Hay lugares que se vuelven icónicos por su naturaleza.
Otros, por su historia.
Otros por un cúmulo de razones que es difícil de explicar.
Pero hay lugares que no.
Hay lugares que no tienen nada.
Ni historia, ni naturaleza, ni encanto:
Esto es Kassel.
(Lo siento, @TurismoKassel, tenía que decirlo. Pero tranquilos que ahora os dejo muy bien)
Kassel es una ciudad en mitad de la nada alemana.
Lejos de las grandes ciudades, en la planicie europea, hasta hace poco solo destacaba por una cosa: la feria de horticultura.
Una reunión de agricultores que llenaba la ciudad de patatas, pimientos y remolachas.
Hasta que un señor se empeñó en que Kassel fuera algo más.
Un señor que se llamaba Arnold Bode.
Pero empecemos a contar su historia por sus años en Berlín.
En 1930, Bode consigue una plaza como profesor de pintura en Berlín.
No puede estar más contento.
Aunque adora Kassel y su carácter provinciano, por fin va a poder codearse con sus maestros: Fauvistas, expresionistas, cubistas y, básicamente, todo lo que acabe en -ista.
Pero no sé si habéis leído bien el año: 1930.
Mal año para ser vanguardista en Berlín.
Tan solo 3 años después, en 1933, los Nazis le arrebatan su plaza de profesor por su pertenencia al partido socialista y tiene que volver a Kassel.
Desde allí vislumbra como Hitler y sus secuaces destrozan todo lo que él ama:
El juego, la innovación, la irreverencia, el misterio, la búsqueda.
El arte alemán contemporáneo queda arrasado.
El punto álgido de todo llega en 1937.
Mientras Bode queda maravillado por la magnitud del "Guernica" en la Exposición Universal de París, a cientos de kilómetros de allí, se produce la vergüenza: la exposición "Arte degenerado" en Múnich.
Una exposición que reúne todo lo que el gobierno Nazi consideraba que tenía que desaparecer de Alemania:
Kandisky, Mondrian, Paul Klee y por supuesto, Picasso.
(Quedaos con estos nombres, porque volverán a aparecer)
Esto provoca una gran herida en Bode:
La punta de lanza del arte, la pintura que él enseñaba, sus maestros... Todos a la basura.
Pero demos un salto de 10 años.
1947.
La guerra ha terminado.
Kassel está hecho polvo. Las bombas han arrasado con la ciudad.
Todos los ciudadanos ayudan a reconstruirla. Entre ellos, Bode.
Bode acaba de volver de la guerra. Ha sido obligado a trabajar como arquitecto para el ejército, aunque no hay ninguna duda su antinazismo.
Siempre se refería a ellos como "Los criminales".
Por eso le otorgan el honor de reconstruir la Academia de Artes de Kassel.
Entonces, Bode comienza a trabajar con los jóvenes de la zona.
Como profesor, no ha olvidado sus años de enseñanza en Berlín, así que comienza a hablar de los expresionistas del Jinete Azul, de los retratos cubistas de Picasso, de las geometrías abstractas de Kandinsky.
Los jóvenes de Kassel le miran como las vacas a los trenes.
¿De qué está hablando?
Entonces, Bode se da cuenta.
Los nazis han ganado.
Quizá la guerra de trincheras, la han perdido. Pero la guerra en los museos...
Sin embargo, Bode no lo da todo por perdido.
Si consigue que en Kassel, donde nunca pasa nada, se prenda la llama del arte.
Si alguno de sus estudiantes aprecia el "arte degenerado", puede que la nueva generación vuelva la vista atrás y enlace sus raíces con aquellas que fueron cortadas.
Así que, aprovechando la feria de horticultura de Kassel, propone a las autoridades realizar una exposición paralela de arte
Un tipo de arte que nunca se ha visto en la zona.
Los gobernantes se dan cuenta de que puede ser una buena oportunidad para llenar el museo Fridericianum, que acaba de ser restaurado, pero que no tiene ninguna obra porque los bombardeos y los saqueos dejaron vacíos sus paredes.
