Escribir literatura infantil es de lo más complicado que existe.
Nadie sabe el secreto para encandilar a los niños.
Bueno... casi nadie.
Hubo un hombre que lo descubrió en una isla lejana:
"Where the wild things are"
Hoy, en #CorraAverlo, Maurice Sendak y los monstruos.
"Señor Sendak ¿Cuánto cuesta un billete para ir a "Where the wild things are" (Donde viven los monstruos)? A mi hermana y a mí nos encantaría pasar allí el verano"
La pregunta la lanza un niño de 4 años.
Parece una pregunta inocente, pero no lo es. Es compleja... y mucho.
Porque esa pregunta nos lleva a otra pregunta que... que no queremos hacernos
¿Por qué un niño de 4 años quiere viajar a un país lleno de monstruos de ojos terribles y garras afiladas?
La respuesta del autor, Maurice Sendak, siempre era la misma:
No lo sé.
(Aunque en realidad, sí lo sabía)
"Where the wild things are" se publicó en 1963 y fue el primer libro de Maurice Sendak, hasta ese momento había dibujado para una editorial, pero este era su primer "hijo" a todo color.
Cuando salió a la venta, ocurrieron dos cosas que nadie esperaba.
La primera: Los padres lo odiaron.
La segunda: Los niños lo amaron.
El libro, pese a las críticas y críticas de los padres, expertos y psicólogos, se convirtió en un éxito.
En un gran éxito.
"¿Por qué mis hijos quieren leer es libro de monstruos feos, si pueden leer ese libro de conejitos tan monos o ese de un leon sin dientes?" Debían pensar los padres de 1963
La respuesta estaba en el libro, aunque muchos padres no quisieran verlo:
Porque Max, el protagonista, es un niño de verdad.
Entiéndanme, no es que los niños de otros libros no sean "niños", es que no son "niños de verdad".
En el mundo de Sendak, los niños son violentos, contestan mal a sus madres, hacen travesuras, son salvajes, son...
Son niños.
"Yo dejo a los niños expresarse tal y como son: maleducados, impulsivos, pero también encantadores… Simplemente, no saben cuál es el camino correcto. Y a lo mejor les decimos que es el camino correcto, en realidad puede ser el camino incorrecto. Es todo monstruosamente confuso”
La infancia para Sendak fue "más compleja" aún que para cualquier niño:
Apenas salió de la cama por diversas enfermedades
No tuvo amigos.
Sus padres, recién emigrados a Brooklyn, no fueron muy afectuosos.
Muchos tíos y abuelos murieron en campos de concentración polacos.
Tampoco debió ser fácil ser homosexual en aquella época.
Un tema del que nunca hablo y solo sus amigos más íntimos conocían.
Todo esto hizo de la infancia de Sendak algo complejo, confuso, difícil... pero a la vez una época maravillosa y fascinante.
Por eso, cuando tuvo la oportunidad de escribir para los niños, no lo hizo como un adulto.
No les dijo lo que tenían o no tenían que sentir.
No les dio ninguna moraleja.
No pensó en lo mejor para ellos.
Solo quería contar una historia que les interesara.
Porque, para Sendak, no existían los libros para niños.
Existían las historias que les interesaban a los niños... que es muy diferente.
¿No os ha pasado alguna vez intentar entrar en un juego de niños y no comprender qué están haciendo?
Quizá ese sea uno de los secretos de "Where the wild things are" que está escrito por un niño, hablando a otros niños de sus cosas.
Porque Sendak, nunca dejó de ser un niño.
Si no me creéis mirad como mira este juguete que había creado con 20 años junto a su hermano.
Pero no basta con hablar sobre cosa que les interesen.
Hay que ver el mundo como lo ven ellos.
Y aquí, Sendak, tuvo una epifanía:
Para los niños no existe diferencia entre la ficción y la realidad.
Todo está mezclado.
Todo va de un lado y al otro.
El mundo real se esconde en la ficción y la ficción juega con el mundo real.
Por eso, en su "Where the wild thing are".
Las habitaciones pueden ser una selva.
Los viajes de 10 minutos pueden durar semanas.
O los monstruos pueden nombrar rey a un niño.
Unos monstruos muy especiales, por cierto.
Si os dais cuenta, son monstruos horripilantes y feos, pero desprenden ternura.
Esto tiene una explicación.
Sendak escondió detrás de las máscaras de sus monstruos a sus ancianos familiares provenientes de Europa.
Viejos de dientes torcidos y miradas siniestras, pero que Sendak adoraba.
Porque, para Sendak, allí estaba la clave de los monstruos:
Son seres complejos.
Dan miedo y a la vez son adorables.
Mi escena favorita es cuando Max se despide los monstruos, para volver a su casa y ellos gritan:
- Por favor, no te vayas - te comeremos- te queremos tanto.
Es una escena preciosa... y tremendamente contradictoria.
