Suena el teléfono, #NúmeroOculto. ¿Cuánto crees que aguanta una persona bajo el agua sin respirar? Me pregunta una voz distorsionada. ¿Cuánto crees que aguanta una persona bajo el agua sin respirar?, repite. ¿Quién eres?, pregunto. Dime, ¿cuánto?, tienes 2 opciones, insiste>>>
No me hace gracia, no sé a qué viene esto, y cuelgo. No han pasado ni 5 segundos cuando vuelve a sonar mi teléfono, y de nuevo número oculto. Al descolgar, escucho a alguien que respira con extremada dificultad, como si estuviera ahogándose. ¿Quién eres, qué es esto?, pregunto>>>
¿Cuánto crees que aguanta una persona bajo el agua sin respirar?, vuelve a preguntar la voz distorsionada. ¿Por qué me preguntas eso?, respondo. Dime, insiste. Voy a colgar, le advierto. Si lo haces, la persona que antes has escuchado, morirá, amenaza. No te creo, le digo>>>
¿No me crees? Abre el buzón y mira lo que he dejado, me dice. Paralizado, no sé cómo actuar. Lo primero que pienso es llamar a la policía. Tienes 2 minutos, me advierte. Sin pensarlo, corro hasta el buzón, en el portal, donde encuentro un sobre de color azul en el interior>>>
Al regresar a casa, suena el teléfono. ¿Lo has abierto?, me pregunta. No. Ábrelo, me ordena. No puedo creer lo que veo. Es una fotografía de Sara, una vecina de la urbanización, sus ojos son la definición del terror. ¿No querrás dejar a Nora sin mamá, no?, me pregunta la voz>>>
Escucho de nuevo la respiración fatigada, pienso en Sara y mi ansiedad crece a toda velocidad. ¿Cuánto crees que aguanta una persona bajo el agua sin respirar?, y la voz distorsionada y monótona vuelve a repetir la pregunta. No lo sé, de verdad, respondo muy nervioso>>>
¿No lo sabes, de verdad que no lo sabes?, sin variar el tono, me pregunta. No lo sé, repito. ¿4 ó 6 minutos?, tienes que elegir una de las 2 opciones, sólo una, me explica muy lentamente. No lo sé, creo que 6 minutos… trato de decir. El tiempo que tienes, me dice>>>
¿Tiempo para qué?, le planteo. Durante unos segundos sólo escucho su respiración, como si estuviera pensando qué decir. Al fin habla: tiempo para ir a la casita blanca, justo enfrente de la cafetería de la avenida, me indica. ¿Casita blanca, avenida, cafetería?, pregunto>>>
Tienes 6 minutos para entrar en la casita o morirá, y no se te ocurra llamar a la policía, me amenaza. Confuso bajo las escaleras y llego a la avenida, y al hacerlo creo saber a qué se refiere con la "casita". Por miedo o por creer lo que me está sucediendo, obedezco>>>
A unos 100 metros, en la acera contraria de la avenida, hay una cafetería muy frecuentada, no recuerdo el nombre. A paso ligero, en menos de 2 minutos, llego al lugar indicado, y justo enfrente, efectivamente, se encuentra una casita de color blanco, con una empinada escalera>>>
Por su aspecto, por la correspondencia sobre el suelo, parece abandonada. Sin embargo, me fijo y descubro que la cancela está abierta. Miro hacia un lado y otro antes de entrar. Al subir la escalera puedo ver que en la cerradura de la puerta hay una llave. Tomo aire y la giro>>>
¿Quién hay?, pregunto, la voz apenas me sale del cuerpo. Ante mí una habitación prácticamente vacía, blanca como la fachada, en la que sólo hay un cubo en el centro. Cuando me acerco contemplo asombrado una muñeca rubia, con bañador celeste, sumergida en agua>>>
A pesar del escalofrío que la imagen me provoca, encuentro algo familiar en ella. Una llamada telefónica rompe el silencio. De nuevo, un número oculto. Como imaginaba, es la voz distorsionada. Bajo el cubo, hay un sobre gris. Guárdalo, me dice y finaliza la llamada>>>
Nada más salir de la casita blanca, me encuentro con Concha, una vecina mayor de la urbanización, que me mira muy sorprendida. ¿Qué haces ahí?, me pregunta. Un amigo la quiere alquilar y me ha pedido que la vea, miento. ¿Tú sabes quién vivía ahí?, me pregunta señalando>>>
No, no sé quién vivía aquí, respondo intrigado. Andrea, la niña que se ahogó en la piscina de nuestra urbanización. De golpe comprendo la imagen de la muñeca rubia con bañador celeste en el agua. Así es como encontramos a la pequeña Andrea en la piscina, hace más de 10 años>>>
Me despido de Concha y de camino a casa recupero mentalmente todo lo que sucedió ese verano. Andrea era amiguita de Nora, la hija de Sara, mi vecina de la urbanización. Tenían 7 años. Sara tuvo que dejarlas solas unos minutos y cuando volvió Andrea ya se había ahogado>>>
Yo era el presidente de la comunidad en ese tiempo y tuvimos que hacer algo para no tener problemas con la policía. Dijimos que en el momento en el que se produjo el fallecimiento de Andrea estaba el socorrista, para evitar la denuncia y el posterior proceso judicial>>>
