que no se han vacunado."
Según la información contrastada, @RafaelNadal se equivoca. Djokovic siempre ha aceptado las reglas. Dos paneles independientes de médicos avalaron su exención médica (y a otros tenistas). Pero Scott Morrison se echó atrás por la presión popular. Es un abuso. Fuente: BBC
Morrison ha politizado el caso Djokovic y es lamentable que el resto de tenistas, fundamentalmente el propio Nadal y Federer, no defiendan a un compañero que está siendo acosado y usado como chivo expiatorio.
Lamentable pero significativo de la presión social contra el disidente
No deja de ser divertido, aunque demoledor para la naturaleza humana, que el caso Djokovic, que refiere a libertades personales y garantías jurídicas, degenere en el caso español a un enfrentamiento entre fans de Nadal que, además, son "haters" del serbio. La tragedia hecha farsa
“Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”
Actualización: Siendo el gobierno australiano, y su presidente Scott Morrison, el que ha burlado el Estado de Derecho de su país y tratado como a un paria al ciudadano de otro Estado, los necios apuntan a Djokovic.
Scott Morrison ha llevado a cabo una política pandémica autoritaria sólo comparable a dictaduras como China. Tras la indignación popular por el trato de favor a Djokovic, del que el serbio no era responsable, reculó y quiso mostrarse como un macho alfa cargando contra el tenista.
Evidentemente, (aunque la evidencia es la primera en ser sacrificada en tiempos en los que la ciencia se convierte en superstición y dogma) hay métodos para garantizar que Djokovic y el resto de tenistas estén sanos (lo que no garantiza el hecho de estar vacunado).
La deportación de Djokovic de Australia por pertenecer a la categoría de los chivos expiatorios que toda catástrofe produce, recuerda a otras deportaciones catárticas. Roosevelt no sólo metió en campos de concentración a los japo-estadounidenses. ¡También a los japo-hispanos!
Durante la II GM se produjo una ola de odio y acoso contra los japoneses en EE.UU. y los países hispanos, satanizados todos ellos como espías y traidores. Roosevelt, un tipo siniestro que no dudaba en asaltar el Tribunal Supremo para imponer su New Deal, aprovechó el pánico.
Roosevelt, además de subirse a la ola populista contra el chivo expiatorio de los japo-americanos, los quería para deportarlos como forma de intercambiar a los estadounidenses encarcelados por los japoneses. Al delito unía la infamia. Sólo medio siglo después les pidieron perdón.