En 1762, una expedición de 2.000 ingleses remontaba el río San Juan de Nicaragua para saquear la ciudad de Granada. El fuerte de la Inmaculada Concepción era la única esperanza pero su comandante acababa de morir. Su hija Rafaela de Herrera de 21 años se hizo cargo de la defensa.
El río San Juan de Nicaragua llevaba directamente hasta el lago Cocibolca, en cuyas orillas se encontraba la importante ciudad de Granada, que ya había sido objeto de ataques piratas y corsarios en los siglos anteriores. A causa de esto, en el siglo XVII se construyó el fuerte.
Este fuerte guardaba el único acceso fluvial al lago por el río San Juan, lo que lo hacía de una gran importancia estratégica. Sin embargo, en el contexto de esa guerra, España había reforzado sus posiciones más importantes, descuidando las zonas menos estratégicas.
Cuando se presentaron los británicos con 2.000 hombres y cientos de barcas en el río, el comandante del fuerte, el teniente coronel Juan de Herrera acababa de fallecer, pero en su lecho de muerte su hija Rafaela le había prometido defender con su vida la posición.
Rafaela había llegando con su padre al fuerte cuando tenía 10 años, y ya llevaba 9 allí. Su padre, oficial de artillería, la instruyó desde niña en el manejo del cañón, cosa que hacía con soltura. Cuando el emisario inglés se presentó exigiendo la rendición de la plaza...
Los oficiales españoles se reunieron para debatir la cuestión, pues quedaba al mando el joven teniente Juan de Aguilar y un sargento, y una guarnición de 100 hombres, la mayoría milicianos mulatos y negros libres. Sus hombres serían vendidos como esclavos de perder la batalla.
Rafaela, haciendo honor a la promesa que le hizo a su padre en su lecho de muerte, le espetó al teniente: ¿Has olvidado los deberes impuestos por el honor militar? Poco después, se encontraba ordenando a los hombres tomar posiciones para defender el fuerte.
La respuesta encolerizó a los británicos que formaron en línea de escaramuza para iniciar el asalto. Rafaela entonces cargó un cañón e hizo fuego contra la línea, alcanzando de lleno a la carpa de oficiales ingleses, matando al coronel Seethan e hiriendo a varios oficiales.
La tenacidad de la defensa fue tal que los británicos sufrieron muchas bajas. Esa noche, aprovechando la oscuridad, los españoles salieron en escaramuza y lanzaron al río varias ramas con hojas impregnadas en alcohol, siguieron la corriente y prendieron fuego las barcas inglesas.
Una semana más tarde, cuando el teniente Juan de Aguilar preparaba una salida a la bayoneta, vista la fiereza de los españoles, los británicos se retiraron río abajo, con muchas bajas. Curiosamente, los españoles consideraron esto un milagro de la Inmaculada Concepción.
La razón fue que un gorrión estuvo en medio de la batalla cantando en la capilla frente a un retablo de la Virgen María, en una advocación de la Inmaculada Concepción. Esto fue entendido como una señal de que Dios estaba de su lado, y que les daría la victoria. Como así fue.
Curiosamente, un joven oficial llamado Horatio Nelson intentaría una expedición similar sobre la misma fortaleza española, cosa de 20 años más tarde, con similares resultados. En aquel momento sería el comandante Juan de Ayssa el que llevaría a cabo la proeza.
Bibliografía:
Dolores Gámez, J. (1889). Segunda mitad del siglo XVIII. Historia de Nicaragua desde los tiempos prehistóricos hasta 1860. Managua: Forgotten Books. Facsímil.
Láminas:
José María Bueno
y otros
Nota: Rafaela de Herrera, nacida en Cartagena de Indias en 1742, era hija y nieta de militares españoles de las armas de Ingenieros y Artillería, e hija de una mulata llamada María Felipe Torreynosa. Por tanto, ella misma era criolla y posiblemente mulata.
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Tal día como hoy, 25 de diciembre de 1492, unas corrientes hacían encallar a la nao San María al norte de la isla La Española, lo que hoy se conoce como Punta Santa. El destino conspiró para que se estableciera el primer asentamiento español en el Nuevo Mundo: el Fuerte Navidad.
Cristóbal Colón navegaba desde el cabo de Santo Tomás hasta Punta Santa para conocer al cacique Guacanagarí. Al anochecer, los oficiales se retiraron y se dejó el gobierno de la nao a un mozo, un grumete. Unas corrientes empujaron a la nao Santa María hacia un banco de arena.
