Hay gente que nace destinada a desempeñar un trabajo.
Se les ve de niños, en su forma de jugar, en su forma de hablar.
Pere Comas era uno de esos niños.
Había nacido para ser arquitecto.
Su manera de entender la construcción, sus tempranos trabajos ayudando en la obra, sus primeros planos para construir casas de familiares.
Todo era arquitectura en él.
Pero especialmente su cabeza.
No sé si conocéis muchos arquitectos (yo vivo con una), pero son gente que tiene todo siempre en la cabeza.
Desde el grosor de cada material al detalle de la puerta de entrada.
Les gusta tener todo controlado.
Es su trabajo.
Y Pere Comas era así.
Lo tenía todo en la cabeza. Siempre.
Era una especie de máquina adquirir y retener información.
Además, en Cardadeu, su pueblo natal en el Vallés Oriental, su padre diseñó muchas casas y le alentaba para aprender.
Su destino estaba marcado para ser un gran arquitecto.
Pero no lo fue.
Pere nació en el tiempo equivocado.
1915.
Cuando llegó a la edad universitaria, por mucho que lo intentaron, sus padres no consiguieron el dinero para mandar a Pere a la Escuela de Arquitectura.
Estudiaría magisterio.
Hay pequeños cambios, pequeños momentos en la historia que son determinantes.
Este es uno de ellos.
Porque Pere Comas se hizo profesor, un gran profesor, pero no dejó de ser nunca arquitecto.
(aquí la única foto que he encontrado con sus alumnos)
Siempre estaba intentando aprender cosas nuevas y ponerlas en práctica.
Así fue como llegó a Máximo Laguía.
Máximo era el profesor de ciencias en el colegio de Palautordera, donde Pere empezó su carrera como maestro.
Los dos se hicieron amigos y comenzaron a trasvasar información.
Pere le contaba cosas de arquitectura y Máximo de su pasión:
La meteorología.
Pere consiguió una plaza como profesor en el colegio de Cardedeu y volvió a su pueblo natal.
Pero no volvió solo.
Se trajo una idea.
Al principio nadie entendía qué estaba haciendo.
Todos los días iba a las afueras del pueblo relojes y cachivaches.
Pero pronto les sacó de dudas...
Estaba construyendo una estación meteorológica.
Así podría recoger toda la información sobre el tiempo.
Y vaya si lo hizo. Cada día tomaba los datos y los mandaba al periódico La Vanguardia.
Pero esto no era suficiente.
Aquellas informaciones sobre temperatura, humedad y velocidad del viento estaban muy bien... sin embargo, el clima decía más cosas, muchas más.
Así que, una mañana de 1952, Pere salió a dar su habitual paseo por el Vallés Oriental y no lo hizo solo.
Le acompañaba una libreta.
Una libreta donde fue apuntándolo todo.
TODO.
La maduración de las moras silvestres.
La caída de las hojas del fresno.
Los primeros cantos del ruiseñor.
El comportamiento de los membrillos.
La llegada de los vencejos.
Cuando digo TODO es TODO.
Básicamente, trascribió la naturaleza a un papel.
Y no penséis que fue cosa de una mañana.
Lo hizo durante 50 años... TODOS LOS DÍAS.
Sin fallar un día.
Es una serie perfecta.
50 años de registros perfectos.
Ahora demos un salto hasta finales de los años 90.
Unos investigadores catalanes comenzaron los primeros estudios sobre el cambio climático en el área mediterránea, pero pronto se dieron cuenta de que tenían un problema.
No había datos.
Este era un país sin tradición de registro. Lo más que tenían era los datos de las estaciones meteorológicas.
Y entonces conocieron a Pere.
Las libretas de Pere son el Santo Grial de la fenología (la ciencia que estudia la relación entre el clima y ciclos de la naturaleza).
Gracias a esas libretas se pudo saber que en esos 50 años la zarza ha adelantado su florecimiento 42 días.
Los membrillos salen 23 días antes y las hojas del olmo brotan 30 días.
Es decir, Pere y sus paseos habían ofrecido pruebas de algo que sospechábamos, pero no se podía probar.
La primavera se había adelantado un mes en 50 años por la subida de las temperaturas.
Me encanta esta historia de Pere, porque nunca sabes dónde va a estar el valor de tus acciones.
Por eso quería regalarme esta historia hoy.
Porque como a Pere, yo no tenía ni idea de lo que me esperaba a la vuelta de la esquina... y tengo algo que anunciaros.
Hace unos años empecé a escribir por puro desahogo.
Llevaba mucho tiempo sin dedicarme a ello y solo quería escribir, aunque solo me leyeran mis amigos.
Ahora, gracias a vosotros, voy a poder dedicarme a ello plenamente.
Un sueño que ya no esperaba cumplir.
Y el primero de los proyectos que os quiero presentar es precisamente este.
Desde esta semana voy a colaborar con Hope, vídeos por el cambio.
Escribiré hilos y vídeos para hablar de crisis climática y posibles soluciones.
