Todos hemos visto o leído Gomorra, todos tenemos en la cabeza la imagen apocalíptica de Le vele de Scampia o la música percutiente, desesperada de los títulos de crédito de la serie.
No quiero ser un turista de la miseria, pero me moría por ir. Mi amiga Elena, 30 de profesora en Scampia (“una sola volta m’hanno puntata con una pistola, ma fu un pò mia colpa”), me ofreció acompañarme: te voy a enseñar la otra cara de la otra cara de Nápoles.
Parada de metro, Piscinola: no han querido poner Scampia en el mapa de la red, aunque sí en los letreros. El proyecto de estación e intercambiador, de Gambardella (¡!)/Otteri es verdaderamente excelente. Como veremos, era una demanda antigua del barrio.
Del contenido artístico destaca Song’e mare, de Luciano Romano, 14 fotos de músicos napolitanos frente al mar, sobre las que suena una instalación sonora. Caruso y Danieli son figuras de espaldas. Reproduzco otras dos, James Senese y Enzo Avitabile: quedaos con sus nombres.
Nada más salir, dos murales de Jorit: Pasolini y Angela Davis. No echemos las campanas al vuelo, pero algo se mueve aquí.
Fun fact. El italiano toma la palabra del español, pero le deja el sufijo -es también en singular: Jorit ha dipinto un murales di Maradona.
En la puerta nos espera Enzo, compañero de fatigas de Elena: entre los dos han montado proyectos increíbles con los chavales del instituto. Antes de la visita, un tour sin bajar del coche; primera parada, Le Vele di Scampia, las malhadadas Velas.
Esta bellísima pesadilla arquitectónica pone en cuestión todo el mesianismo de mi profesión: no, no sabes cómo ha de vivir la gente, un proyecto no puede ser un experimento social, confórmate con hacer espacios habitables, aireados, higiénicos
Pero no es sólo ni principalmente la arquitectura la que ha fallado. Las Velas se proyectaron en los 60 como vivienda social de vanguardia, se ejecutaron mal y a medias y no se adjudicaron. Tras el terremoto llegó la ocupación ilegal y el descontrol en que florece la mafia.
No todo Scampia (pronúnciese Shcampía) es como Le Vele, viven aquí 40.000 personas (otras tantas en Secondigliano) y hay de todo. Estos edificios, por los que sí paso andando, podrían estar en Carretera de Cádiz, para que me entiendan en Málaga.
Me enseñan un jardín vecinal, obra de la gente del barrio. Y el campo de fútbol dedicado a Antonio Landieri, discapacitado de 5 años que mataron de un tiro en la cabeza por una confusión.
La pérgola con el mensaje de resistencia se ha erigido en símbolo de la lucha del barrio.
Vuelta al coche para ver los lugares chungos que la serie ha hecho legendarios: le Case dei Puffi (los pitufos), Sette Palazzi (palazzo en italiano es meramente edificio), Case Celesti. Y otros, con peor pinta aún, que Enzo llama “il terzo mondo”, ya por el lado de Secondigliano.
Antes de entrar al Instituto hago un paréntesis para ordenar, google mediante, lo que he visto. En la vista aérea se confirma lo que sé por experiencia: la ordenación urbana no está mal, un gran parque, dotaciones públicas…
Es al bajar a la calle cuando se ven las carencias: el vial de borde cortado, los jaramagos en lugar del césped. Se esboza una frontera, el lado norte más cuidado, el sur sin redención. El nuevo edificio universitario junto a la comisaría… ¿por si acaso?
En el mapa, el ITI Ferraris (una FP tecnológica) está junto a lo peor del barrio, pero el ambiente nada más entrar desmiente los prejuicios: silencio, orden, limpieza. Y entonces Enzo y Elena empiezan a contarme.
De la nada crearon un aula extraescolar de imagen y sonido: los chavales faltarán a clase pero vienen religiosamente por la tarde. El material que tienen es espectacular (los proveedores me temían, dice Elena). Se aprende desde a hacer un storyboard hasta edición de video.
El proyecto llegó a ser asumido por la administración y cobró un tamaño importante, pero eso se acabó: queda la semilla, y un día a día espléndido. Aquí se graban, por ejemplo, programas de entrevistas con calidad profesional, los chicos se sueltan, socializan, crecen.
Si el alcalde de Nápoles hace un encuentro en streaming con los estudiantes de secundaria de la ciudad, el Ferraris es la sede que lo facilita; los alumnos manejan la emisión en directo como profesionales.
