Jorge Corrales Profile picture
Sep 30 117 tweets 15 min read
Capítulo 1

Los nombres son importantes. Mucho más de lo que creemos.

Jorge Corrales es mi nombre.

Y también el suyo.

Y me ha destrozado la vida.

Esta es la historia de un cómo conocí al otro Jorge Corrales.

🧵 Hilo 🧵

#Corraladas Image
Mis hijos tienen nombres poco comunes: Mara y Pau.

Los elegimos a propósito para que fueran poco comunes.

No creo que un nombre pueda decidir tu destino, pero sí creo que un nombre dice mucho del lugar de donde vienes.
Mi nombre, Jorge Corrales, es un nombre corriente porque nací en un sitio corriente.
Si me hubiera llamado, por ejemplo, Sergio, nada de esto hubiera ocurrido.

Sin embargo, mi nombre es Jorge... Jorge Corrales.
Los Jorges Corrales somos gente corriente, con nombres corrientes, de orígenes corrientes… que no quieren ser corrientes.
Todo comenzó con este mensaje de mi amigo Mateo.

Yo estaba fregando cuando me llegó el WhatsApp más extraño que he recibido en mi vida:

"Enhorabuena, no sabía que habías publicado una novela"
Abrí la foto que me mandaba y no podía creer lo que estaba viendo: Image
Escribir una novela era el sueño de mi vida.

Llevaba años mandando manuscritos a editoriales con solo respuestas negativas... y ahora alguien me había quitado ese gran sueño.
¿Quién coño era Jorge Corrales?

En aquel momento no tenía ni idea de lo que se me venía encima.

Quizás alguno estéis pensando que a lo mejor me había robado una de mis historias... Era peor, mucho peor. Image
Continuará...
Capítulo 2

- Jorge Corrales, te presento a Jorge Corrales.
Esta frase ya la había oído una vez, hace mucho tiempo, en la Universidad. Image
Ante mí tenía a alguien que era lo menos parecido a mí posible: Sin gafas, pelo moreno, fornido y con cara de autoconfianza. No era otro yo, era simplemente otro.

Si ese primer momento me dejó desorientado, su siguiente frase me hizo perderme aún más:

– Eres tú.
A lo que siguió una bonita frase que nunca olvidaré:

– Me estás jodiendo la vida.
Hablamos no más de quince minutos en los que me contó la mierda que había tenido que aguantar por tener el mismo nombre.

Vivía en la misma ciudad que yo, estudiaba en la misma facultad que yo, participaba en la misma clases que yo.
Un calco de vida, excepto por una pequeña diferencia:

El otro Jorge Corrales nació un año después de mí.

Eso convertía su vida un infierno burocrático.
Problemas para matricularse en asignatura que yo ya había cursado.

Profesores que no le permitían acudir a sus clases “por segunda vez”.

Becas no concedidas por problemas con el expediente.
Es una pena que la burocracia no entienda de doppelgänger.
Tras el colapso inicial de mi cerebro, recuperé la coherencia y le invité a una cerveza

¿Qué podía hacer si no? Un pobre desgraciado como yo, que además de cargar con mi nombre, tenía que combatir contra él.
Nos tomamos algo, hablamos algo sobre la facultad, compartimos algún chascarrillo.

Quedamos en volver a vernos para hacernos una foto de nuestros DNI, pero eso nunca ocurrió.

Nunca le volví a ver.
Aunque para su desgracia y la mía, sí supe de él.
Capítulo 3

Veis esa pequeña mancha en la madera. Es mi suelo, o más bien el suelo de la habitación de mis hijos. Cada vez que lo veo me pregunto

¿Qué demonios habría ahí para dejar esa huella?

Porque eso es lo que es: una huella. Image
Una huella de gente que vivió aquí antes que nosotros, que tuvo hijos también, y que un día, sin querer, dejaron esa pequeña marca.

Y ahora, decenas de años después, quizá cientos de años, alguien lo mira y se pregunta

¿Qué hubo aquí?
Así es como me imagino que me buscarán mis nietos y mis bisnietos en el futuro. Mirarán la información que hay sobre mí en Internet y quizá vean algo, pero no llegarán a entenderlo.

Solo verán una sombra de mí.
Lo primero que hice al descubrir la novela “El contrincante” fue buscarme en Google, como había hecho cientos de veces.

Pero esta vez no me buscaba a mí, buscaba al otro, al que había escrito “El contrincante”.
Gracias a una conocida plataforma de venta de libros online pude leer la contraportada de la novela que podéis ver en la imagen.

