Esto podría ser una frase muy bonita, pero no es solo metafórica.
La historia del siglo XX ilumina Berlín en cada esquina, en cada avenida y en cada farola.
Berlin es luz... pero luz artificial.
Si habéis estado en Berlín entre octubre y abril, sabréis que la capital alemana es una de las ciudades más oscuras de Europa.
El sol no quiere mucho a Berlín (por mucho que los alemanes insistan en que es una de las ciudades más luminosas).
Por esta razón fue una de las primeras ciudades en el mundo con farolas de gas.
El ministerio del Interior de Prusia, a instancias de la policía, comenzó a iluminar las calles berlinesas del siglo XIX para prevenir robos y otros problemas de seguridad.
Pero un momento, esa foto ☝️ no parece del siglo XIX.
¿Cómo puede ser?
Porque Berlín tiene algo único.
Un paseo a la luz de farolas de gas del siglo XIX por el Tiergarten.
Una gozada.
Pero avancemos al siglo XX.
Por fin llega la luz eléctrica y eso cambia la ciudad.
Los teatros, los cafés, los restaurantes ¡las fachadas!
Todo está llena de luz.
La visión de la ciudad cambia para siempre.
Nunca podremos imaginar desde nuestra época lo que supuso la llegada de la luz eléctrica a una ciudad como Berlín.
La luz le gana la vida a la noche.
Tanto es así que trae consigo un nuevo nombre para la ciudad:
Berlin in lichts ( Berlín iluminada).
(Nombre promovido por la marca de bombillas Osram, todo hay que decirlo)
Buen nombre ¿verdad?
El nombre lo popularizó un tal Bertolt Brecht en una canción:
"Vamos, enciende la luz, para que puedas ver si hay algo allí.
Vamos, enciende la luz y no hables.
Vamos, enciende la luz, así podremos ver qué es:
Berlín iluminada."
Toda esta nueva vida transcurre bajo las lámparas de Unten den Linden creadas por Ludwig Schupmann (y cuya reconstrucción se pueden contemplar frente hoy en día frente a la puerta de Brandeburgo)
Pero entonces llegó la oscuridad.
Adolf Hitler veía en aquella ciudad un exceso de... bueno, un exceso en general.
Así que mandó a su arquitecto de confianza, Albert Speer, refundar la ciudad con un nuevo plan urbanístico.
Lo llamaron (humildemente) Germania Capital del mundo.
Querían realizar una obra faraónica llena de avenidas anchas y grandes edificios, como la futura cancillería o el estadio olímpico más grande del mundo.
Por suerte para Berlín, no dio tiempo a construir casi nada de todo esto.
Pero.... ¿Sabéis qué sí dio tiempo a construir?
Exacto: Las farolas.
Este el modelo de farola OWA, diseñado por Albert Speer.
Y si alguien conocía el poder de luz era Albert Speer.
Speer consiguió utilizar la luz como propaganda. Una absoluta maravilla (más allá de que sus ideas fueran repulsivas).
Durante los juegos olímpicos de Berlin 1936 creó la "Lichtdom"(La catedral de la luz).
Un muro, generado a base de luz directa, que envolvía el estadio.
Pero su logró más propagandístico lo consiguió con sus farolas OWA.
El día de la inauguración de la gran avenida que llegaba hasta la puerta de Brandeburgo, todo estaba a oscuras.
Pero las famosas farolas de Speer se iban encendiendo al paso de Hitler con su coche.
Por suerte,
Speer se acabó...
El nazismo se acabó...
Germania se acabó...
Pero no sus farolas.
Además de las farolas que sobrevivieron en el oeste, ocurrió una historia interesante con su diseño.
Allá por el año 1950 se comenzó la remodelación de otra gran avenida de la ciudad, la entonces llamada Staninalle.
Una avenida que enorme que llega hasta Alexanderplatz.
Por supuesto, querían algo monumental, algo que demuestre poder y grandeza del nuevo gobierno
¿Os suena?
Y durante la remodelación ocurre una de esas paradojas históricas tan bonitas que solo pueden ocurrir en Berlín.
El encargado de toda la planificación es arquitecto Richard Paulinck, conocido como uno de los padres de las Plattenbau (de esto ya hablamos en otro hilo).
Paulick decide diseñar el mismo las farolas que alumbrarán la nueva Staninalle.
Y para sorpresa de todos...
¡Basa en su diseño en las farolas OWA de Albert Speer!
Así, en unos cientos de metros, tenemos a dos dictadores... pero representados por una misma farola.
*A dos dictadores enfrentados... pero representados por una misma farola.
Sin embargo, con la llegada del muro, la dos ciudades se van separando cada vez más y más.
También en la iluminación.
El oeste renueva sus farolas que comienzan a ser más modernas, para ahorrar energía.
Sin embargo, en el este (aún hoy en día) se conservan las antiguas farolas de gas.
Así llegamos a la famosa foto.
Una misma ciudad, pero aún dividida.
Diferenciada por un pasado que aún sigue marcando el presente.
Y quizás sea porque me voy acostumbrando al largo invierno berlinés, pero después de haberme pasado toda la semana estudiando farolas... lo que más me apetece es que se enciendan las luces y darme un paseo bajo ellas.
Lo que más me gusta de escribir en Twitter, es que me obligo a aprender.
Hoy he vuelto a casa mirando todo el rato hacia arriba, admirando las farolas.
Hasta que he llegado a Südstern y he descubierto que frente a la iglesia hay unas Schupmann. 😍
Por cierto número 2:
Me informa @brezhneviano (mil gracias otra vez) que el color amarillento de las farolas del este se debe a que las lámparas son de vapor de sodio, no al gas.
