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Fijémonos en este muro, ¿qué es esto?, ¿qué sentido tienen estas figuras?, ¿de qué época son?, ¿por qué no se parecen a nada que hayamos visto antes? Cuando se descubrieron en el año 2006 estas eran las principales preguntas que sobrevolaban con insistencia.
Para intentar responder a esa pregunta necesitamos conocer el contexto y la identidad de la joven o, mejor dicho, de la niña. Marie-Louise O'Murphy era la menor de cinco hermanas, nacidas en Rouen en un ambiente de pobreza y graves dificultades económicas.
Advertencia: por la amplitud temática de las imágenes, lo dividiré en dos hilos para evitar que sean demasiado largos. Es que, como veréis, ¡este sepulcro da mucho juego!
Aquí hay una protagonista que no podemos obviar: la arqueóloga británica Kathleen Kenyon. A mediados del siglo XX comenzó unas campañas de excavación en Jericó con una metodología diferente a la de su tiempo. Ella era meticulosa y paciente; prefería la brocha a la pala.
En mi última escapada en bici por esta zona aproveché para sacar unas pocas fotos, así que este paseo será más ligerito y visual, porque, mires a donde mires, éste es uno de esos paisajes que no te permiten levantar la vista... 
Bigarny es uno de esos escultores con una vida que daría para varias series de Netflix. Siendo joven, pero muy bien formado, abandonó su Langres natal (Borgoña francesa) y, tras una estancia en Roma, terminó en Burgos, donde encontró un ambiente cultural lleno de posibilidades.
Arrancamos en el puente sobre el río Arga que da nombre a la localidad. Se trata de una espectacular obra de ingeniería impulsada a mediados del siglo XI para favorecer el tránsito de peregrinos y mercancías. Se compone de 7 ojos, aunque algunos de ellos están casi ocultos. 
Entre 1408 y 1411 los monarcas viajaron a Francia y contrataron los servicios de Johan Lome, un dotadísimo escultor originario de los Países Bajos (tal vez de Tournai [foto], si bien también se apunta a la localidad de Lomme).
En los laterales tiene unos herrajes para meter unos maderos y poder trasladarlo en andas entre cuatro personas. La decoración es muy sencilla, una cruz roja sobre fondo negro y una calavera con huesos. 
A veces la arqueología recupera piezas insólitas, que apenas cuentan con paralelos y que dejan al equipo de excavación estupefacto, sin saber exactamente qué es lo que tienen entre sus manos. Esto fue lo que ocurrió en el yacimiento de la antigua ciudad romana de Thysdrus.
Cuando pensamos en máscaras mortuorias, inevitablemente nos vamos a los ejemplos más conocidos de los siglos XIX y XX. ¿Pero dónde está su origen? Vamos a ver algunos casos curiosos que nos llevarán hasta el siglo XIV para cuestionar los cimientos mismos de la Hª del arte.

En el románico solemos encontrar rostros trabajados de manera sucinta, a veces mostrando expresiones y sentimientos, pero sin llegar a ofrecer características que permitan reconocer al individuo por sus rasgos faciales.
La iglesia de San Pedro se ubica en lo alto de la ciudad antigua, custodiada por las ruinas de los castillos que, en tiempos medievales, defendían esta importante plaza.
Las evocaciones de raíz romántica abundan en la idea de un período cegado por la niebla y dominado, como decía Melisandre, por una nocturnidad terrorífica: “the night is dark and full of terrors”.
En el hilo dedicado al demonio del canecillo (decimonónico) vimos cómo éste se había recreado por completo, quizá recordando el diablillo que se había puesto en el puente de Valentré para rememorar una antigua leyenda. https://twitter.com/MunainGorka/status/1387850751641366538
https://twitter.com/MunainGorka/status/1350054676419457024
La escena se encuentra colocada a los pies del templo, aunque ésta, sin duda, no fue su ubicación original. La abadía fue saqueada en la Guerra de los Cien años y parcialmente destruida en las guerras de Religión que sacudieron Francia (y su patrimonio) en el siglo XVI. 
Las primeras iglesias románicas de grandes dimensiones, como la abadía de San Filiberto de Tournus, resuelven su abovedamiento con bóvedas de cañón dispuestas en sentido transversal. De este modo, queda una articulación entrecortada y la luz de los ventanales entra por sectores. 