En este nuevo #paseoveraniego os propongo seguir los pasos del gran escultor Felipe Bigarny. Para ello nos iremos a Haro y a Casalarreina, donde le encargaron realizar dos magníficas portadas que supusieron un auténtico terremoto artístico… y también personal ⬇️⬇️⬇️
Bigarny es uno de esos escultores con una vida que daría para varias series de Netflix. Siendo joven, pero muy bien formado, abandonó su Langres natal (Borgoña francesa) y, tras una estancia en Roma, terminó en Burgos, donde encontró un ambiente cultural lleno de posibilidades.
Allí entabló una estrecha relación con Simón de Colonia, Gil de Siloé y Diego de la Cruz, a quienes demostró su enorme valía en varios trabajos. A finales de 1498, Juan de Colonia presentó al Cabildo al “maestre Felipe”, quien se encargaría del relieve del Camino del Calvario.
Tras una primera etapa llena de importantes encargos, fue consolidando su taller y creando una red clientelar al más alto nivel. Consagrado como uno de los más grandes escultores del momento, llegó a La Rioja en 1512 para hacer la portada y el retablo mayor de la iglesia de Haro.
Las obras arrancaron y hacia 1515 estaban buena parte de las labores realizadas, pero llegó el obispo de Calahorra Juan Fernández de Velasco y reclamó la presencia del maestro en el Monasterio de la Piedad de Casalarreina que estaba proyectando.
El tiempo iba pasando y Bigarny no volvía a Haro… tenía un taller solvente con grandes oficiales, pero los parroquianos y el Concejo reclamaban insistentemente su presencia una y otra vez con resultados infructuosos.
Las obras en Haro se fueron ralentizando y los comitentes cada vez se ponían más nerviosos, hasta el punto de que se amenazó al maestro borgoñón con la excomunión. Pero Bigarny era muy hábil y se las ingenió para seguir cobrando sin problemas las primicias durante 15 años.
Hacia 1519 estaban las dos portadas muy avanzadas, cumpliendo con ello lo prometido. Pero claro, su ausencia se notó y hoy día es fácil ver dónde puso lo mejor de sí y de su taller. Veamos un poco estas obras y después las valoramos, a ver qué os parecen.
La portada de la iglesia de Santo Tomás de Haro está planteada como una suerte de retablo en piedra, tipología revolucionaria que tuvo mucho éxito en la zona. Echemos un vistazo rápidamente a las principales escenas.
A ambos lados de la portada aparece un completo apostolado. Sobre una de las puertas, vemos la duda de Santo Tomás, titular del templo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”.
Se inicia a continuación un ciclo de la Pasión de Cristo con la flagelación, la colocación de la corona de espinas, la entrega frente a Caifás y el camino al Calvario.
Se cierra con el registro que se encuentra sobre la puerta de la derecha, donde podemos ver la escena de la resurrección de Cristo.
Vayamos ahora a Casalarreina, donde se desarrolla un programa similar que, en este caso, se centra en la vertiente cristológica de la Piedad. La tipología arquitectónica es muy curiosa, mezclando una suerte de arco gótico con un registro superior más acorde al gusto renacentista.
Analicemos el programa en detalle, porque tiene su miga…
En unos relieves muy deteriorados del basamento de la portada aún se pueden apreciar los restos de las figuras que podrían identificarse como las virtudes teologales. La Fe, sosteniendo un cáliz, se puede ver con cierta claridad…
La virtud de la Esperanza estaría borrada y la Caridad pudo haberse representado de manera simbólica a través del pelícano que alimenta a sus crías con su propia sangre. De hecho, en las láminas del Tarot de Mantegna podemos verlo asociado a esta Virtud.
Flanqueando la portada vemos dos soberbias figuras de Adán y Eva, esculpidas con una calidad exquisita. Es un modo de mostrar cómo las desgracias que llegaron al mundo a través del Pecado Original serán calmadas con el sacrificio de Cristo que se esculpe más arriba.
Esta idea se encuentra nítida en las “Revelaciones” de Santa Brígida: “Igual que Adán y Eva vendieron el mundo por una sola manzana, puedes decir que mi Hijo (Cristo) y Yo (María) recuperamos el mundo con un solo corazón” (L.I., cap. XXXV).
Con este marco teológico como telón de fondo, arranca el ciclo de la Pasión con la última cena. No falta un solo detalle, como la figura de Judas que muestra en su espalda la bolsa de monedas que delatan su traición.
En el siguiente registro aparece en la parte superior la escena de la oración en el huerto (muy deteriorada) y el prendimiento de cristo en una escena doble: beso de Judas y Pedro cortando con violencia la oreja a Malco.
Llegamos así a la escena de la flagelación, en la que Cristo se aferra a una columna alta mientras unos sayones le golpean con fuerza mediante látigos de correas.
La siguiente etapa muestra a un Cristo, doliente y fatigado, a quien unos verdugos le clavan la corona de espinas ayudándose de varas.
Continúa la Pasión con el camino al Calvario, empleando un esquema compositivo que Bigarny conocía a la perfección y que había ejecutado con brillantez en el trascoro de la catedral de Burgos (imagen de la derecha) basándose en grabados como los de Israhel van Meckenem.
Para seguir la secuencia narrativa deberíamos trasladarnos al tímpano de la portada, donde se desarrolla el grupo escultórico de la Lamentación sobre Cristo muerto. Los detalles muestran la especial atención que recibieron las figuras que lo componen.
En la parte superior de la fachada, se cierra la secuencia iconográfica con la Resurrección de Cristo, partiendo de una composición que recuerda mucho a los grabados de Durero que circulaban por la época y que Bigarny sin duda conocía.