Me encantan estas aclaraciones.
O sea, vamos a ver… El vapor de sodio es gas, pero me refería a que el color se debe al tipo de lámparas.
Esto me pasa por meterme en temas de ciencia 🤪
Por cierto número 3:
@Da_Sommer me comenta que una mejor traducción para "Berlín im licht" (por cierto, lo escribí mal en el hilo 😅) sería:
"Berlin bajo los focos" o "Berlin expuesto a la vista de todos".
Porque une el significado de iluminación y el de mostrarse.
Cierre del hilo:
Como veo que hay muchos "enamorados" de las farolas como yo, os dejo esta infografía tan guay con los tipos de farolas de gas que hay en Berlín.
Gracias a todos por la gran acogida al hilo. Nunca pensé que un hilo sobre farolas se fuera hacer viral, pero... la magia de Twitter.
Nos leemos el próximo viernes.
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Seguimos de paseo por las tipografías de las estaciones de Berlín para conocer su historia.
Hoy viajamos hasta la estación de Anhalter Bahnhof, con una tipografía que todos podemos reconocer fácilmente: es Nazi.
Pero nos tenemos que hacer dos preguntas: ¿Por qué reconocemos esta tipografía como nacionalsocialista? ¿Y por qué se mantiene en esta estación hoy en día?
Para contestar a estas preguntas, nos teníamos que ir a la guerra, pero no a la que pensáis. A una guerra que duró más de 300 años: la guerra de tipologías.
Una guerra que comenzó con un libro.
Bueno con un libro no... con el libro que lo cambió todo: La biblia de Gutenberg.
No fue el primer libro impreso por Gutenberg, pero sí el más importante. Fue el primer texto que se imprimió de forma masiva, es decir, un libro que por primera vez iba a leer mucha gente.
Como Gutenberg quería que sus libros se parecieran lo máximo posible a los libros escritos a mano, decidió utilizar una fuente que fuera similar a los textos litúrgicos (además de que era pequeña y estrecha y le permitía imprimir pocas páginas), por eso eligió la tipo: Textura.
Esta fuente tipográfica se hizo popular, en el sentido de que el pueblo la entendía, por eso cuando en 1517, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la iglesia de Wittenberg, lo hizo con la fuente Fraktur, una fuente que evoluciona de la Textura de Gutenberg:
Así, las nuevas biblias impresas en alemán (y otros idiomas) utilizaban la Fraktur siguiendo los pasos de Lutero.
Pero... Pero..
Las biblias que se imprimían en latín utilizaban la fuente Antiqua, la tipografía que pronto adoptaría el resto de Europa, tanto para el latín como para sus lenguas autóctonas.
Así, durante más de 300 años, las dos fuentes rivalizaron en los países de habla alemana.
Dependiendo de la región y la religión, se adoptaba una y otra.
Hasta que en el siglo XIX llegó la época de las reivindicaciones nacionales y la creación de Alemania.
Por supuesto, dentro del movimiento nacional alemán, se tomó la fuente Fraktur como la tipografía propia de Alemania. Otto von Bismark, el gran precursor de la idea de nación, se vanagloriaba de leer solo textos en Fraktur.
Por eso, cuando Hitler llegó al poder, la tomó como la fuente del partido Nazi.
Todos los textos, carteles y octavillas del nacionalsocialismo, utilizaron la fuente Fraktur.
Era su tipografía... ¿o no?
Porque en 1941, Hitler declaró que esa tipografía era judía (cosa que por supuesto no era) y pedía abandonar esta tipografía.
La razón estaba muy clara, según Hitler "En 100 años, toda Europa leerá en alemán" y no podían hacerlo en la Fraktur que resultaba un obstáculo a la hora de leer.
Por eso prefería la Antiqua, fuente que toda Europa conocía y que permitía hacer llegar su propaganda.
(nota a pie de página, cuando veáis a alguien con un tatuaje nazi con la típica tipografía gótica, le podéis decir que Hitler prohibió esa fuente por judía, por las risas)
Y no es casualidad que Anhalter Bahnhof mantenga esa tipografía. Esta estación fue la gran estación de los años 30 y 40 en Berlín. Se dice que cada dos minutos salía un tren de sus andenes.
Y también fue el lugar más triste de la época.
Desde allí salieron los trenes cargados de judíos berlineses hacia los campos de concentración.
Por eso, cuando la estación fue destruida en la II GM, se rehizo una parada de tren nueva, pero en la superficie se dejó el antiguo pórtico gigante que servía de entrada a la estación, porque para los alemanes, el pasado nunca deber ser olvidado, tanto para lo bueno como para lo malo.
De ahí, que sea habitual encontrar la fuente Fraktur en muchas estaciones de Berlín creadas en aquella época.
Aquí os dejo unas imágenes de las diferentes tipografías, porque en este formato X solo me permite subir una foto, pero os recomiendo que leáis estas historias en IG (@yosoycorra) donde si puedes ver todas las fotos.
Por estas estaciones y algunas más, viajan mis personajes de El escritor y la espía, mi última novela que habla de trenes, espías y, sobre todo, literatura:
En Berlín, hay un puente en el que dos luces juegan al piedra-papel-tijera durante toda la noche.
Y no lo hacen por jugar, sino por recordar una vieja historia berlinesa.
Jugad conmigo en este hilo de #berlinespobreperosexi
El 9 de noviembre de 1989 cambió la historia de Berlín. Es el momento que el muro cayó y, por fin, los vecinos pudieron reencontrarse casi 40 años después.
El muro se derribó en casi toda la ciudad, pero aún queda un lugar que fue el símbolo de la separación durante años.