Algunos se preguntan por qué Iberoamérica es tan pendeja que teniéndolo todo sólo termina produciendo tiranillos y miseria. Y enumeran muy bien los ejemplos. Pero se quedan en la pregunta, no nos dan la respuesta. Les diré algo, me pueden linchar por inmodesto, pero creo saberla:
nuestra «independencia» del imperio español (del cual éramos parte y no precisamente como colonias, sino como dignísimas provincias) fue una farsa injustificable, montada por potencias rivales como Gran Bretaña, Francia, Holanda, etc. a partir de una propaganda anti española con
la cual fueron armando una leyenda negra y captando ricos hacendados a quienes se les hizo ver que el continente les pertenecería tras una revolución. Hoy llamamos a dichos criollos libertadores, pero es gracias a ellos que el continente dejó de ser un imperio para convertirse
en un territorio balcanizado, escindido en pobres republiquetas devastadas por la guerra, convertidas en rivales disputándose fronteras y mercados, y sometidas entonces sí a los designios de otros imperios y potencias que siguieron, como era de esperarse, dictándonos la falsa
narrativa libertaria tras la susodicha «liberación», mientras realizaban nuestra verdadera colonización comercial y política. Hoy vivimos en la era de la información y no es difícil encontrar abundante documentación testimonial y patrimonial que desmienta la versión a-histórica
sobre el imperio español que impulsaron instigadores secesionistas como Bolívar desde el poder. Dicha documentación deja expuestos por sí mismos los intereses reales de los conjurados, su demagogia ilustrada decimonónica, su retórica grandilocuente, manipuladora y victimista.
Todos los gobiernos sucesivos lógicamente deben sus poderes al triunfo de la sedición separatista, y a ella rinden el oficioso tributo reglamentario desde hace dos siglos, con toda la pomposidad de una tautología descarada. Pero la mentira tiene patas cortas, queda expuesta en
los resultados. Iberoamérica no es tan pendeja como afirman algunos, es más bien predeciblemente torpe por su origen bastardo, hija de una sangrienta violación histórica en la que fue declarada por la fuerza «libre» e «independiente» —sin haber sido jamás cautiva ni
dependiente—, y en la que le fue borrada y remplazada su memoria por una nueva, pero llena de complejos identitarios, que la llevarían una y otra vez a repetir esta producción suicida de caudillos y vengadores a quienes seguir entregándose interminablemente.
Meses después de la Navidad Negra, la masacre aún seguía. Los métodos de exterminio de Bolívar se revelan en cartas que sus propios generales le envían. Aquí una de Bartolomé Salom, en Pasto el 25 de septiembre 1823:
«Hemos cogido prisioneros muchachos de nueve y diez años. Este
exceso de obcecación ha nacido de que [los pastusos] saben ya el modo con que los tratamos en [la batalla de] Ibarra; sorprendieron [o encontraron] una contestación del señor comandante Aguirre sobre la remisión de esposas [o ganchos] que yo le pedía para mandar a asegurar a los
que se me presentaran según instrucciones de su Excelencia [Bolívar], y sacaron del Guáytara los cadáveres de dos pastusos, que con ocho más entregué al comandante Paredes con la orden verbal de que los matara secretamente. De aquí es que han despreciado insolentemente las
ALGUNOS se preguntan por qué Hispanoamérica es tan pendeja, que teniéndolo todo sólo termina produciendo tiranillos y miseria. Y enumeran muy bien los ejemplos. Pero se quedan en la pregunta, no nos dan la respuesta.
Les diré algo, y me pueden linchar por inmodesto, pero creo
saberla: Nuestra «independencia» del imperio español (del cual éramos parte y no precisamente como colonias, sino como dignísimas provincias imperiales) fue una farsa injustificable, montada por potencias rivales como Gran Bretaña, Francia, Holanda, etc.. Todo ello a partir de
una propaganda anti española con la que fueron armando una leyenda negra, y captando ricos hacendados hispanoamericanos para hacer el trabajo, a quienes se les hizo ver que el continente les pertenecería tras una revolución. Hoy llamamos a dichos criollos «libertadores», y
Estudio desde hace tiempo el cristianismo primitivo, y lo he hecho desde la historia, la teología y la filosofía. Ha sido muy importante para mí el tema del sacrificio (o «Argumento de la Expiación», que es como se llama en teología), llegando a la conclusión de que la muerte
de Jesús en la cruz no tiene nada que ver con la redención de la humanidad mediante el sacrificio, como en los ritos sacrificiales de ciertos cultos y religiones.
Pero claro, en el corazón del cristianismo se halla una imagen tan poderosa como perturbadora, la del Hijo de
Dios colgado de una cruz, derramando su sangre para redimir los pecados del mundo. Esta imagen encierra una idea, conocida como la doctrina de la expiación, que sostiene que la humanidad, manchada desde sus orígenes por el pecado de Adán, fue incapaz de restaurar por sí misma la
¿Naciste en Venezuela? Entonces es seguro que fuiste arrullado por el mito fundador de la independencia. Durante dos siglos se nos ha enseñado, desde la más tierna infancia, a venerar a «nuestro Padre Libertador».
Tu primer desayuno: que fuiste liberado. Comienzas a tomar
notas en tu cuaderno.
Deducción subsiguiente de cualquier niño: «Entonces quiere decir que antes no éramos libres; estábamos ocupados». Pero hay más…
Según la descripción que se te da del ocupante, deduces que representaba lo peor de Europa; que era un cerdo cruel y
sanguinario.
Luego, te das cuenta de que hablamos su lengua, y de que incluso llevamos su sangre…
Nueva deducción: «No sólo nos invadió físicamente, sino también biológicamente».
En resumen, nos sometió, se apoderó del país, exterminó a sus habitantes originarios
En 1800, todos los venezolanos éramos españoles. Decir «venezolanos» era como decir margariteños o falconianos. En otras palabras, provincianos. ¿Pero quién si no algunos engreídos muchachitos afrancesados podían sentirse disminuidos por ello?
Venezuela era una decentísima y
próspera provincia española que, justo en los 27 años previos a la atroz revolución bolivariana (la original), había triplicado su economía gracias al libre comercio de sus puertos, decretado por el rey Carlos III.
Nada justificaba la retórica independentista, sólo la
resentida ambición de un oportunismo mantuano (muy minoritario, valga subrayarlo).
En 1810, con esta revolución pseudo-patriota nuestra envidiable prosperidad se detuvo por completo. Venezuela, que no era una colonia sino una provincia del reino, aquella que algunos
Bolívar en carta a Santander el 7 de enero de 1824: «...me suelen dar, de cuando en cuando, unos ataques de demencia aun cuando estoy bueno, que pierdo enteramente la razón, sin sufrir el más pequeño ataque de enfermedad y de dolor». Ante tales confidencias,
difícil luego no establecer una relación de causa-efecto entre estos extraños padecimientos y el hecho de que el sujeto era en realidad un verdadero azote.
Nos cuenta Pablo Victoria que en agosto de 1813 Bolívar arrasó pueblos enteros, pasando por las armas a todos los
españoles y canarios que en ellos habitaban. En septiembre decretó reclutamiento y ejecutó a todos los que se negaron. Ejecutó a 69 españoles sin juicio. En diciembre derrotó al ejército realista en Acarigua y ejecutó a 600 prisioneros. El 8 de febrero de 1814 ordenó ejecutar a