Segunda entrega de la sección #ArtistasConSolera, en la que periódicamente presento la obra de un autor cuasi desconocido para el gran público.
Conozcamos a Francisco de Leygonier y Haubert, primer fotógrafo de Sevilla y pionero en España.
Vista de Sevilla (ca. 1855).
Un buen día de 1812 nace en la «Muy Noble» y «Muy Leal» ciudad de Sevilla nuestro protagonista, Francisco de Leygonier y Haubert, de padres franceses afincados en la collación de Santa Catalina.
Desde joven había estado interesado en la Ciencia. Como consecuencia, en 1840 viaja a Burdeos para formarse en la incipiente escuela de Fotografía, que daba sus primeros pasos desde que Joseph N. Niépce inventase en 1825 la heliografía, a partir del arquetipo de cámara oscura.
Tras su regreso a Sevilla abre un estudio fotográfico en el número 8 de la calle de la Cantimplora, hoy callejón Ensenada, convirtiéndose en el primer fotógrafo profesional de la ciudad.
«Callejón Ensenada, Sevilla», obra del pintor Eduardo Juárez Vázquez.
En aquel momento dos métodos pugnaban por la hegemonía de la Fotografía: el calotipo, patentado por el inglés F. Talbot; y el daguerrotipo, creado por el francés L. Daguerre. Ambos procedían del invento primigenio, la heliografía, en el que hicieron unas ligeras modificaciones.
Leygonier se especializa en el calotipo, introduciéndolo en España en torno a 1842.
Su principial ventaja era que a partir de un negativo podían obtenerse múltiples positivos. Por el contrario, el daguerrotipo generaba un único positivo.
Negativo-positivo (1842), de F. Talbot.
Otra ventaja del calotipo era que reducía considerablemente (de minutos a segundos) el tiempo de exposición a la luz, permitiendo fotografiar una gran diversidad de escenas, lo que propiciaría que nuestro protagonista pudiera captar momentos únicos.
Veamos cuales fueron. 👇
Uno de los más emblemáticos es el que reproduce la actual Plaza Nueva poco tiempo después de la demolición del Convento de San Francisco, que aconteció en 1840.
Algunas fuentes datan la fotografía de 1841 o 1842, lo que la convertiría en la más antigua conservada de España.
También retratará el Puente de Isabel II, popularmente conocido como «de Triana», en el día de su inauguración, que tuvo lugar el 23 de febrero de 1852.
Se trata del segundo puente de hierro más antiguo de España, tras el puente del Parque de El Capricho de Madrid.
Durante su carrera Leygonier estaría siempre en permanente contacto con la vanguardia francesa. Debido a ello, entre 1851 y 1852 introduce en España la copia a la albúmina, un método que reducía significativamente el coste de producción de los positivos.
A través de este método, retratará los festejos organizados el 5 de enero de 1854 por el nacimiento de la infanta María Cristina, hija de la reina Isabel II, que desafortunadamente fallecería sólo dos días después.
En el grabado observamos el majestuoso Palacio de San Telmo.
Gracias a Leygonier conocemos la fisonomía de algunos edificios antiguos, como es el caso de las otrora Puertas de San Fernando (ca. 1849) y de Carmona (ca. 1858), derribadas en 1868.
Asimismo, nos brindará magníficas instantáneas de la Giralda, el Real Alcázar y la Casa de Pilatos, así como una valiosa imagen de la fachada del Ayuntamiento en 1852, antes de que se llevasen a cabo las obras de remodelación del edificio.
Fuera de la ciudad de Sevilla la producción que nos ha llegado es escasa. Aunque conservamos unas preciosas imágenes de la Alhambra de Granada y de la Ermita de Nuestra Señora de Valme, perteneciente al municipio sevillano de Dos Hermanas, reconstruida en 1859.
Finalmente, alcanzado el año 1882, nuestro protagonista fallece en la ciudad que 70 años antes le viera nacer.
Su hijo, Francisco de Leygonier Ortiz, le relevaría en la dirección del estudio, trasladándolo al Patio de Banderas.
Patio de Banderas (1880), de Emilio Beauchy Cano.
Aquí termina nuestro recorrido. ¡Espero que os haya gustado!
Las fotografías de época son de:
- ABC,
- El País,
- la Biblioteca Digital Hispánica de la @BNE_biblioteca,
- la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico
- y la colección Beauchy Photo.
¡Hasta pronto!
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Hoy, 11 de mayo, se cumplen 22 años de la muerte de Porfirio Smerdou Fleissner, el cónsul de México que salvó la vida de centenares de personas en la Guerra Civil.