Por supuesto, no pudo interesarme menos la novela. Image
Aunque Estrellas del Sur era una editorial reconocida en el mundillo, muchas veces sacaban novelas de jóvenes autores solo para buscar ruido mediático.

Habían publicado libros de Youtubers, Instagramers y cualquier persona que tuviera más cien mil seguidores en una red social.
Visto que la novela me interesaba lo más mínimo y comencé a buscar al autor.

Quería saber quién era aquella persona que me había robado el nombre y, también, el sueño de ver un día Jorge Corrales en la cubierta de una novela.
No encontré nada sobre el autor.
Algo muy extraño en estos tiempos de superexposición mediática.
Lo que sí encontré fue una cantidad ingente de Jorge Corrales por el mundo.

Encontré al Jorge Corrales futbolista (¿Quién no ha soñado alguna vez escuchar su nombre gritado por un periodista deportivo?
Estaba el DJ brasileño con animaciones de los 90 (Sinceramente, si me reencarno en un Jorge Corrales, me pido caer en este cuerpo serrano)
O, por supuesto, el mismísimo director de CEDRO. (Sí, los de las fotocopias). Image
Pero nada de ningún escritor.

No existía el Jorge Corrales autor en Internet.

O eso creía.
Capítulo 4

No sé el resto de Jorge Corrales del mundo, pero yo tengo un don absolutamente absurdo:

Recuerdo el lugar donde he comprado cada uno de los libros que tengo en casa de mis padres.
No es que tenga una gran biblioteca, pero es una cantidad superflua de información que almaceno en mi cerebro y que no sirve para nada.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la mayoría de libros que adquiero vienen en un paquetito marrón y aparecen en el correo, como por arte de magia.

Lo que en un principio me resulto grato para mi memoria, ahora me da tristeza.
Miro la estantería llena de libros que está frente a mí mientras escribo estas palabras y me dan pena.

Detrás de casi ninguno de ellos hay una historia, solo un mero trámite.
Así debí mirar a “El contrincante” la primera vez que lo tuve entre mis manos, porque no me causo el mínimo interés.

Lo saqué del paquete.

Lo hojeé.

Y lo olvidé.
Lo dejé en la estantería, tras asegurarme que no era yo el que había escrito aquello.

Sería un libro curioso, algo para vacilar a mis amigos.
Error. Grave error.
Durante semanas me olvidé del tema, erradiqué de mi mente al Jorge Corrales novelista y seguí con mi vida.

Pero entonces me escribió Mariana Torres, una escritora amiga, con una información que pronto tendría mucha relevancia.
“¡Corra! ¡Qué calladito te lo tenías!

Acabo de hablar con Alex de la editorial Estrellas del sur y me ha dicho que la novela se está vendiendo mucho. Me dice que toda la polémica le ha venido muy bien ¡Enhorabuena por la segunda edición! En cuanto tenga tiempo, me la leo”
¿Polémica? Me abalancé sobre el libro, pero ya era demasiado tarde. La maquinaria ya estaba en marcha.
Capítulo 5

Antes de contar cómo volví a saber sobre el otro Jorge Corrales quiero hablaros cuál era mi juego favorito para beber.

(Supongo que no hace falta que os lo explique, pero los jóvenes utilizan los juegos de mesa para emborracharse como por ejemplo el Ocalimotxo.) Image
Aunque en realidad yo no jugaba por beber.

A mí me gustaba porque era un experimento narrativo único.
Se llamaba "El leyendas urbanas"

Debías contar tres historias sobre ti, pero una de ellas era falsa.
El resto tenía que adivinar si cuál de las tres era la falsa, si no acertaban bebían.
Pero lo más interesante es que si no acertaban quedaban una historia falsa y una verdadera.

Y nadie sabía cuál era cuál.
Así se generaba una biografía de la persona dudosa.

Nadie sabía qué hechos de su vida eran reales y cuáles falso.

De ahí el nombre "Leyendas urbanas"
Con el tiempo descubrí que eso mismo era un género literario y se llamaba autoficción.
Mucho tiempo después descubrí que el cabrón de Jorge Corrales había escrito un libro de autoficción, pero no sobre su vida.

Lo había hecho sobre la mía.
Capítulo 6

En mis clases repito mucho que la escritura es como contar un sueño nada más despertarnos. Aún tenemos el recuerdo fresco, hemos estado allí, hemos hablado con esas personas, pero al contarlo a otra persona, nos faltan las palabras.
Todo se vuelve muy complicado de explicar.