A eso de las 12:00 de la noche, el mozo dio alarma y la tripulación trató de evitar el naufragio, ya inevitable. La tripulación se salvó en parte gracias al cacique Guacanagari, que acudió al rescate con canoas. No hubo bajas, pero la nao Santa María quedó varada e irrecuperable.
Tal día como hoy, 4 de julio de 1776, las Trece Colonias se declaraban independientes del Reino Unido, como los Estados Unidos de América. España apoyaba a los estadounidenses con grandes sumas de dinero, uniformes, armas, y tropas. Sin ella nunca lo hubieran conseguido.
Desde 1775, a través de la empresa Roderique Hortalez y Cía y con intermediación del gobernador de la Luisiana Luis de Unzaga, Diego de Gardoqui y Pierre Caron de Beaumarchais, España envió a los patriotas la friolera de 6.150.000 Reales en monedas de a ocho, el spanish dollar.
Además, a través de las empresas y filiales de Roderique se enviaron 216 cañones, 27 morteros, 30.000 mosquetes y bayonetas, 51.314 balas, 300.000 libras de pólvora, 12.868 granadas de artillería, 30.000 uniformes, 32.000 varas de paño, 18.000 mantas y 4.000 tiendas de campaña.
Tal día como hoy, 9 de junio de 1770, la división española de 4 fragatas del capitán de navío Ignacio de Madariaga expulsaba a los británicos de las islas Malvinas. Los británicos habían bautizado su asentamiento como Port Egmont; los españoles como Puerto Soledad.
Aunque los franceses del conde de Bougainville habían sido los primeros en asentarse en las islas, el archipiélago pertenecía legítimamente a España. Así terminarían evacuándolo. Los británicos tratarían en varias ocasiones de hacerse con ellas por su importancia estratégica.
Este asentamiento, aunque intentó ser ocultado por los británicos, no pasó desapercibido en España, y el espionaje español consiguió localizarlo; el rey Carlos III ordenó que los británicos fueran desalojados con la división naval del río de la Plata.
Tal día como hoy, 4 de mayo de 1588, una flota de 200 buques y con 23.375 ingleses se presentaba en Coruña para tomar la ciudad. La heroica defensa de Juan Pacheco de Toledo con 1.500 hombres, y mujeres, la derrotaría. El desastre fue tal que se llamó la Invencible Inglesa.
Isabel I había organizado una grandísima escuadra compuesta por 6 galeones reales, 60 mercantes armados, 60 filibotes, 20 pinazas y un gran número de transportes de tropas, en total unos 200 buques; la tropa eran 23.375 hombres, entre soldados y marineros.
El mando de tan impresionante contingente lo ostentaba Francis Drake, con apoyo de John Norreys, Walter Raleigh y Robert Devereux, los principales almirantes y cortesanos ingleses. Por su parte, la expedición estuvo financiada por capital real y privado, incluyendo holandés.
Tal día como hoy, 30 de abril de 1657, una escuadra inglesa de 23 navíos de guerra atacaba la Flota de Indias en Santa Cruz de Tenerife recién llegada de La Habana y Veracruz. Si bien los ingleses destruyeron 2 galeones y 7 mercantes, Diego de Egües había desembarcado la carga.
A pesar de la superioridad numérica, pues la Flota de Indias estaba compuesta por 21 mercantes y sólo 2 galeones de escolta, los ingleses no pudieron cumplir con su objetivo. Por esta razón ambos contendientes se atribuyeron la victoria, recompensando a los participantes.
España perdió parte de su Flota de Indias y escolta de galeones, si bien consiguió desembarcar la carga que era la prioridad, teniendo más bajas. Inglaterra sufrió desperfectos en su flota aunque consiguió salir de puerto sin grandes bajas, pero sin lograr su objetivo.
Tal día como hoy, 27 de abril de 1521, en la batalla de Mactán que se libró en la isla de Cebú, murió Fernando de Magallanes al enfrentarse con 49 de sus hombres a 1.500 nativos del caudillo Lapulapu. El resto de los expedicionarios observaban desde sus naves la batalla.
A causa de la orografía rocosa de la isla, Magallanes no pudo desembarcar directamente, ni recibir apoyo de la artillería de sus naves, por lo que tuvo que anclar en la distancia y llegar en botes hasta la playa. Para la misión, Magallanes eligió a 48 hombres, sobresalientes.
Los sobresalientes eran soldados embarcados, un tipo de infantería anterior a la de Marina. Usaban espada, rodela y media armadura. Al desembarcar, tuvieron que andar casi un km y tenían el agua por encima de la rodilla. Los nativos se lanzaron contra los fatigados soldados.