¿Puede una habitación conservar durante 300 años el mismo pavimento y enlucidos de las paredes? ¿Qué se esconde bajo ese suelo o inscrito sobre el yeso de los muros? ¿Se puede hacer arqueología a 7 metros de altura? Abro hilo y cerveza y os lo cuento en este viaje en el tiempo👇
Basílica del Socorro, en #Aspe (Alicante). Bonito lugar para trabajar. ¿Veis ese rectángulo morado enmarcado por una línea discontinua? Es la Sala del Órgano, un espacio utilizado durante más de dos siglos por el organista y sus ayudantes. Un trastero desde hace casi 90 años.
Mirad el interior. Cuando accedimos allí en 2019 no estaba en el mejor de los estados: goteras y humedades, una trampilla abierta en el centro de la sala que invitaba a hacer paracaidismo, y el mismo pavimento de ladrillo desde 1737. Tocaba seguimiento arqueológico de obra.
La primera cata para evaluar el estado del suelo ya nos dejó claro el panorama: ladrillos reventados, casi arenizados. No se podía pisar por allí sin riesgo de romperte un tobillo. Bajo ellos un relleno de escombro, viruta de madera y muchos objetos. La cosa se ponía interesante.
Decidimos excavar toda la sala. Los senos entre los tabiquillos de la bóveda eran el lugar perfecto para arrojar los escombros y la basura de quienes transitaron por allí. La escalera de acceso a la sala parece una madriguera helicoidal: iban a lo fácil.
Sabemos que el terremoto de Lisboa de 1755 causó daños en el edificio. Yo lo supe cuando mi brazo atravesó esa «bonita» grieta después de haber pisado por allí durante 2 semanas. Esas cicatrices asustan pero no había peligro: buen mortero de cal y doble rosca de ladrillo macizo.
Y bueno ¿qué encontramos debajo de ese suelo? ¿Se puede reconstruir con arqueología la vida de aquella habitación? ¿Podemos saber quiénes estuvieron allí, a qué se dedicaban, cuáles eran sus aficiones o sus miedos? Se puede. ¿Veis un plato en la foto?
Es la base de un plato de loza estannífera de Hellín. Finales del XVIII, principios del XIX. ¿Qué había debajo?
Tubos de la trompetería del órgano del templo. Alguien los arrojó allí en la segunda mitad del XVIII, posiblemente durante la reparación o el mantenimiento del instrumento.
Fragmentos de madera tallada en crudo desechados durante la fabricación del mueble del órgano. El instrumento se ensambló entre 1736 y 1741. Recogimos kilos y kilos de viruta y serrín, pero también hojas de pan de plata para el sobredorado, trapos, piezas rotas y herramientas.
Como este martillito que algún operario dejó sobre el riñón de la bóveda junto a un pedazo de cera. Llevaba oculto allí desde 1737, rodeado de un acolchado de serrín que lo ha protegido de la humedad y los cambios de temperatura.
Esa circunstancia ha favorecido que se conservaran materiales como el papel, algo poco frecuente en contextos arqueológicos: cartas, anotaciones de los trabajadores, escritos litúrgicos... Y colillas, muchas de ellas arrojadas por los albañiles sobre el yeso todavía fresco.
¿Recordáis la imagen que abría este hilo? Es una partitura. Apareció bajo el suelo junto a la ventana de la sala. Hemos podido descifrar de qué pieza se trata: El Velum Templi, del Oficio de Tinieblas. ¿Queréis saber cómo lo escuchaban quienes iban a misa a principios del XVIII?
Podemos conocer cuándo se realizaron las últimas intervenciones en la sala, las cajas de cerillas nos lo cuentan. Años 30, principios de los 40. La hoja de almanaque ya es la guinda (arqueólogos de la Prehistoria sonriendo de soslayo).
Antes os hablaba de las paredes. Pues eso, que las paredes hablan. Al menos las de esta sala. Yo diría que gritan. Centenares de grafitis.
Os propongo un juego, primero la imagen y luego el calco digital. A ver si adivináis.
Individuo con barba con patillas de boca de hacha, un látigo o arma blanca en la mano. Finales del XVIII-mitad del XIX.
Mirad bien, no es difícil.
Es un músico tocando la trompa. Lleva bicornio tocado con plumas. Primer tercio del XIX.
Este es uno de mis favoritos: un soldado con tricornio, vestido a la francesa con casaca, chupa y botas de caña alta. Segunda mitad del siglo XVIII.
Cuchillos, cañones, rostros, caricaturas, animales fantásticos, fechas... todo ellos mezclado y superpuesto, algunos de apenas milímetros, otros de casi metro y medio, en rincones, a la altura de los ojos o a 3 metros del suelo. Pulsiones y divertimentos de nuestros antepasados.
La firma del «artista»: Juan Meseg(u)er, 1737. Un clan de maestros organeros itinerantes oriundos de Almansa que se ganaban la vida componiendo órganos. No existía constancia documental de su paso por aquí: ya no hace falta.