Es por ello que se le conoce como «el Schindler de la guerra civil española».
¡Hilo! 🧵
Domingo, 19 de julio de 1936.
Un hombre de avanzada edad llama a la puerta de Villa Maya, el hogar de la familia Smerdou en Málaga.
–¿Quién es?
–Señor Smerdou, me han dicho que quizás pueda ayudarme.
–Dígame.
–Los milicianos han quemado mi casa y se han apropiado de mi negocio, y no sé a dónde ir.
–De acuerdo, pase. Veré qué puedo hacer.
Hace unos días falleció en Ribadavia (Ourense) Ramón Estévez, un héroe desconocido.
Desde su Galicia natal, Ramón ayudó a los judíos perseguidos por el Tercer Reich que llegaban a España a huir del Holocausto.
¡Hilo! 🧵
Ramón aún no había cumplido 18 años cuando Lola, la mayor de las hermanas Touza, fue a hablar con su padre, Francisco Estévez, que era un conocido pescador de la zona: «Paco, ¿cuándo vais de pesca? Necesito que me hagas un favor», le dijo.
Corría el año 1941, pleno auge de la Alemania nazi.
Las hermanas Touza, Lola, la mayor; Amparo, la mediana; y Julia, la pequeña, vivían en Ribadavia, desde donde estaban a punto de comenzar a tejer la mayor red de fuga de judíos de España.
¿Quién no ha deseado alguna vez disponer de un balcón en la Carrera Oficial para ver el paso de las cofradías?
Eso debió de pensar el arzobispo Francisco Solís, que en la Semana Santa de 1751 ordenó que las cofradías circulasen junto al balcón del palacio arzobispal.
HILO 🧵
Tras pasar por la Catedral, las cofradías abandonaban el templo por la puerta de Palos, dejando a un lado el palacio arzobispal; lo que no era del agrado del arzobispo en funciones, que ansiaba verlas desde su balcón, ubicado en la actual plaza Virgen de los Reyes.
Dicho y hecho.
A punto de dar comienzo la Semana Santa de 1751, encargó a un notario que se desplazase a la puerta de Palos para que comunicase a cada hermano mayor la orden de pasar por el balcón del palacio; a lo que estos fueron accediendo.
Os presento a Manuel y a Pedro, dos amigos cuyas vidas se cruzaron en el fragor de la batalla.
¿Queréis saber cómo, a pesar de haber sido enemigos, lograron forjar una amistad?
Pues acompañadme a descubrir una de las hazañas más emotivas de la Guerra Civil española.
¡Hilo! 🧵
Viajamos a principios de marzo del año 1937.
La guerra avanza lenta pero inexorablemente.
En la franja norte del país, las fuerzas sublevadas han comenzado a hostigar las principales posiciones republicanas, ante la inminente Campaña del Norte.
Para impedir el abastecimiento a los principales núcleos de población bajo dominio de la República, la armada sublevada lleva desde hace algunos meses ejerciendo un férreo bloqueo naval, que solo ha sido ligeramente eludido gracias a la intervención de la Marina Real británica.
Tras una larga carrera al servicio de la Monarquía Hispánica, Gaspar de Robles llegaba a la provincia de Frisia, ubicada en el rincón más septentrional de los Países Bajos, por orden del «Gran Duque de Alba», que le había encomendado el cargo de gobernador de la región.
En los ocho años que permaneció en el cargo, el gobernador español tuvo que superar numerosos obstáculos; de los que ha quedado constancia gracias a la correspondencia que envió a Felipe II, demandándole ayuda en los más variados asuntos. Algunos, incluso, de índole familiar.
Suena el teléfono en el Museo del Prado:
– ¿Dígame?
~ Hola. Quería saber si ha ocurrido algún incidente en el museo.
– No, ¿por qué?
~ No se preocupe. Adiós.
Horas después, un hombre cae de uno de los balcones del museo. 🧵 #Prado203
Es la 1 de la madrugada.
Gerardo Castro, celador del edificio, su mujer y su hijo oyen de repente un ruido en el jardín.
Su hijo, el más decidido, abre la ventana... y allí lo ve: un hombre, en el suelo, gime de dolor.
Tiene demasiadas heridas. Nada se puede hacer por él.
Su cuerpo, inerte, yace en el gélido suelo de la noche.
Una persona, de las que se han congregado alrededor del cadáver, da una voz de alarma:
– ¿Qué es lo que tiene en el bolsillo?
~ Parece un papel, responde otra.