Todo empezó aquí. En 1996 Esperanza Aguirre utilizó la enseñanza de la Historia para su guerra cultural. Tuvo el apoyo de la RAH y de muchos historiadores que no concebían un discurso alternativo, ni las nuevas perspectivas historiográficas: empezó el debate de las Humanidades.
Mientras muchos se recreaban en las conmemoraciones de imperios, reyes y batallas, ya hacía décadas que la historiografía avanzaba en dirección contraria. Incluso a nivel epistemológico: Marc Bloch, Lucien Febvre, EP Thompson, EH Carr, J Kocka… Juliá, Fontana, Tuñón De Lara…
Estos historiadores cambiaron la concepción sobre ¿Qué es la Historia? La historia analiza el pasado sobre la base de los restos materiales e inmateriales que hemos legado, y se difunde a través de una argumentación basada en causas/consecuencias, cambio/continuidad.
Estos cambios han influido en las investigaciones internacionales sobre la enseñanza de la Historia: el método del historiador, las formas de argumentar, así como la manera en que los estudiantes aprenden la historia combinando el discurso escolar con las narrativas no formales.
El grupo CHATA del Reino Unido, las investigaciones de @ArthurJChapman, las aportaciones sobre pensamiento histórico de Wineburg y su grupo en EEUU, la perspectiva sociocultural de @kcbarton o las propuestas de Seixas y @s_lvesque en Canadá, han cambiado los currículos.
Pero no hay que ir muy lejos. Las propuestas de enseñanza de @Felixgonchicote o @dsobrino , por poner dos ejemplos que pongo a mis alumnos del Máster, nos ofrecen una visión de la enseñanza de la historia que huye del esencialismo nacionalista, y que parte de problemas sociales.
No es una sorpresa ver portadas del ABC en 2022 clamando por la ignorancia del alumnado. Tampoco sorprende ver a representantes de la RAH vaticinando la desaparición de hitos históricos asociados a la narrativa nacional. Lo sorprendente sería verlos aportando algo.
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