A las que sintieron la felicidad de llevar un hijo dentro.
A las que nunca pudieron conseguirlo.
A las que cruzaron un mundo para hacer suyo un hijo que no parieron.
A las que por circunstancias, criaron y amaron a nietos, sobrinos...
A las que aún siendo madres, no escucharán nunca la palabra mamá de la boca de sus hijos, y aprenderán que sin palabras, se puede decir todo.
A las que ponen su cuerpo en riesgo con tratamientos, hormonas, pinchazos, para cumplir ese sueño.
A las que la vida pone una enfermedad en su camino, y tienen miedo de lo que deparará el futuro.
A las que huyen de una guerra, del hambre, de la pobreza, y cruzan mares o montañas para intentar poner a sus hijos a salvo.
A las que están cansadas y ponen croquetas congeladas o los dibujos un rato de más, para poder tener 5 minutos de calma.
A las imperfectas, a las que dudan, a las que leen libros de crianza y a las que no saben por dónde empezar.
A las que dan el pecho y a las que dan el biberón.
A las que sacrifican su vida por ellos, y a las que quieren salir a bailar.
A todas ellas, con sus virtudes, con sus defectos, con sus días buenos, malos y regulares.
A las que perdieron lo que más amaban, y sintieron un vacío que nada puede volver a llenar.
A las que se pelean con la adolescencia, a las que ven volar a sus hijos, a las que pasan noches en vela de infancia.
Y muy especialmente a la mía, porque no hay palabras en esta vida para decirle todo lo que siento.
Feliz día, MADRES, maravillosas todas, porque una cosa nos une, seamos como seamos, queremos, amamos y luchamos, para dar a nuestros hijos lo mejor de nosotras. #DiaDeLaMadre2022
Ayer pregunté que olor guardaríais en un frasquito que os recordarse un momento bonito.
Y no me defraudaron las respuestas, son maravillosas.
Porque en el fondo, nos parecemos más de lo que creemos, y añoramos las cosas sencillas que a su vez, son las más valiosas.
Adoramos a los abuelos y abuelas.
Sus manos, el olor a flores y perfumes intensos que sellaban su piel y que nos han dejado una huella imborrable.
Porque en ese olor, va su esencia, lo que nos dieron y lo que hicieron por nosotros.
Nuestros padres.
Ese perfume o esa colonia que a pesar de ser tal vez añeja o fuerte, era su sello, y ese sello es su presencia eterna en nuestra vida, hasta el punto de girarnos en una calle si lo olemos, y creer verlos pasar.
Ayer por la tarde fui a vacunarme a nuestro centro de salud.
Había cola fuera pasa coger número para citas o urgencias.
Yo pasé por otra puerta para la vacuna.
Da igual que llevase cita previa.
La cola dentro del pasillo era interminable.
Así que a pesar de la cita, nos colocábamos por orden de llegada.
A la izquierda estaban las consultas, separadas por paneles.
Algunos pacientes esperaban cita.
La cola avanzaba muy despacio.
Dejé atrás la consulta de pediatría (precisamente, la de mis hijos),
Y escuché a través de los paneles, a una chica pegarle una bronca a una enfermera, porque la doctora no estaba allí, que la atendiese ella.
Escuché a enfermera responderle que la doctora estaba atendiendo una urgencia.
La chica levantó el tono y le gritó, que viniese otro,
No.
No soy la misma maestra que empezó a trabajar hace 26 cursos, con apenas 23 años.
Ni la sociedad.
Ni la escuela.
No soy aquella a la que una compañera trataba de enseñar con un paquete de garbanzos y las losetas del suelo, una obra de ingeniería sobre cómo hacer letras.
No, no soy la misma que seguía al pie de la letra la programación y las fichas de aquel método Flopi, que por entonces reinaba en las aulas de infantil.
Me quedaba un largo camino que recorrer.
Y aún me queda.
Vivimos en continuos cambios.
Evolucionamos.
Recuerdo que grabé a fuego una frase:
"Si quieres enseñar, nunca dejes de aprender".
Y eso hago.
Y ese aprendizaje influye en mi forma de enseñar.
Supongo que ser madre, me dio además una perspectiva diferente sobre escuela y familia.
Y en la utopía de mis anhelos,
Hoy quiero reconocer la labor silenciosa e imprescindible, de una persona maravillosa con la que llevo trabajando codo a codo 3 años.
Al coger este grupo, 3 niños traían dictamen de escolarización y con él, como uno de sus recursos, PTIS (personal técnico de integración social).
Mucha gente sigue llamándolos "monitores", pero su labor va mucho más allá.
Era la segunda vez en mi vida profesional, que durante las 5 horas de clase no estaría sola ni un minuto, porque ella estaría siempre con los niños.
Para mucha gente supone un reto.
He conocido a lo largo de estos 26 años a profesores/as que se sienten invadidos en su espacio si otra persona permanece todo el tiempo en clase.
Me dijo uno hace mucho tiempo "que coartaba su libertad de cátedra".
Todavía estoy intentando comprenderlo.