Frente a su casa, frente al lugar que nunca dejo abandonar, un pequeño recuerdo de que allí habitaban personas, con nombre, con una vida.
Desde hace décadas en toda Europa las aceras se han ido poblando de Stolpersteine, las piedras que recuerdan a todas las víctimas de la época Nazi.
Hay casi 100 mil piedras.
Pero a Gunter Demnig no le gustan los números. Por eso comenzó este proyecto.
No quería que los nombres quedaran como número en la historia.
"Un hombre se olvida, cuando se olvida su nombre" Suele decir el bueno de Gunter, citando una frase del Talmud.
Pero hay otra razón por la que comenzó con este proyecto.
Porque esta idea no surgió del arte.
Esta es la historia de un...
Tropiezo.
Porque ese el nombre de estass piedras: "Piedras del tropiezo".
Ya sabéis, cuando alguien pierde el equilibrio al chocar contra algo en suelo (Aunque en alemán Stolpern como en español, también, algo que te encuentras por casualidad).
Todo comenzó en 1990.
Gunter Demnig, un berlinés de pura cepa, hacía 5 años que se había trasladado a Colonia.
Allí había abierto su estudio de arte y comenzaba a hacer sus primeros "experimentos artísticos" en la ciudad.
Era conocido por su proyecto "Rastros".
Había creado una especie bicicleta que imprimía en el suelo lo que él quisiera, mientras andaba (creo que se ve mejor en la foto).
Y así, por ejemplo, unió la ciudad de Kassel con el Centro Pompidou en París con una línea de palabras.
(Por cierto, con este rastro rojo, entró en el Libro Guinness de los Records como la obra de arte más larga del mundo)
Pero en mayo de 1990 tenía pensado algo más que un simple "proyecto artístico".
Quería ir más allá.
Quería hacer un rastro del recuerdo.
Así que, modificó su bicicleta y comentó un nuevo rastro. Lo llamó:
"Una huella a través del olvido"
Pero... ¿De qué olvido estaba hablando?
Para responder a esto tenemos que remontarnos 50 años atrás.
Al 16 de mayo de 1940.
Ese día, en Colonia, eran reunidos 1000 gitanos para su deportación de la ciudad.
Todos se reunían alrededor del Deutz Messe (un centro de convenciones) esperando los trenes que les iban a llevar a un nuevo destino.
Unos trenes que pronto serían conocidos como los trenes de la muerte.
No iban a ningún nuevo destino...
Familias que llevaban más de 400 años en la ciudad.
Ciudadanos de Colonia como cualquier otro.
El miedo comenzaba para mucha gente.
Eran las primeras víctimas de lo que estaba por venir.
Y aunque aquello apareciera en los libros de historia, para Gunter, algo de todo aquello se había olvidado.
Por eso, el domingo 6 de mayo de 1990, recordando el quincuagésimo aniversario de aquella pesadilla, Gunter cogió su vieja rueda de bicicletatuneada para la ocasión, y...
... Comenzó a pintar un rastro en el suelo de la ciudad de Colonia.
Un rastro con una sola frase
Mai 1940- 1000 Roma und Sinti
(Mayo 1940 - 1000 gitanos)
El rastro comenzaba en el Deutz Messe de Colonia, donde todos habían sido recogidos en aquel mayo de 1940, para ir recorriendo la ciudad hasta las casas de aquellos que habían sido olvidados.
Gunter tenía el permiso del ayuntamiento para realizar esta acción, solo que hizo una pequeña trampa.
Les había asegurado que usaría tiza para su rastro, para que se pudiera limpiar facilmente.
Y así lo hizo.
Solo que se olvidó de comentar un detalle:
La tiza estaba mezclada con la pintura que se utiliza para señalizar las carreteras.
Así que aquel rastro duraría meses en la ciudad.
Gunter estaba muy orgulloso de su acción.
Sobre todo porque los ciudadanos de Colonia, sus vecinos, se acercaban para agradecerle su obra.
Pero entonces....
Llegó el tropiezo.
Gunter casi pierde el equilibrio.
Había chocado con algo que casi le hace caer.
Algo que no se esperaba...
Una anciana.
Una vecina de Colonia.
Una de aquellas que había pasado la guerra.
Una vecina de las de toda la vida.
Se le acercó muy amablemente y le dijo con mucha alegría que le entusiasmaba su proyecto, que se deberían hacer más cosas así en la ciudad, pero que había un error.
Un pequeño error:
"En aquellas casas nunca habían vivido gitanos"
Cuando Gunter sacó la documentación que le había provisto el Centro de Estudios Roma.
