Como estamos hablando estos días de genios y también de mujeres que merecen un destacado lugar en la historia, y no tienen, hoy os dejo esto para hablar de una mujer que hizo una genialidad y merece, de verdad, un destacado.
Voy a hablar de esta risueña señora, Ruth Graves Wakefield (1903-1977), de soltera Ruth Graves Jones, que nació y murió en el estado de Massachusetts, o como se escriba, en los EE. UU.
Ruth trabajó varios años como dietista hasta que se enamoró y se casó con Kenneth Donald Wakefield. En 1930, compraron una posada para turistas en en Whitman en el condado de Plymouth, la Toll House Inn, que ofrecía comida rápida a los viajeros de la ruta de Boston.
La señora Wakefield pronto se ganó el respeto y la admiración de viajeros y vecindario por sus sabrosas recetas caseras, que eran la delicia del personal.
Tenía por costumbre servir una doble ración de postre. Un postre para consumir en el restaurante y otro, para después.
Y el postre que tenía más éxito de todos eran sus galletas con trocitos de chocolate.
La leyenda dice que hacía unas galletas y se le cayeron unos trocitos de chocolate en la masa... Pero no. La señora Wakefield sabía lo que se hacía desde el primer momento. Tuvo un arrebato de genialidad al mezclar pedacitos de chocolate con la masa.
La señora Wakefield.
Eran, en origen, trocitos de chocolate de una barra de chocolate con leche de Nestlé. Pronto, muy pronto, las galletitas Toll House (así las llamó) se hicieron famosísimas.
La señora Wakefield, lejos de quedarse con la receta, la hizo pública en un libro que todavía está a la venta, "Toll House Tried and True Recipes", que hoy cuenta con más de 39 ediciones y no sé cuántas reimpresiones.
Nestlé pagó un dólar (uno) por publicar la receta en sus campañas publicitarias, con el permiso de la señora Wakefield, cuya única intención era incrementar el número de personas que pudieran alegrarse la vida con su receta.
Las galletitas Toll House salieron de Machasutes, o como se escriba, para conquistar los EE. UU. y el mundo durante la Segunda Guerra Mundial.
Madres y esposas enviaban al frente galletitas con trocitos de chocolate a los soldados y éstos pidieron más y más, por supuesto.
En 1997, el estado de Masachutes... eh... ¡ya me entendéis!
Decía que en 1997 declararon las galletitas de chocolate de la señora Wakefield comida oficial del estado, a modo de homenaje por tan feliz y genial idea, y por tanta generosidad.
Ya es hora de rendir un sentido homenaje a la señora Wakefield por su contribución a la historia, ¿no? También hay que recordar a los benefactores de la humanidad, me parece a mí.
Ahí os dejo, que me ha entrado el hambre y ahora vuelvo.
Gracias por leerme.
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Dije que os contaría mi experiencia con el diseño de la antorcha olímpica de Barcelona '92 y eso haré.
También os debo otra #RistraDeTuits sobre esgrima, pero ya llegará, dadme tiempo.
¡Allá va la #RistraDeTuits de la antorcha olímpica y un servidor de ustedes!
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No vengo a contaros la historia de las antorchas olímpicas ni del paripé de su encendido y su periplo de aquí para allá. Eso lo inventaron los nazis en las Olimpíadas de Berlín de 1936, aunque, claro está, las antorchas en sí son un invento mucho más antiguo.
Cuando Barcelona se hizo con los JJ. OO. de 1992, se desató una actividad frenética en todas partes, y una de las partes fue la antorcha olímpica.
Una parte muy importante, por cierto.
Encargaron su diseño a este señor de la fotografía, André Ricard.
Hoy vamos a hablar de hacer trampas en el arte y de un pintor especialmente tramposo.
O no.
Es un viejo conocido de todos vosotros.
¡Vamos allá!
¿Qué es eso de "hacer trampas"?
Hay quien sostiene que un artista que se vale de medios "ajenos al arte" (?) para captar una imagen y pintarla con más facilidad es un tramposo y no es tan buen artista como dicen.
Aquí, artesanía pura y a mano o nada.
También se valora más o menos una obra según cómo haya sido pintada o dibujada. El óleo sobre lienzo o el fresco del techo de una iglesia es lo más y un bolígrafo sobre papel, una mierda, para entendernos.
Pero lo cierto es que puede ser tan buena una manera de pintar como otra.
Hice esta foto en el Rijksmuseum. El cuadro me gustó mucho. La alegría de la ninfa es contagiosa.
El autor es Gerard van Honthorst, y el cuadro, "Ninfa y sátiro", lo pintó en 1623.
Lo que no sabía (siempre se aprende) es que este autor estuvo en Roma alojado en casa de Vincenzo Giustiniani, marqués de Bassano y coleccionista y protector de Caravaggio, que conozco bien.
Eso fue en 1616, o por ahí. Compartió Roma con otros holandeses, a los que llamaron, un poco en coña, los "caravaggisti di Utrech".
Pero no sólo de Caravaggio vive el hombre. También admiró lo último de Carracci, por ejemplo.
Apodada Langevin por sus camaradas de armas, Renée Bordereau era una máquina de matar al servicio del Rey y la Verdadera Religión. Es decir, que luchó contra la República Francesa, el Directorio, el Consulado y el Imperio dejando el campo de batalla hecho un asco.
Con su cabeza puesta a precio, escapó de los gendarmes haciéndose pasar por una mujer que se hacía pasar por un hombre que se hacía pasar por una mujer... Eh, ya sé, es complicado, pero el truco le salió bien.
Tras muchos años dando guerra, finalmente fue apresada y pasó años en los infectos calabozos del Mont Saint-Michel. Pero sobrevivió y cuando regresó la monarquía a Francia, fue liberada y tratada como una heroína.
Sabed que hace un par de días he regresado de practicar alpinismo en Holanda, pero he hecho más cosas y muy interesantes ahí.
Os dejo ver mi cuaderno de viaje.
Luego iré añadiendo cosas a continuación.
A ver, que entre escalada y escalada a los más altos picos de Holanda, he podido visitar un poco ese país. Y quiero enseñaros algunas cosas.
Comienza el rollo.
Llama la atención que Ámsterdam tenga un sistema de alcantarillado tan deficiente. Fijaos que tienen un montón de calles inundadas y que, para disimular, las llaman canales.