Los lugares son difíciles de describir, no recordamos bien quién estaba y no estaba en cada escena y, lo más importante, la trama es difícil de contar.
Así que tomamos el camino de la lógica: tomamos partes del sueño, le damos una estructura, ponemos diálogos.

Es decir, convertimos el sueño en narración.

Así perdemos mucho del sueño, pero ganamos en compresión.
La primera vez que leí “El contrincante” sentí todo lo contrario.
Era como si leyese uno de mis sueños.
Había gente de mi pasado, también personas que había olvidado. Leía escenas que de repente encendían alguna vivencia, momentos de mi vida que ya no recordaba.

Por una vez, la literatura no era ficción, pero tampoco era real.
Y la sensación de ensoñación aumentaba gracias a ese narrador en primera persona, contando todo como si fuese autobiográfico.

Pero, os lo juro, yo no lo escribí.

Yo no escribí “El contrincante”
La chica que está junta a mí en la foto es Antonia. O así es como la llama el otro Jorge Corrales en “El contrincante”. Para preservar su identidad, yo también la llamaré Antonia y la mostraré solo en fotos donde no se la pueda reconocer. Image
Sé que muchos de vosotros habéis estado con ella y sabéis quién es, pero os ruego que no digáis su nombre.
Para los que no la conozcáis, Antonia fue mi gran amor de juventud.

Amor nunca confesado.

Estuve enamorado de ella durante mucho tiempo, compartimos mucho: conciertos, cervezas y vacaciones, pero nunca le confesé mis sentimientos.
Antonia fue ese “quizá algún día” que nunca llegó a pesar.

Me enamoré de ella como solo se siente a los 20 años.
“El contrincante” cuenta nuestra historia.

La de nuestros amigos, la de nuestras borracheras, la de nuestros desamores.

Incluso, cuenta nuestros chistes.

No sé cómo, pero todo es real.

Jorge Corrales soy yo y Antonia es ella.

Son nuestras vidas.
Menos una cosa.
Yo nunca abusé de ella.
Continuará...
Capítulo 7

El sistema de nombres está obsoleto.

En la antigüedad no existían los apellidos, simplemente había nombres.

Yo era Jorge, Antonia solo era Antonia, y tú solo eras tú. Sin apellidos, sin aditivos, sin nada.
Pero claro, en la edad media todo se complicó: la población se multiplicó y tuvieron que adoptar nuevas medidas.

El apellido.
En nuestra época, la población no solo se ha multiplicado, sino que también tenemos internet.
La red de redes ha hecho que el mundo se quede sin nombres.

Ahora, a la hora de elegir un usuario, es casi imposible elegir uno con tu verdadero nombre: jorgCorr76, Corralj04, jcogo.

El nombre propio ya no funciona.
Estoy seguro de que en algunos años cambiaremos de sistema, pero aún falta para eso.

Mientras tanto…
A mí me toco lidiar con un fallo en el sistema.

Un fallo gordo.
Y quién quiera que escribiera “El contrincante” lo sabía.
Primero me llegaron unos insultos a mi cuenta de Twitter. No es que fuera muy normal, pero no le di importancia.

Después mi cuenta de Instagram empezó a llenarse de etiquetas con la palabra violador, hijo de puta y demás lindeces.
Cerré mis cuentas en redes sociales.
La cosa empezó a ponerse fea cuando una periodista consiguió mi teléfono. Como yo decliné responder a todas sus preguntas, la periodista dio por sentado que yo era el escritor de la novela.

Cada día, varios mensajes en mi contestador para acudir a entrevistas y otros saraos.
Cambié de número de teléfono.
Pero lo peor fue fraguándose poco a poco, sin que yo lo notara.

Ahora mismo lo podéis comprobar.

Escribid mi nombre en Google, automáticamente se asocia con las palabras violación, machismo, abuso sexual.
Aquel Jorge Corrales no solo me había robado mi nombre y mi vida, sino que me había dado el suyo para que yo pagara sus penitencias.

Irónico, ¿verdad?
Por eso tenía que encontrarle y la única forma, fue jugar a su mismo juego.
Capítulo 8

Si las redes sociales habían acabado con mi nombre, quizá podrían devolvérmelo.

Así que empecé a tirar del hilo, pidiendo ayuda a amigos en Facebook.
Mi amiga Mariana, al leer el relato, no dudo en darme el teléfono del editor para que pudiera hablar con él.
Sin embargo, ese camino se cerró pronto. Image
Por supuesto yo ya tenía mi propio sospechoso: aquel joven Jorge Corrales que conocí en la Universidad.

