A María del Pilar, mi Madre, con todo el Amor que encuentro… porque pasan los días, y veo al mundo muy quieto, y te vas, y te vas yendo y lo haces sin remedio… y no soporto el no haber hecho, lo que tú has hecho de mi, en este breve y cortísimo lapso de tiempo…
… por eso te escribo esta carta, para decirte lo que siento.
Esta carta es para mi Madre. Para ti con todo mi amor, y para que lo sepa el mundo entero:
Y quiero darte las gracias, y si algún día ya no te tengo, que sepas que siempre estuve aquí, y que eres lo que más quiero. Que ya nada será igual, cuando YA!! no cambies de lugar 100 veces ese florero, cuando YA!! no me preguntes 100 veces, “¿Dónde está…?”…
…hijo mío, esto o aquello… “¿a qué he venido AQUÍ… por #Dios?.. vuelvo por donde vine, a ver si me acuerdo“. Frases que repetías, que recuerdo y que ahora tanto echo de menos..
Pedirte perdón por no haberlo comprendido primero, pero… QUIERO ESTAR AQUÍ -aunque nunca lo sepas- … y decirte:
TÚ ERES LO QUE MÁS QUIERO
Tus recuerdos se desvanecen… y entre todos nada hacemos, pero qué complicado me resulta ayudarte en un mundo tan tuyo y que ya empieza a no ser nuestro!
Gracias
Gracias (?)… a Papá, por haberse ido antes de tiempo… lo pienso, lo escribo y casi ni me entiendo; pero dime, amigo imaginario: ¿Qué hubiera sido de él, de verla entre tanto desconcierto?.
Este, su último (inconsciente) detalle para contigo, siempre estará en mi recuerdo, como su persona, el hombre de tus Sueños, mi Padre, ese hombre tan dulce al que tanto tantísimo echo de menos.
Un Beso a él le envío, y un Abrazo, y un Te Quiero, por lo mucho que te quiso, y por ser… un ser sincero, por lo mucho que te amó, y por ser como ha sido: buen hombre y fiel caballero.
Como él, disculpadme, no hubo ni habrá nadie en el mundo entero, ejemplo de multitudes que a veces permanecen en silencio… mientras tú, MADRE, te deterioras, y yo sigo buscando el maldito remedio. Mientras algunos callan y yo… yo muero por dentro.
A mi Padre, mago de la honestidad, pero sobre todo a María del Pilar “Pili” Oliden Malumbres, mi Madre