Yo pasé delante de él durante más de 8 años (trabajaba DELANTE) y nunca me fije en él.
En esa plaza he reído, he llorado, he asistido al rodaje de Homeland, pero nunca me había fijado en que en medio hay...
Una columna.
Pero no es una columna cualquiera, es la columna Litfaß.
La columna más famosa de todo Berlin.
Bueno, vale... La segunda columna más famosa de todo Berlín.
Que ya sé que esta os mola mucho:
¿Pero por qué es tan especial la columna Litfaß (o Litfass para teclados no teutones) ?
Bueno, pues porque es un invento berlinés que ha conquistado el mundo que nació de una necesidad y se convirtió en virtud.
Todo empezó a mediados de siglo XIX.
Berlín era un caos.
Revoluciones, poca estabilidad política, mucha gente, poco dinero.
Y sobre todo:
MUCHOS ANUNCIOS.
Por lo visto, la ciudad estaba entera empapelada de cárteles en todos lados.
Había en las fachadas, en las farolas, en las calles, en los árboles... es que nadie pensaba en los pobres árboles.
Berlín era una urbe recubierta de anuncios.
Y eso ponía muy nervioso a Ernst.
¿Qué quién es Ernst?
Pues el protagonista de esta historia.
Ernst Litfaß era un impresor berlinés de aquella época.
Y como buen impresor le gustaba mucho el orden.
Pero mucho.
Por lo visto su imprenta era todo líneas rectas y claras.
Todo estaba en su sitio.
O mejor todavía... todo tenía un sitio.
Por eso, Ernst tenía un problema cuando salía a la calle.
Berlín era un disparate.
Todo era caos, desorden, improvisación.
Pero encontró una solución.
En uno de sus viajes a París, mientras paseaba por la ciudad, tuvo el deseo de acudir a un urinario (mirad que bonito escribo para no decir mear).
Por suerte, encontró un urinario público en la misma calle donde estaba.
Al salir del urinario, se dio cuenta de que toda la parte trasera estaba llena de cárteles y avisos.
Hasta arriba.
Entonces a Ernst se le encendió la bombillita.
En cuanto volvió a Berlín fue a ver al jefe de la Policia (no me preguntéis por qué el jefe de la Policía llevaba el asunto de los cárteles) y le hizo una oferta irrechazable:
¿Quieres ordenar la ciudad y ganar dinero?
Al jefe de Policía le falto tiempo para firmar.
Así nació la columna Litfaß.
Una columna en medio de la calle.
Donde mejor podían ver los anuncios los ciudadanos.
Donde mejor podían vender sus productos las empresas.
Donde poder colocar toda información relevante.
Una idea sencilla y prodigiosa.
Así las columnas fueron invadiendo poco a poco todo Berlín.
Y después todo Europa.
Y después el mundo.
Y convirtiendo a Litfaß en un hombre rico.
Hasta que llegaron a París.
Porque los parisinos son muy suyos y no saben pronunciar Litfaßsäule (vale, he mirado tres veces cómo se escribe).
Así que cambiaron el nombre a la columna.
Le pusieron columna Morris, por el tipo que las comercializaba en Francia.
Aunque a cambio nos dieron alguna que otra gran obra de arte como esta:
Pero eso sí, si hablamos de arte y las columnas Litfaß, tenemos que hablar de Orson Welles y Viena.
Cuando dejó para la historia del cine una escapada mítica a través de una de las columnas.
Escena que luego homenajearon en Gremlims 2 y en Men in Black con sendas columnas.
Pero volvamos a Berlín, porque aquí también tuvo su lugar para la cultura popular.
Porque la columna Litfaß apareció en la portada de la novela más vendida de la historia de Berlín.
No te suena, ¿no?
Normal, eso es porque no eres un niño de principios de siglo XX en Alemania. Otro día cuento su historia.
Y así desde el siglo XIX...
Hasta la actualidad, las columnas siguen en la ciudad.
Sin embargo, no pasan por su mejor momento.
Primero por la llegada de los teléfonos móviles, nuestras pequeñas columnas Litfaß de bolsillo.
La gente ya presta poca atención a las columnas y los anunciantes empiezan a desaparecer.
Pero el segundo problema fue más grave.
En 2019, mientras Tina Zimmenman paseaba por su calle, descubrió que se estaban llevando las columnas.
Las columnas iban a ser remplazadas por unas nuevas con cristalera, más bonitas, más sofisticadas... pero menos berlinesas.
Tina convenció a varios vecinos e iniciaron una protesta por toda la ciudad.
Fueron escribiendo epitafios en las columnas vacías y poniendo cruces en los lugares donde estuvieron.
Y como sucede muchas veces en Berlín, las protesta vecinal tuvo su repercusión.
Y su triunfo.
En 2019, Berlín decidió salvar 24 columnas como bien histórico de la ciudad.
Son pocas, pero las suficientes para encontrarlas por la ciudad y sentir la satisfacción de saber que hay una historia detrás.
Y hasta aquí este hilo-columna.
Este ha sido el hilo más difícil de mi vida. No por el tema, sino porque se me ha borrado 2 veces mientras lo escribía.
