Acabo de regresar de un viaje a Nápoles con un botín tan abundante en belleza como en experiencias únicas. Es una ciudad que, si le das tu interés, te lo devuelve multiplicado.
Voy a ir poniendo hilos que colgaré de aquí para mejor lectura. #unviaggioanapoli
Engancho aquí el hilo, no muy elaborado, que hice casi sobre la marcha en Posillipo (¡con la doppia napoletana!).
A lo mejor le añado alguna coletilla ahora que tengo las fotos de la cámara.
Los Quartieri Spagnoli eran por definición la zona prohibida del centro histórico: los taxistas se negaban a entrar mucho y al turista se le decía que no se aventurase más allá de la segunda paralela a via Toledo.
Si a esas dos calles se podía ir sin riesgo era por restaurantes como el histórico Da Nennella, una mítica casa de comidas donde subían los enchaquetados de via Toledo a ponerse tibios de pasta e fagioli, hasta que finalmente el turismo la ha convertido en caricatura de sí misma.
La apertura de la estación de metro, con salida al barrio, había creado esperanzas de regeneración. En esta plazuela encontré signos conmovedores de resistencia cívica (leed, el monolito está grafiado con frases de los niños del barrio) y la lamentable, inmediata vandalización.
Visitar la capilla de San Gennaro es ya una experiencia artística importante, pero si uno tiene la suerte de asistir en ella a un concierto de obras compuestas expresamente para el sitio, y casi inéditas, la emoción se dispara.
La cancela portentosa de Fanzago se abre expresamente fuera de hora. Mientras esperamos la vista se va a la cúpula y al fondo de altar iluminado barrocamente en rojo.
El santo preside la ceremonia, aún con sus vestiduras, que le serán retiradas por alguna razón para el concierto.
Un sacerdote-musicólogo nos regala un discurso previo de altura infrecuente, un elogio militante de la influencia de la iglesia católica, siempre abierta a innovaciones, en la historia de la música (y una diatriba de los tiempos actuales).
Pero hemos venido a escuchar música.
En Nápoles hay un reducto de amor a los libros, una aldea gala que resiste pese a todo. Acompañadme en este paseo por Piazza Bellini, Port'Alba y Piazza Dante, con un salto al Vomero para descubrir el primero de los varios milagros de San Gennaro que he conocido en esta ciudad.
Piazza Bellini es, desde que conozco la ciudad, mi rincón preferido: una mezcla de ambientazo, libros, música y belleza difícilmente mejorable.
Empiezo en este bar, adecuadamente hipster, en el bajo de la Biblioteca de Humanidades.
La pequeña galería de arte exhibe hoy una sola pieza, adecuada respuesta a la invasión de Ucrania.
Seguimos el paseo donde lo dejamos, en via Filangieri. Unas cuantas fotos más de los edificios liberty y las decoraciones de tiendas, porque nunca sobran.
Este quiosquillo ambulante marca la entrada en via Chiaia, una calle comercial más bulliciosa y menos exquisita.
El objetivo es subir a ese puente, hacia Pizzofalcone, y bajar al mar desde ahí.
Iré alternando paseos con lugares patrimoniales, experiencias, cultura y miscelánea napolitana.
Aquí me ocupo de Santa Anna dei Lombardi, una joya poco visitada en pleno centro, en el cerro de Monteoliveto.
Unas imágenes del entorno para situarnos. #unviaggioanapoli
Esta foto la dejo suelta porque me ha gustado especialmente, la encuentro muy napolitana.
La visita empieza en una sacristía de una traza purísima renacentista, que comunica con la iglesia y alberga un tesoro muy particular.