💪 El vídeo de denuncia va camino de 175.000 visualizaciones. ¡Hemos conseguido alzar la voz y decir bien alto que la sociedad civil ya no se cree estas tecnomagufadas!
Tanto se ha oído, que hasta la prensa se ha hecho eco con un gran interrogante:
¡Esto es un logro colectivo! El año que viene es año electoral. Si no hubiésemos expuesto, viralizado y arrasado con el blablablá políticos, quizá pronto tendríamos un metaverso en cada provincia, en cada aldea.
Que es lo que sucedió con los «marketplaces»… 🤦♂️
⚠️ Unas plataformas de comercio electrónico alumbradas con toda la parafernalia marketiniana que tanto excita a cierta raza de gestores públicos…
…y que hemos demostrado que no duran dos telediarios.
Proyectos digitales con dinero público que solo sirven para la gloria efímera de la rueda de prensa y el aplauso subvencionado de los de siempre…
Pero esta batalla la hemos perdido. Combatimos con un ejército de ayuntamientos —¡más de un centenar he contado!— avituallados por una prensa local mansa y acrítica, correa de transmisión de unas inversiones públicas sin presente ni futuro:
No va de intrigas políticas para derrocar a los Montescos y alzar a los Capuletos. No busca perpetuar la cansina historia reciente de nuestro país: el Frente Judaico Popular versus el Frente Popular de Judea… 🥱
Va de implicarse en lo público y fiscalizarlo ciudadanamente. Completamente al margen de los partidos políticos y lo que representan.
⚠️ A veces, en un arranque de sinceridad, nuestros gestores reconocen incluso en la prensa que mantienen la opacidad sobre los datos públicos porque no quieren que se fiscalice su trabajo. Acaba de suceder en el Ayuntamiento de Sevilla.
LICUAS SA es un contratista habitual de varios ayuntamientos madrileños. Figura en el caso Lezo y en la trama Gürtel. Según la sentencia de esta última, hinchó facturas y facturó servicios no prestados.
Aún es un trabajo en curso, pero así está quedando su «ficha». 👇
🤷♂️ En los datos de los contratos de LICUAS hay muchos errores. Veamos tres:
1⃣ El Ayuntamiento de Madrid acaba de adjudicarle esta obra valorada en 20,6 millones.
¿Por qué importe se ha contratado?
⚠️ El Ayuntamiento no lo publica.
📽️ Aún tengo bastante que pulir, pero así está quedando la visualización interactiva en que estoy trabajando estos días.
El vídeo muestra las obras públicas adjudicadas a la empresa constructora cántabra COPSESA.
Me ha llamado la atención que una obra se extiende hasta… ¡2041!
Parece una mera reparación de baches en una carretera y el importe no llega a 50.000 €… Sin embargo el dato oficial que publica el Estado lo confirma: el plazo de ejecución son ¡20 años!
Tiene toda la pinta de ser un error en los datos. 🤷♂️
Otro más.
He aquí una porción de los contratos públicos actualmente en ejecución por esta compañía. Cada barra roja es una adjudicación y representa la fecha de inicio y la duración estimada del contrato. Se aprecia cómo van finalizando en 2024, 2025…
Analizar informáticamente la contratación pública es complejo por dos razones:
1. La complejidad de la Ley de Contratos del Sector Público 2. La mala calidad de los datos que publican los órganos de contratación
En este hilo voy a ahondar en ello y poner un ejemplo.
Sobre lo primero poco se puede hacer: la ley es compleja porque la contratación pública es compleja: hay miles de órganos de contratación, desde empresitas públicas hasta ministerios, comprando desde caramelos a fragatas de guerra.
Hay licitaciones, pliegos, acuerdos marco, presupuestos, modificaciones, regulaciones armonizadas, programas de financiación, lotes, divisas, condiciones, sistemas dinámicos de adquisición, criterios objetivos y no objetivos, requisitos técnicos, financieros…
Estuve leyendo sobre Ludwig Wittgenstein, un notable filósofo del s. xx. Llegué a él saltando desde Bertrand Russell; ambos eran filósofos y matemáticos.
A veces unas hebras tan dispares se trenzan en raros personajes como estos o como Kurt Gödel.
Soy un profundo ignorante de casi todo. Y la filosofía no es una excepción. A falta de conocimiento y de inteligencia, trato al menos de guardar el fuego de mi curiosidad.
Así llegué a la obra capital de Wittgenstein, su Tratado lógico-filosófico.
Del Tractatus se dice que, pese a su brevedad, es una de las obras más complejas de la filosofía de los últimos cien años.
Me lancé a la piscina de hojearlo con tanto atrevimiento como falta de convicción. Y tal y como intuía, no entendí nada. Ni cinco minutos resistí el asalto.