Así que hoy, aunque solo sea por pena, dale un retuit al primer tuit, que me he quedado sin comer por escribir esto.
Ay, mi madre. Con las prisas se me ha olvidado despedirme y además esta semana estreno web.
Por si no me conoces, vivo en Berlín y si te interesa la ciudad, he escrito muchos hilos que puedes encontrar aquí:
Seguimos de paseo por las tipografías de las estaciones de Berlín para conocer su historia.
Hoy viajamos hasta la estación de Anhalter Bahnhof, con una tipografía que todos podemos reconocer fácilmente: es Nazi.
Pero nos tenemos que hacer dos preguntas: ¿Por qué reconocemos esta tipografía como nacionalsocialista? ¿Y por qué se mantiene en esta estación hoy en día?
Para contestar a estas preguntas, nos teníamos que ir a la guerra, pero no a la que pensáis. A una guerra que duró más de 300 años: la guerra de tipologías.
Una guerra que comenzó con un libro.
Bueno con un libro no... con el libro que lo cambió todo: La biblia de Gutenberg.
No fue el primer libro impreso por Gutenberg, pero sí el más importante. Fue el primer texto que se imprimió de forma masiva, es decir, un libro que por primera vez iba a leer mucha gente.
Como Gutenberg quería que sus libros se parecieran lo máximo posible a los libros escritos a mano, decidió utilizar una fuente que fuera similar a los textos litúrgicos (además de que era pequeña y estrecha y le permitía imprimir pocas páginas), por eso eligió la tipo: Textura.
Esta fuente tipográfica se hizo popular, en el sentido de que el pueblo la entendía, por eso cuando en 1517, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la iglesia de Wittenberg, lo hizo con la fuente Fraktur, una fuente que evoluciona de la Textura de Gutenberg:
Así, las nuevas biblias impresas en alemán (y otros idiomas) utilizaban la Fraktur siguiendo los pasos de Lutero.
Pero... Pero..
Las biblias que se imprimían en latín utilizaban la fuente Antiqua, la tipografía que pronto adoptaría el resto de Europa, tanto para el latín como para sus lenguas autóctonas.
Así, durante más de 300 años, las dos fuentes rivalizaron en los países de habla alemana.
Dependiendo de la región y la religión, se adoptaba una y otra.
Hasta que en el siglo XIX llegó la época de las reivindicaciones nacionales y la creación de Alemania.
Por supuesto, dentro del movimiento nacional alemán, se tomó la fuente Fraktur como la tipografía propia de Alemania. Otto von Bismark, el gran precursor de la idea de nación, se vanagloriaba de leer solo textos en Fraktur.
Por eso, cuando Hitler llegó al poder, la tomó como la fuente del partido Nazi.
Todos los textos, carteles y octavillas del nacionalsocialismo, utilizaron la fuente Fraktur.
Era su tipografía... ¿o no?
Porque en 1941, Hitler declaró que esa tipografía era judía (cosa que por supuesto no era) y pedía abandonar esta tipografía.
La razón estaba muy clara, según Hitler "En 100 años, toda Europa leerá en alemán" y no podían hacerlo en la Fraktur que resultaba un obstáculo a la hora de leer.
Por eso prefería la Antiqua, fuente que toda Europa conocía y que permitía hacer llegar su propaganda.
(nota a pie de página, cuando veáis a alguien con un tatuaje nazi con la típica tipografía gótica, le podéis decir que Hitler prohibió esa fuente por judía, por las risas)
Y no es casualidad que Anhalter Bahnhof mantenga esa tipografía. Esta estación fue la gran estación de los años 30 y 40 en Berlín. Se dice que cada dos minutos salía un tren de sus andenes.
Y también fue el lugar más triste de la época.
Desde allí salieron los trenes cargados de judíos berlineses hacia los campos de concentración.
Por eso, cuando la estación fue destruida en la II GM, se rehizo una parada de tren nueva, pero en la superficie se dejó el antiguo pórtico gigante que servía de entrada a la estación, porque para los alemanes, el pasado nunca deber ser olvidado, tanto para lo bueno como para lo malo.
De ahí, que sea habitual encontrar la fuente Fraktur en muchas estaciones de Berlín creadas en aquella época.
Aquí os dejo unas imágenes de las diferentes tipografías, porque en este formato X solo me permite subir una foto, pero os recomiendo que leáis estas historias en IG (@yosoycorra) donde si puedes ver todas las fotos.
Por estas estaciones y algunas más, viajan mis personajes de El escritor y la espía, mi última novela que habla de trenes, espías y, sobre todo, literatura:
En Berlín, hay un puente en el que dos luces juegan al piedra-papel-tijera durante toda la noche.
Y no lo hacen por jugar, sino por recordar una vieja historia berlinesa.
Jugad conmigo en este hilo de #berlinespobreperosexi
El 9 de noviembre de 1989 cambió la historia de Berlín. Es el momento que el muro cayó y, por fin, los vecinos pudieron reencontrarse casi 40 años después.
El muro se derribó en casi toda la ciudad, pero aún queda un lugar que fue el símbolo de la separación durante años.