Realmente teníamos socorrista, Iván, pero en ese momento no se encontraba en la piscina. Iván es hijo de Pedro, uno de los vecinos más antiguos y queridos de la urbanización, y entendimos que decir la verdad podría destrozarle la vida. Entre todos hicimos un pacto de silencio>>>
Desde entonces hemos convivido con esto. Fueron varios años de pesadillas. Iván se distanció de su familia y se marchó. Pero peor fue lo que le sucedió a Carla, la madre de Andrea, que decidió poner fin a su vida. Del padre nunca supimos nada, las había abandonado años antes>>>
Creía que era una parte superada de mi vida y ha regresado de repente. De nuevo en casa, espero la llamada. Desde la ventana de la terraza miro la piscina y vuelvo a ver a Andrea, frágil y rubia, con un bañador celeste, boca abajo, en el agua. Suena el teléfono, número oculto>>>
Antes de responder dudo si nombrar a Andrea. Ve a la piscina, me ordena. ¿A la piscina? Está cerrada, me atrevo a decirle. Ve a la piscina, ya, tajante me indica. Atravieso el patio de la urbanización a toda prisa y cuando llego a la puerta de la piscina está abierta>>>
Fuera de temporada, el agua es de color verde. En una esquina, bajo una de las duchas, descubro una caja. No sé cómo actuar. Miro fijamente mi teléfono, pero no recibo la llamada. Pasados unos minutos me dirijo hasta la caja. Antes de agacharme, nervioso, miro alrededor>>>
Cuando voy a abrir la caja, suena mi teléfono. No lo puedo creer, es Pedro, el padre de Iván, el socorrista. ¿Qué pasa?, pregunto asustado. Agarra la caja que hay en la piscina y ven a mi casa, me dice. ¿Cómo?, no puedo creer lo que escucho. Ven ya, nervioso, repite Pedro>>>
Con la caja en las manos bordeo la piscina, donde creo ver de nuevo a Andrea, flotando boca abajo. Esto acelera aún más mi ansiedad. Hasta que no estoy a punto de llegar a la casa de Pedro no me doy cuenta de que la caja apenas pesa, como si no hubiera nada en su interior>>>
Antes de llegar a la casa de Pedro, la puerta se abre. Entra, ve al salón, escucho. Sigo las indicaciones y cuando llego al lugar señalado encuentro a Pedro y Sara, de rodillas, ante un enorme barreño de agua. Tiemblan y lloran. Al acercarme, siento algo duro en mi espalda>>>
Imagino que es una pistola lo que me aprieta. La voz distorsionada me habla, justo detrás, en mi nuca. Despacio, busca lo que hay dentro de la caja, me ordena. Obedezco y no me cuesta encontrar 2 sobres en el interior. Rojo y azul. ¿Para qué es esto?, me atrevo a preguntar>>>
Para decidir quién va a tener 4 ó 6 minutos la cabeza dentro del agua, sentencia, y mis vecinos comienzan a llorar estruendosamente. ¿Cómo?, no puedo creer lo que escucho. Sara, ¿rojo o azul?, le pregunta y le es imposible responder, paralizada por el miedo>>>
No tenemos todo el día, ¿rojo o azul?, la apremia. Rojo, apenas puede decir Sara. Has tenido suerte: 4 minutos, los 6 le han tocado a Pedro, dice la voz distorsionada. La pistola me empuja hacia el barreño. Mete la cabeza de Sara en el agua, yo controlo el tiempo, me ordena>>>
No lo puedo hacer, apenas soy capaz de decir, preso del pánico. Hazlo ya, me ordena, y el cañón de la pistola me empuja con fuerza. No puedo… repito, al sentir como la cabeza de Sara tiembla entre mis dedos. Pedro, enfrente, empapado, no deja de llorar sobre el agua>>>
¡Hazlo!, grita la voz. Lejos de obedecer, libero a Sara y trato de revolverme, pero la pistola en mi mejilla me frena. ¿Sara, te cambiarías por él?, le pregunta la voz. Y Sara me mira a los ojos muy fijamente, antes de agarrar mi cabeza para meterla en el agua.
>>>
Tras unos minutos interminables, a punto de perder el conocimiento, vuelvo a respirar, con la cabeza fuera del agua. Apenas recupero el aliento, compruebo que no hay nadie en la habitación. Me dirijo a la terraza de Pedro para tratar de encontrar a los que han desaparecido>>>
El patio está desierto, no hay nadie.

Horrorizado, descubro en la piscina como alguien flota en la superficie, boca abajo, con una bolsa celeste cubriendo su cabeza.

FIN
¿Seguimos?
>>>
Al buscar mi teléfono en un bolsillo trasero, para llamar a Emergencias, me topo con el sobre gris que encontré en la casita blanca, bajo el cubo con agua donde flotaba la muñeca rubia. Sin dudar, lo abro>>>
Dentro hay una fotografía de Jaime, un vecino de la urbanización que falleció hace 6 años tras un accidente en el ascensor. De repente, suena el teléfono, número oculto. ¿Cuántos metros de caída resiste nuestro cuerpo?, me pregunta la voz distorsionada.

FIN
>
Si te ha gustado el hilo #NúmeroOculto y quieres RT/MeGusta (que te agradecería infinito), te pido que lo hagas en el primer tuit, para no adelantarle el final a nadie. Mil gracias!!!!!!!!!! Justo aquí 👇👇👇👇👇

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