Empiezo con una bajada famosa, la del Petraio, que lleva del Vomero a Chiaia. Buscando el inicio voy pasando por la Nápoles más burguesa.
De vez en cuando se abre un mirador que nos sitúa en la geografía increíblemente abrupta.
Y allá vamos, escalera abajo.
En seguida se nos va a ofrecer el mar, engañosamente cercano.
Y la constatación de que, a esta hora, las fotos bonitas salen cuesta arriba. Pero se hará lo que se pueda.
La bajada va ofreciendo detalles, texturas estupendas.
Unas milanesas reciben instrucciones detalladísimas de esta vecina. Cuando me las cruce después, riéndose del acento y las formas, me darán ganas de tirarles la cámara a la cabeza.
Que yo soy también del Sur, cohone.
Thalassá, thalassá... todavía falta.
Siguiente etapa de la bajada: una bifurcación tramposa, a la derecha no hay salida pero es irresistible.
De vuelta al camino correcto.
Un testigo inmutable de mis andanzas.
Seguimos bajando a tumba abierta, como estas señoras con la compra.
Multitud de episodios urbanos en poquísimo espacio.
La llegada al Corso nos sorprende con un ensanchamiento de la vista hacia los lados.
Pero ¿no estaba ya ahí mismo, el mar?
Otro tremendo juego de escaleras.
A pocos pasos de la zona más pija de la ciudad, la vida de barrio sigue tal cual.
Desembocamos en Via dei Mille. Tiendas de Gucci, edificios liberty... otro mundo. Volviendo la vista atrás se ven otros caminos, otras escaleras que podíamos haber tomado.
De aquí la bajada al mar es bastante directa, pero nos vamos a desviar por via Chiaia buscando otra subida y bajada. Eso será ya otro hilo. #unviaggioanapoli
Los Quartieri Spagnoli eran por definición la zona prohibida del centro histórico: los taxistas se negaban a entrar mucho y al turista se le decía que no se aventurase más allá de la segunda paralela a via Toledo.
Si a esas dos calles se podía ir sin riesgo era por restaurantes como el histórico Da Nennella, una mítica casa de comidas donde subían los enchaquetados de via Toledo a ponerse tibios de pasta e fagioli, hasta que finalmente el turismo la ha convertido en caricatura de sí misma.
La apertura de la estación de metro, con salida al barrio, había creado esperanzas de regeneración. En esta plazuela encontré signos conmovedores de resistencia cívica (leed, el monolito está grafiado con frases de los niños del barrio) y la lamentable, inmediata vandalización.
Visitar la capilla de San Gennaro es ya una experiencia artística importante, pero si uno tiene la suerte de asistir en ella a un concierto de obras compuestas expresamente para el sitio, y casi inéditas, la emoción se dispara.
La cancela portentosa de Fanzago se abre expresamente fuera de hora. Mientras esperamos la vista se va a la cúpula y al fondo de altar iluminado barrocamente en rojo.
El santo preside la ceremonia, aún con sus vestiduras, que le serán retiradas por alguna razón para el concierto.
Un sacerdote-musicólogo nos regala un discurso previo de altura infrecuente, un elogio militante de la influencia de la iglesia católica, siempre abierta a innovaciones, en la historia de la música (y una diatriba de los tiempos actuales).
Pero hemos venido a escuchar música.
En Nápoles hay un reducto de amor a los libros, una aldea gala que resiste pese a todo. Acompañadme en este paseo por Piazza Bellini, Port'Alba y Piazza Dante, con un salto al Vomero para descubrir el primero de los varios milagros de San Gennaro que he conocido en esta ciudad.
Piazza Bellini es, desde que conozco la ciudad, mi rincón preferido: una mezcla de ambientazo, libros, música y belleza difícilmente mejorable.
Empiezo en este bar, adecuadamente hipster, en el bajo de la Biblioteca de Humanidades.
La pequeña galería de arte exhibe hoy una sola pieza, adecuada respuesta a la invasión de Ucrania.
Seguimos el paseo donde lo dejamos, en via Filangieri. Unas cuantas fotos más de los edificios liberty y las decoraciones de tiendas, porque nunca sobran.
Este quiosquillo ambulante marca la entrada en via Chiaia, una calle comercial más bulliciosa y menos exquisita.
El objetivo es subir a ese puente, hacia Pizzofalcone, y bajar al mar desde ahí.
Iré alternando paseos con lugares patrimoniales, experiencias, cultura y miscelánea napolitana.
Aquí me ocupo de Santa Anna dei Lombardi, una joya poco visitada en pleno centro, en el cerro de Monteoliveto.
Unas imágenes del entorno para situarnos. #unviaggioanapoli
Esta foto la dejo suelta porque me ha gustado especialmente, la encuentro muy napolitana.
La visita empieza en una sacristía de una traza purísima renacentista, que comunica con la iglesia y alberga un tesoro muy particular.
Acabo de regresar de un viaje a Nápoles con un botín tan abundante en belleza como en experiencias únicas. Es una ciudad que, si le das tu interés, te lo devuelve multiplicado.
Voy a ir poniendo hilos que colgaré de aquí para mejor lectura. #unviaggioanapoli