Pero la señora lo negaba, ella había vivido allí toda la vida y nunca había conocido a ningún gitano.
Hasta que se hizo evidente que estaba equivocada y se quedó boquiabierta con aquello.
Entonces, Gunter se dio cuenta.
Aquella señora no lo había negado por razones ideológicas o por vergüenza histórica.
Simplemente... lo había olvidado.
Porque "un hombre se olvida, cuando se olvida su nombre".
Aquel tropiezo le hizo cambiar de idea sobre su proyecto a Gunter.
No podía durar solo unos meses, tenía que durar... para siempre.
Así que siguió con su proyecto.
Lo primero que hizo Gunter fue poner por toda la ciudad de Colonia su rastro en latón, para que nunca pudiera ser eliminado.
Pero esto no era suficiente.
Aquellos nombres no podían ser olvidados.
Entonces se le ocurrió... Y si sus nombres no pudieran desaparecer nunca.
Por eso grabó sus nombres en el suelo.
Los grabó frente a su casa, el lugar donde nunca debieron salir.
Lo hizo uno a uno con sus propias manos.
Porque cada nombre merece ser esculpido individualmente.
Al principio, los ayuntamientos no estaban muy por la labor.
Pero sabéis quienes sí quería que ese proyecto avanzara: los familiares de las víctimas.
Gunter cuenta que el día que vio a dos hermanas reunirse por primera vez tras 60 años frente la piedra de sus padres (una vivía en Colombia y la otra en Escocia) y comprendió que su arte iba más allá de un recuerdo.
Pero no solo las familias.
Toda la sociedad le apoyó.
Por eso, la noche del 9 de noviembre, sin falta. Muchos alemanes se lanzan a limpiar las piedras de aquellos que nunca debieron salir de sus casas.
Porque cuando tropezamos con un Stolperstein, no estaremos ante una piedra, estaremos frente a una persona, frente un ser humano y su nombre nunca será olvidado.
Y hasta aquí el hilo de este viernes que sale muy tempranero.
Por supuesto se agradecen likes, retuits y cualquier foto de los Stolpersteine que haya en vuestras ciudades.
Hoy quiero dar las gracias especialmente a @eherreracaro que me ha pasado algunas de sus fotos con Gunter.
A partir de ahora os dejaré el primer tuit para que sea más fácil darle ese retuit que estáis deseando hacer:
Las piedras están diseñadas literalmente para tropezar con ellas. Son unos cuantos milímetros más altas que el adoquinado. Así resaltan en el suelo y destacan entre tanto gris.
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Los lápices no suelen ser útiles en la guerra: son frágiles, se rompe la punta, necesitan un sacapuntas cada poco tiempo.
Pero este, el Cumberland 103 de la compañía Derwent, fue uno de los mayores inventos de la Segunda Guerra Mundial.
Porque salvó muchas vidas.
Tira del hilo
Toda esta historia comienza con un sermón.
Un sermón en la iglesia Evangelica Open Brethen en Leeds.
Estamos en 1939 y la situación es tensa. Reino Unido y Francia acaban de declarar la guerra a Hitler, tras la invasión alemana de Polonia.
Todos los ministerios se preparan para la guerra. Uno de los más Valioso es el Ministerio de Abastecimiento, que se encarga de todo el material necesario para el ejército.
Dos de sus empleados se sientan en los bancos de esta iglesia, esperando el sermón dominical del párroco.
Las cajas de carretes Kodak son reconocibles en todo el mundo por su tono amarillo.
Sin embargo, en los 60, esta caja provocó perdidas increíbles en la compañía.
Y también generó uno de los mayores avances del siglo XX en diseño.
Y todo por el color.
🧵 de #MaterialNarrativo
(Antes de empezar os recuerdo que todas estas historias que cuento por aquí (más otras que no cuento en Twitter) podéis encontrarlas en mi pódcast Material Narrativo:
Podría ser un lápiz azul cualquiera, pero no lo es.
Esa mina azul es parte de la historia de Portugal, tanto de la buena como de la mala.
Porque este lápiz escribió la censura del país y también su libertad.
Un hilo de #MaterialNarrativo
(Antes de continuar, os informo de que podéis apoyar mi proyecto Material Narrativo adquiriendo en mi tienda algunos de los objetos sobre los que hablo en el pódcast, como el Olímpico 291: jorgecorrales.es/tienda/
l 11 de abril de 1933, bajo la dictadura de Salazar, se publica una reforma de la Constitución Portuguesa. En ella, se asegura la libertad de pensamiento.
Pero con un matiz:
Leyes especiales regularán el ejercicio de la libertad de pensamiento.