Había estado en la misma época que yo en la Universidad, habría estado en los mismos lugares que yo, incluso puede que conociera a Antonia.
Las redes sociales no tardaron en darme la pista para llegar hasta él.
Cuando publiqué mi historia no era solo para que sintieras pena por mí, era para buscar pistas sobre el otro Jorge Corrales.

Y mi amigo José, compañero en la facultad, me dio la primera: Image
¡El otro Jorge Corrales se había hecho actor!
Mañana, el desenlace...
Capítulo 9

Esta mañana he hablado con el otro Jorge Corrales, con el actor.

Ha sido una charla de lo más interesante.

Porque Jorge Corrales es como yo. Image
Él, Jorge Corrales Estrella, el actor, está en el mismo camino que yo.

Es raro encontrar a una persona con tu mismo nombre que busque lo mismo que tú, pero toda esta historia es muy rara.
Jorge Corrales Estrella quiere ser un buen actor, como Al Pacino me ha dicho.
Quiere tener un “nombre” en la profesión.

Pero como yo, es un Jorge Corrales, y a los Jorge Corrales nos cuesta mucho tener un nombre en la profesión, sea cual sea.
Somos gente corriente, con nombres corrientes, de orígenes corrientes… que no quieren ser corrientes.
La conversación con Jorge Corrales Estrella ha empezado rara. Los dos estábamos muy nerviosos y hemos dicho muchas gilipolleces. Hemos dejado pasar el tiempo hasta que la bomba ha estallado.
– Tenemos que hablar – le he dicho.

– Sí, yo creo que sí – me ha respondido muy serio – me has jodido la vida.
Era la segunda vez que me lo decía en mi vida y solo le había visto dos veces.
Entonces lo he comprendido.
Él tampoco había escrito “El contrincante”.

Jorge Corrales Estrella era una víctima más del otro Jorge Corrales, el escritor.
Jorge Corrales Estrella me seguía los pasos desde hacía un tiempo.

Había leído la novela y automáticamente había buscado el autor y como todas las señales me apuntaban a mí, también pensó que yo era el escritor de “El contrincante”.
A Jorge Corrales Estrella, esa novela le ha destrozado la vida mucho más que a mí.

Su nombre ha quedado manchado también en Internet.
Desde hace meses no recibe llamadas para ningún casting.

Su representante le ha dejado.

Su novia, perdón su exnovia, duda de que lo que se cuenta en la novela sea ficción. Según ella “Hay demasiadas coincidencias con tu etapa universitaria”.
Al terminar de contarme su historia. Me he sentido hermanado con Jorge Corrales Estrella, no solo por compartir nombre, sino también el castigo de ese nombre.

Quizá no he encontrado al Jorge Corrales que buscaba, pero a lo mejor sí al que necesitaba escuchar.
Nos hemos despedido fríamente y hemos quedado en vernos cuando todo esto acabe. Ojalá sea pronto y podamos hacernos esa foto, cada uno con el carnet de identidad de Jorge Corrales.

Digo que ojalá sea pronto, porque me ha dicho que está pensando cambiarse de nombre.
Quizá yo debería hacerlo también.

Quizás debería cambiarme de nombre.
Epílogo

Los nombres importan, y mucho. Cada uno tiene un nombre por una razón o por otra, pero siempre hay una historia detrás de un nombre

¿Preguntad a vuestros padres, si podéis, por qué os llamáis así? Siempre hay una historia.
Mi nombre siempre me ha perseguido. Desde que era niño, siempre me he encontrado con otro Jorge en mi grupo.

En el colegio, en la pandilla, en el equipo de fútbol, en la Universidad, siempre había otro Jorge.

Así que quedamos relegados a ser conocidos por nuestro apellido.
Corrales.
O Corra para los amigos.
Nunca fui Jorge.
Así que cuando llegué a Berlín, un país donde el porcentaje de Jorges es muy bajo, decidí que sería Jorge, simplemente Jorge.

Sería un adulto, sería un profesor y me llamaría Jorge.
Ahora, que llevo demasiado tiempo siendo Jorge, echo de menos mi antiguo apellido.

Mi Corrales, mi Corra.
Quiero que Jorge Corrales vuelva a ser un nombre limpio, el del escritor, el del actor, el del futbolista o el del dj brasileño.

Quiero ahogar su nombre para rescatar el mío.
Para eso, necesito un poco de ayuda.
Si has llegado hasta aquí, retuitea el primer tuit del hilo 👇

Quizás así podamos encontrar al Jorge Corrales escritor.
Ah, y una última cosa.

Esta es mi historia.
Y esta historia no está escrita por Jorge Corrales.

FIN.

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