Y el último: una flor incisa inscrita en un cuadrado. Fijaos en un detalle: las rebabas del motivo delatan que se hizo sobre el yeso todavía fresco. El maestro albañil quiso dejar su firma para la posteridad.
Una vez más, la fotogrametría al poder. @EloyBiar tiene la culpa. Documentamos cada centímetro de pared, hicimos ortofotos y subimos a Skecthfab un modelo de la sala. Podéis visitarla aquí: sketchfab.com/3d-models/sala…
Este busto vandalizado en el puerto de Alicante cuenta una historia que tal vez no conozcáis. Nos habla de un barco hundido, de su capitán, y de cómo el 28 de marzo de 1939 evacuó desde ese lugar a miles de refugiados. Una gesta en medio de dos guerras que merece ser recordada🧵
Esa chincheta marca la ubicación exacta de una tumba en el mar del Norte. Allí se encuentra el pecio de un pequeño carguero junto a los restos de sus 20 tripulantes. Ahora quieren localizar y rescatar el barco (luego hablamos de esto). Pero dejadme que antes os presente a alguien
Aquí lo tenéis: Archibald Dickson, capitán de la marina mercante británica. En 1939, con 47 años, era el comandante de un pequeño barco carbonero, el Stanbrook. El carguero venía realizando tareas de aprovisionamiento a la zona republicana durante la guerra. Entre el 25 y el 26
Hace unos años tuve la suerte (es un decir, vosotros juzgaréis) de descubrir este túnel durante el seguimiento arqueológico de unas obras. Ya sabéis que está mal descojonarse de las desgracias ajenas pero este caso bien merece unas risas. Va, os cuento batallita arqueonavideña🧵
Situaos en el escenario. Renovación de la red de saneamiento en una calle del recinto medieval de Aspe: ratas como conejos, cucarachas, barro y "similares", ruidos y olores poco agradables, vecinos cabreados, políticos nerviosos, encargados de obra con mucha prisa... Un paraíso.
Y de repente, esto. Dos metros de estructura vertical abovedada en medio de la zanja. Levanto la mano, para la máquina. Vecinos, operarios, curiosos... todos miran y opinan mientras trabajamos. Documentamos la estructura pero la obra debe continuar, así que toca desmontarla.
Esto que veis es el cráneo de un niño. Murió con poco más de 5 años. Seis siglos después pude excavar su tumba junto a la de varios infantiles más enterrados en un cementerio mudéjar del siglo XV. Pero este cuerpo nos mostraba algo especial. Diferente. Extraño. ¿Lo vemos? Va🧵
Mirad cómo lo encontramos. Durante el seguimiento de unas obras, en medio de una calle, 40 cm por debajo del pavimento. ¿Alguien piensa que los arqueólogos no somos necesarios en estos casos? ¿Dejamos que ese cuerpo desaparezca triturado por la pala de la máquina excavadora?
Dicen que ver morir a un hijo es el evento más doloroso que podemos afrontar en la vida. Ahora sucede raramente, pero no siempre ha sido así. Enterrar a un hijo en la Edad Media era algo muy asumido por las familias. Triste, sí, pero habitual.
Y ahora, fijaos bien en este.
Acabamos de prospectar esa parcela del centro de la imagen, tres hectáreas de bancal cuidadosamente labradas sobre las que en pocos días se sembrará cilantro. A vuelo de pájaro es imposible apreciar nada más, pero si bajamos al suelo podréis ver lo que escondía esa tierra 👇
Esa bolita es un proyectil esférico de plomo del calibre 15. Aparece justamente en el lugar que hace 83 años ocupó el campo de concentración de Albatera. Tierra de marjales y aves migratorias en la que el único animal al que puede dispararse con esta munición es el ser humano.
Cartucho Máuser completo. El campo disponía de torres de vigilancia y sabemos con bastante precisión el trazado de la doble fila de alambradas por donde transitaban los guardias. No es casualidad que la munición tienda a concentrarse en torno a estos puntos.
Estos días andamos excavando enterramientos en una necrópolis bajomedieval en Aspe (Alicante). He tenido la suerte de trabajar en mi pueblo haciendo lo que más me gusta. Pero la arqueología urbana no es fácil. Seguidme y os cuento, os aseguro que será un hilo “mortal”⚰️💀👇
En cierto modo todo empieza con esta foto. Es el 6 de junio de 1952. Una cuadrilla de albañiles posa para el fotógrafo mientras colocan por primera vez los tubos del alcantarillado en las calles. El individuo en cuclillas con camisa blanca es mi abuelo. Fumaba mucho.
Parte de la culpa de que hoy sea arqueólogo la tiene él, en comandita con mi padre. Desde que tuve uso de razón me llenaron la cabeza de pájaros: castillos y poblados perdidos, tesoros escondidos... También me hablaban de muertos. Ellos los habían visto. Y me decían dónde.