Una muestra del trabajo de los alumnos, de su capacidad y de su visión del barrio y la ciudad: Nápoles en color, Scampia en blanco y negro. ¿Por qué no podemos tener una estación de metro bella como las demás?
Bien, en esto al menos les hicieron caso.
Giuseppe Carrieri fue alumno del Ferraris y ha estudiado Cine en Roma. Vuelve al instituto para rodar un corto: salvo la actriz protagonista, todo el equipo, desde el autor e intérprete del rap a los técnicos de sonido y edición, son alumnos.
El corto, ya premiado, es una historia del barrio, en dialecto, dedicada a los que escapan de Nápoles en busca de una vida mejor.
Se me acaba el hilo pero no las historias. No es sólo este aula, mirad el festival de matemáticas y filosofía que acaban de hacer. Echad un vistazo a la web. itiferraris.edu.it
Enzo y Elena me ponen videos de alumnos. Son articulados, con presencia; hablan un italiano muy correcto (otro prejuicio que cae). Les brillan los ojos, se nota que el Ferraris es su casa.
Los napolitanos rezarán a San gennaro, pero los milagros se encargan ellos de hacerlos.
Fe de erratas: Antonio Landieri tenía 25 años, no 5 evidentemente, cuando unos killers creyeron que él y sus amigos estaban vendiendo droga en territorio ajeno.
Vamos con la tremenda exposición de Ribera que han montado en el Petit Palais. Acompañadme, como dicen los tuiteros de éxito, en un paseo entre fulgores deslumbrantes de belleza y violencia, tinieblas y luz.
Nos reciben estos retratos individuales de modelos anónimos, santos y ángeles humanísimos, junto a la alegoría del olfato que tiene Abelló y vimos en Málaga con su compañero el gusto, metiéndose un plato de carbonara ya que estamos en Roma .
Ribera se fue a Roma muy jovencito y aprendió todo de Caravaggio. Lo que no sabía yo es que los expertos se rompían la cabeza ante ese fabuloso caravaggista desconocido hasta que le pusieron nombre, no hace tanto.
La verdad es que a mí me dicen que es Caravaggio y me lo creo.
Ya sé que esto de Nápoles amenaza con dilatarse y estirarse hasta aburrir, pero no puedo dejar de incluir este otro paseo de un viaje anterior: descenso del Vomero a Mergellina.
Empiezo buscando la panorámica desde el parque de Villa Floridiana.
Está bien, limitada al lado oeste pero amplia y abierta. Desde allí localizo otra terraza que a lo mejor se abre más, pero cuando voy a buscarla no tiene el exterior palaciego que cabía esperar.
Sin embargo, hay una puerta prometedora al fondo.
Vamos cerrando Nápoles, hoy con un barrido de iglesias.
El Gesù, con su extraña fachada palaciega de puntas de diamante (recurro a fotos antiguas, está andamiada ahora), en la plaza que preside la Guglia della Immacolata.
Voy terminando con los hilos napolitanos. Hoy voy a hablaros de un culto a la muerte sólo comparable, creo, al que se da en México, y del que he podido ver unas cuantas sedes.
Empezamos en Santa Anna dei Lombardi, donde ya estuvimos pero dejamos su cripta para tratar aquí.
En esta suerte de estantería curva se colgaban, tras quebrarles los huesos, los cadáveres ilustres que podían pagar el procedimiento, llamado *scolatura*. Un año los tenían rezumando todo tipo de fluidos hasta que quedaban amojamados.
Un deporte favorito del buen amante de Nápoles es subir a lo más alto y dejarse ir hacia abajo.Hoy vamos a buscar las mejores vistas y bajar por la llamada Pedamentina.
El funicular de Montesanto nos deja en viale Morghen; de ahí es un breve paseo, por el Nápoles más burgués (que hoy dejamos de lado) hasta la explanada de la Certosa y el castillo.
Voy terminando con Londres. Me quedaba este estupendo paseo arquitectónico organizado por Open city.
Primero, Golden Lane State, una experiencia pionera en vivienda social, aprovechando los vacíos que dejó el Blitz.
Y en seguida el Barbican, del mismo equipo, Chamberlin, Powell & Bon, una mega operación de 160.000 m2, una ciudadela de modernidad en la devastada City.
Mal llamado brutalista, el complejo se distingue sobre todo por un refinamiento extremo, un cuidado esteticista de los detalles, un sentido pictórico y pintoresco muy en la tradición del paisajismo inglés.