"-Te comeremos- Te queremos tanto."
En realidad, lo único que sucede, es que esos seres no saben gestionar sus emociones.
Como los niños.
Porque, en realidad, todos los personajes del libro son monstruos, gente que no sabe gestionar sus emociones:
La madre que castiga a su hijo y le llama monstruo, para luego dejarle la cena en su habitación.
O Max, el protagonista, que... digámoslo ya... ese niño es un cabroncete.
Un cabroncete que quiere ser, ni más, ni menos que el rey de los monstruos.
Y, sin embargo, es tremendamente tierno.
Quizás, todas estas cosas, eran las que hacían que un padre huyese de este libro en 1963.
Algo tan complejo no podía ser para un niño pequeño.
Y no obstante, lo era.
Pero esto no es nada fácil. Hacer de algo complejo, algo sencillo para que lo entendiera un niño... no es fácil.
Pero Sendak tenía guardado un as en la manga.
Sabía cómo hablar a los niños.
Según él, solo había un secreto para hablar con un niño:
Ser honesto.
Podría explicaros esto, pero lo hizo mucho mejor mi querido Art Spiegelman en estas páginas sobre una charla con Sendak.
Abridlas en grande, porque son toda una delicia.
Y para terminar, ya que hemos empezado con una carta a Sendak (a las que siempre respondía con un dibujo), quiero terminar con otra.
En este caso no la manda un niño, la manda su madre:
"A mi hijo Jim le ha gustado tanto el dibujo que nos mandó, Mr. Sendak, que se lo ha comido"
Sendak reconoció, que nunca le habían hecho mayor cumplido.
Porque ese niño era un salvaje.
Un cabroncete.
Un monstruo.
Un Wild Things
Un niño de verdad.
... Y era adorable.
Muchas gracias por llegar hasta aquí, especialmente esta semana. Estoy enfermito y tengo la sensación de que puede haber escrito cientos de chorradas.
Si, aun así, pensáis que merece la pena, podéis hacer un retuit en el primer tuit para que más gente lo lea.
Un abrazo monstruo
Os dejo ya el por cierto número 1.
No tenía mucho que ver con el hilo, así que no lo he podido meter, pero este vídeo es lo más emocionante que he visto en años.
Sendak, a punto de morir, llama a la radio para despedirse.
Es hermoso.
(solo en inglés)
Y ahora sí, terminamos.
Si os ha interesado este hilo, quizás os puedan interesar otros hilos que he escrito.
Lo de Amaia en LaRevuelta el otro día fue sensacional, pero no solo por el vídeo, sino porque explica muy bien cómo funciona el proceso creativo.
Seguidme en este hilo para ver de dónde salió este vídeo
A principios de los 90, un joven fotógrafo parisino Vincent Moon, recién salido de varias escuelas de fotografía, comienza un proyecto nuevo: Les nuits de Fiume.
En él se embarca a conocer todos los garitos de París y hacer fotos desenfadadas de los músicos que allí tocan.
Allí conoce a muchos músicos y se hace amigos de ellos, pero hay unos que le cambian la vida.
La banda norteamericana The National le pide que grabe su nuevo videoclip. Moon, interesado en el movimiento y en la naturaleza, graba a la banda en el bosque con una super 8.
Dentro del Laberinto es una de esas películas que cambian con tu edad.
Cuando era pequeño, creía que iba de una chica que pierde a un niño.
Ahora sé que dentro del Laberinto esconde una alegoría preciosa sobre cómo funciona nuestro cerebro adolescente.
Abro hilo 👇👇
(Antes de empezar, os recuerdo que todas mis historias las podéis escuchar con mi voz en mi pódcast Material Narrativa. Esta pertenece al número 2, dedicado a las marionetas y Jim Henson.
Los efectos especiales en el siglo XXI no han llevado a lugares increíbles, hemos viajado más allá del tiempo y espacio, hemos visitado el interior de un agujero negro...
Y, sin embargo, yo sigo echando de menos los efectos de los 80 y 90.
Los lápices no suelen ser útiles en la guerra: son frágiles, se rompe la punta, necesitan un sacapuntas cada poco tiempo.
Pero este, el Cumberland 103 de la compañía Derwent, fue uno de los mayores inventos de la Segunda Guerra Mundial.
Porque salvó muchas vidas.
Tira del hilo
Toda esta historia comienza con un sermón.
Un sermón en la iglesia Evangelica Open Brethen en Leeds.
Estamos en 1939 y la situación es tensa. Reino Unido y Francia acaban de declarar la guerra a Hitler, tras la invasión alemana de Polonia.
Todos los ministerios se preparan para la guerra. Uno de los más Valioso es el Ministerio de Abastecimiento, que se encarga de todo el material necesario para el ejército.
Dos de sus empleados se sientan en los bancos de esta iglesia, esperando el sermón dominical del párroco.