Thread by @parasynthetic

Llevo dos semanas siendo padre adoptivo de trillizas y, como mi vida ha dado un vuelco tan brutal y agotador como maravilloso, no me resisto a contaros varias cositas en un hilo, porque adoptar… tiene tela (de la buena 🤩)

Mi marido y yo iniciamos el proceso de adopción (autonómico, no internacional) hace quince meses, y eso nos ha permitido sacar algunas conclusiones y romper con algunos mitos y miedos que teníamos al principio:

Mito 1: El proceso dura muchos años. Pues depende mucho del tipo de ofrecimiento de adopción que se haga, es decir, de las características y supuestos que no te importaría que tuviera tu descendencia, que haces constar al iniciar el proceso.

Nosotros teníamos claro que no queríamos solo una criatura, así que desde el principio dijimos que estábamos dispuestos a adoptar a dos o tres.

Eso, ampliar el rango de edad (hay vida más allá de los bebés), o aceptar que tengan enfermedades y dolencias crónicas perfectamente llevaderas en los tiempos actuales (VIH, diabetes, hepatitis, discapacidades leves…), acelera un montón el proceso.

Por no hablar de que todes les niñes tienen derecho a una familia que les quiera aunque no sean rubies, de ojos azules, con un cociente intelectual de 130 y virtuoses del violoncello desde la cuna.

A fin de cuentas, cuando alguien se lanza a adoptar debe tener muy presente que es una medida de protección a la infancia, no de un mecanismo para satisfacer sus ganas personales de tener descendencia

(es obvio que las tenemos pero no son el eje en torno al que gira el asunto, ni mucho menos).

Mito 2: Hay que pagar mucho dinero: en el caso de las adopciones autonómicas en Castilla y León, el importe es igual a cero euros con cero céntimos. Punto.

Mito 3: Las familias homoparentales lo tienen más difícil: en nuestro caso, no nos hemos visto discriminados, ni tratados de forma diferente, en ningún momento: si acaso, hemos echado en falta formación específica sobre homoparentalidad en el curso obligatorio que hay que hacer,

y también hemos percibido un binarismo heteronormativo bastante ranciete en todos los impresos que hemos tenido que rellenar durante estos meses (x ejemplo, siempre piden el nombre de padre y madre, lo que visibiliza a un único tipo de familia). Aparte de eso, cero recelos.

Mito 4: El proceso es tedioso y duro: nada más lejos de la realidad. Igual es que hemos tenido suerte, pero el trato ha sido exquisito y profesional en todo momento, tanto en la formación recibida, como en la gestión burocrática, como en la fase de la evaluación psicosocial.

Obviamente hay momentos de nervios e incertidumbre, porque no dejas de sentir que, en cierto modo, estás haciendo el examen más gordo de tu vida, pero no nos hemos sentido violentados ni escrutados.

Pasar de estar un día comiendo Jumpers en tu sofá viendo Netflix a, 48 horas después, cambiar pañales y preparar biberones por triplicado ha sido una pirueta vital bastante fuerte. Sin la gente que nos quiere no habríamos podido hacerla, la verdad.

La existencia de una red de contactos y familiares tupida es algo en lo que se incide mucho durante el proceso, y ahora entendemos por qué: gracias a nuestro entorno hemos podido hacernos en un tiempo récord con toda la logística necesaria para empezar a criar a nuestras hijas.

Ha sido muy emocionante vernos tan arropados en nuestros primeros días como familia numerosa, la verdad. Y el arrope también ha venido de la sanidad pública, que ha resultado indispensable para el bienestar de las niñas.

Sé que llevo con mis niñas muy pocos días, que vendrán momentos duros y que mi vida ha cambiado de una manera radical. Todavía es muy pronto para poder hacerme a la idea de la revolución que se me viene, pero hay algo que tengo más claro que nunca, y en lo que me reafirmo:

como hombre cis y gay, la adopción me parece la opción más idónea para ser padre: por ética, por sostenibilidad y por responsabilidad con el mundo en el que vivo.