Es una composición iconográfica curiosa, ya que en la parte superior aparecen las tres Marías que encontraron el sepulcro vacío, ocupando un segundo plano que ofrece una lectura más compleja y que añadía más elementos de meditación.
Vamos terminando el hilo… que se está alargando demasiado, pero aquí no se terminan los detalles de esta portada, ¡ni mucho menos! Unas fotos de muestra del apostolado, las decoraciones a candelieri… y tantas otras maravillas.
¡Hasta nos podemos encontrar a san Francisco si afinamos mucho la vista!
Y, para ir cerrando, volvamos al punto de partida. Recordemos que en 1515 Bigarny fue llamado por Juan Fernández de Velasco para trabajar en su gran proyecto, el Monasterio de la Piedad de Casalarreina, abandonando así su presencia en Haro… y claro, eso se hizo notar.
Veamos algunas escenas (izquierda, Haro; derecha, Casalarreina). ¿Qué os parece? Mi inclinación hacia Casalarreina creo que ha quedado clara… no me oculto. 😊
Cada vez que visito Puente la Reina/Gares siento un pequeño hormigueo en la tripa. Me pasa con algunos lugares que, por algún motivo, reverberan en mí de un modo especial. En este pequeño hilo os propongo un #paseoveraniego por este hito del camino jacobeo.
Arrancamos en el puente sobre el río Arga que da nombre a la localidad. Se trata de una espectacular obra de ingeniería impulsada a mediados del siglo XI para favorecer el tránsito de peregrinos y mercancías. Se compone de 7 ojos, aunque algunos de ellos están casi ocultos.
La documentación nos impide saber quién fue la reina que lo patrocinó e impulsó. Sus constructoras pudieron ser o bien la reina Doña Munia de Castilla (casada con Sancho Garcés III) o Doña Estefanía (casada con García Sánchez III).
En la nave principal de la catedral de Pamplona se levanta uno de los sepulcros más impresionantes que conozco: el de Carlos III de Navarra y Leonor de Castilla. Una mole de caliza y alabastro ejecutada por uno de los talleres más ambiciosos del momento. ¡Veámoslo! ⬇️⬇️⬇️
Entre 1408 y 1411 los monarcas viajaron a Francia y contrataron los servicios de Johan Lome, un dotadísimo escultor originario de los Países Bajos (tal vez de Tournai [foto], si bien también se apunta a la localidad de Lomme).
Aunque Carlos murió en 1425 y Leonor en 1416, las obras del sepulcro arrancaron a finales del 1413, pero por distintos motivos (falta de material y otros encargos) se extendieron hasta 1419, cuando la reina consorte llevaba ya tres años muerta.
Hoy por la mañana, dando un paseo por Burgueta, nos hemos topado con un ataúd "colectivo" de lo más curioso. Al parecer, en tiempos económicamente complicados, se empleaba el mismo féretro para trasladar los cadáveres desde la iglesia al cementerio.
En los laterales tiene unos herrajes para meter unos maderos y poder trasladarlo en andas entre cuatro personas. La decoración es muy sencilla, una cruz roja sobre fondo negro y una calavera con huesos.
La vecina que nos lo ha mostrado decía que en los pueblos de los alrededores había más ejemplares similares, pero que ya no se conservan.
¿Os imagináis mirar a la cara a un romano del s. III? No me refiero a hacerlo a través de un retrato, por realista que pueda parecer, ni siquiera por medio de una sofisticada recreación digital. En este hilo os hablaré de una de las máscaras mortuorias más increíbles que conozco.
A veces la arqueología recupera piezas insólitas, que apenas cuentan con paralelos y que dejan al equipo de excavación estupefacto, sin saber exactamente qué es lo que tienen entre sus manos. Esto fue lo que ocurrió en el yacimiento de la antigua ciudad romana de Thysdrus.
De pronto, de la arena empezaron a emerger trozos de yeso que, en un primer vistazo, mostraban partes de animales y lo que parecían extraños rostros humanos.
Las máscaras mortuorias son obras que despiertan una extraña atracción. Consideradas como piezas secundarias, a veces simples recursos técnicos de los artistas, la fascinación que ejercen ha motivado que se hayan conservado ejemplares insólitos. Esto se merece un hilo, ¿no? ⬇️⬇️
Cuando pensamos en máscaras mortuorias, inevitablemente nos vamos a los ejemplos más conocidos de los siglos XIX y XX. ¿Pero dónde está su origen? Vamos a ver algunos casos curiosos que nos llevarán hasta el siglo XIV para cuestionar los cimientos mismos de la Hª del arte.
Por suerte, cada vez es más conocido el fenómeno de la creación de máscaras mortuorias y en la magnífica exposición “Extraña devoción” del @MuseoEscultura tuvimos la suerte de poder ver los rostros de algunas piezas míticas.
El nacimiento del retrato en el arte medieval es uno de los enigmas más difíciles de desentrañar. ¿Cuándo se pasa de una representación esquemática a una natural e identificable? Veamos en este hilo un ejemplo muy curioso: el retrato postmortem de Isabel de Aragón.
En el románico solemos encontrar rostros trabajados de manera sucinta, a veces mostrando expresiones y sentimientos, pero sin llegar a ofrecer características que permitan reconocer al individuo por sus rasgos faciales.
Ojo, no quiero decir con esto que no haya retratos en el románico y que algunos no puedan recoger elementos que pudieran ayudar a una identificación directa, pero no hay en general una búsqueda en la plasmación fehaciente de la apariencia y de la esencia del individuo.