Un proyecto hermoso que quiero compartir con vosotros.
Ahora, si os ha interesado la vida de Pere y su historia, podéis hacer un retuit en el primer tuit del hilo para que más gente la conozca.
Seguimos de paseo por las tipografías de las estaciones de Berlín para conocer su historia.
Hoy viajamos hasta la estación de Anhalter Bahnhof, con una tipografía que todos podemos reconocer fácilmente: es Nazi.
Pero nos tenemos que hacer dos preguntas: ¿Por qué reconocemos esta tipografía como nacionalsocialista? ¿Y por qué se mantiene en esta estación hoy en día?
Para contestar a estas preguntas, nos teníamos que ir a la guerra, pero no a la que pensáis. A una guerra que duró más de 300 años: la guerra de tipologías.
Una guerra que comenzó con un libro.
Bueno con un libro no... con el libro que lo cambió todo: La biblia de Gutenberg.
No fue el primer libro impreso por Gutenberg, pero sí el más importante. Fue el primer texto que se imprimió de forma masiva, es decir, un libro que por primera vez iba a leer mucha gente.
Como Gutenberg quería que sus libros se parecieran lo máximo posible a los libros escritos a mano, decidió utilizar una fuente que fuera similar a los textos litúrgicos (además de que era pequeña y estrecha y le permitía imprimir pocas páginas), por eso eligió la tipo: Textura.
Esta fuente tipográfica se hizo popular, en el sentido de que el pueblo la entendía, por eso cuando en 1517, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la iglesia de Wittenberg, lo hizo con la fuente Fraktur, una fuente que evoluciona de la Textura de Gutenberg:
Así, las nuevas biblias impresas en alemán (y otros idiomas) utilizaban la Fraktur siguiendo los pasos de Lutero.
Pero... Pero..
Las biblias que se imprimían en latín utilizaban la fuente Antiqua, la tipografía que pronto adoptaría el resto de Europa, tanto para el latín como para sus lenguas autóctonas.
Así, durante más de 300 años, las dos fuentes rivalizaron en los países de habla alemana.
Dependiendo de la región y la religión, se adoptaba una y otra.
Hasta que en el siglo XIX llegó la época de las reivindicaciones nacionales y la creación de Alemania.
Por supuesto, dentro del movimiento nacional alemán, se tomó la fuente Fraktur como la tipografía propia de Alemania. Otto von Bismark, el gran precursor de la idea de nación, se vanagloriaba de leer solo textos en Fraktur.
Por eso, cuando Hitler llegó al poder, la tomó como la fuente del partido Nazi.
Todos los textos, carteles y octavillas del nacionalsocialismo, utilizaron la fuente Fraktur.
Era su tipografía... ¿o no?
Porque en 1941, Hitler declaró que esa tipografía era judía (cosa que por supuesto no era) y pedía abandonar esta tipografía.
La razón estaba muy clara, según Hitler "En 100 años, toda Europa leerá en alemán" y no podían hacerlo en la Fraktur que resultaba un obstáculo a la hora de leer.
Por eso prefería la Antiqua, fuente que toda Europa conocía y que permitía hacer llegar su propaganda.
(nota a pie de página, cuando veáis a alguien con un tatuaje nazi con la típica tipografía gótica, le podéis decir que Hitler prohibió esa fuente por judía, por las risas)
Y no es casualidad que Anhalter Bahnhof mantenga esa tipografía. Esta estación fue la gran estación de los años 30 y 40 en Berlín. Se dice que cada dos minutos salía un tren de sus andenes.
Y también fue el lugar más triste de la época.
Desde allí salieron los trenes cargados de judíos berlineses hacia los campos de concentración.
Por eso, cuando la estación fue destruida en la II GM, se rehizo una parada de tren nueva, pero en la superficie se dejó el antiguo pórtico gigante que servía de entrada a la estación, porque para los alemanes, el pasado nunca deber ser olvidado, tanto para lo bueno como para lo malo.
De ahí, que sea habitual encontrar la fuente Fraktur en muchas estaciones de Berlín creadas en aquella época.
Aquí os dejo unas imágenes de las diferentes tipografías, porque en este formato X solo me permite subir una foto, pero os recomiendo que leáis estas historias en IG (@yosoycorra) donde si puedes ver todas las fotos.
Por estas estaciones y algunas más, viajan mis personajes de El escritor y la espía, mi última novela que habla de trenes, espías y, sobre todo, literatura:
En Berlín, hay un puente en el que dos luces juegan al piedra-papel-tijera durante toda la noche.
Y no lo hacen por jugar, sino por recordar una vieja historia berlinesa.
Jugad conmigo en este hilo de #berlinespobreperosexi
El 9 de noviembre de 1989 cambió la historia de Berlín. Es el momento que el muro cayó y, por fin, los vecinos pudieron reencontrarse casi 40 años después.
El muro se derribó en casi toda la ciudad, pero aún queda un lugar que fue el símbolo de la separación durante años.