Muchos compañeros y colegas le advierten que ese tipo de arte tan poco convencional no está hecho para Kassel, que mejor se lleve la exposición a ciudades más cosmopolitas como Berlín.
Pero Bode está empeñado, tiene que ser en Kassel.
Le cuesta conseguir la financiación, pero, por fin, en 1955, consigue la exposición tal y como él la quería:
Consigue traer a Kandisky, Mondrian, Paul Klee y por supuesto, a Picasso.
(Veis, os dije que volverían a salir)
La exposición ya está lista, pero aún le falta una cosa.
El nombre.
Le da vueltas y vueltas, hasta que empieza a jugar con la palabra latina Documentum, que proviene de la palabra "docere" ( enseñar), y se le ocurre crear una palabra nueva:
Documenta
Quizás os suene de algo.
El Documenta es, hoy por hoy, la exposición más importante de arte contemporáneo de Europa (y puede que del mundo).
Cada 5 años, un millón de personas se acercan a Kassel para dejarse sorprender.
Para ser seducidos por el arte.
Para romper sus esquemas.
Y todo en Kassel, una ciudad, que hasta hace poco era conocida solo por sus hortalizas.
Y que ahora se asocia indivisiblemente a la vanguardia del arte.
Porque Documenta tiene algo más interesante que las obras de arte.
Ver cómo toda una ciudad se vuelca con el arte contemporáneo.
Gracias a un señor que, sin saberlo, ganó la última guerra a los Nazis.
Lo de Amaia en LaRevuelta el otro día fue sensacional, pero no solo por el vídeo, sino porque explica muy bien cómo funciona el proceso creativo.
Seguidme en este hilo para ver de dónde salió este vídeo
A principios de los 90, un joven fotógrafo parisino Vincent Moon, recién salido de varias escuelas de fotografía, comienza un proyecto nuevo: Les nuits de Fiume.
En él se embarca a conocer todos los garitos de París y hacer fotos desenfadadas de los músicos que allí tocan.
Allí conoce a muchos músicos y se hace amigos de ellos, pero hay unos que le cambian la vida.
La banda norteamericana The National le pide que grabe su nuevo videoclip. Moon, interesado en el movimiento y en la naturaleza, graba a la banda en el bosque con una super 8.
Dentro del Laberinto es una de esas películas que cambian con tu edad.
Cuando era pequeño, creía que iba de una chica que pierde a un niño.
Ahora sé que dentro del Laberinto esconde una alegoría preciosa sobre cómo funciona nuestro cerebro adolescente.
Abro hilo 👇👇
(Antes de empezar, os recuerdo que todas mis historias las podéis escuchar con mi voz en mi pódcast Material Narrativa. Esta pertenece al número 2, dedicado a las marionetas y Jim Henson.
Los efectos especiales en el siglo XXI no han llevado a lugares increíbles, hemos viajado más allá del tiempo y espacio, hemos visitado el interior de un agujero negro...
Y, sin embargo, yo sigo echando de menos los efectos de los 80 y 90.
Los lápices no suelen ser útiles en la guerra: son frágiles, se rompe la punta, necesitan un sacapuntas cada poco tiempo.
Pero este, el Cumberland 103 de la compañía Derwent, fue uno de los mayores inventos de la Segunda Guerra Mundial.
Porque salvó muchas vidas.
Tira del hilo
Toda esta historia comienza con un sermón.
Un sermón en la iglesia Evangelica Open Brethen en Leeds.
Estamos en 1939 y la situación es tensa. Reino Unido y Francia acaban de declarar la guerra a Hitler, tras la invasión alemana de Polonia.
Todos los ministerios se preparan para la guerra. Uno de los más Valioso es el Ministerio de Abastecimiento, que se encarga de todo el material necesario para el ejército.
Dos de sus empleados se sientan en los bancos de esta iglesia, esperando el sermón dominical del párroco.