-Profesor Duchement, nuestra hija de 12 años sufre un trastorno alimentario que casi llega a costarnos su vida. Necesitamos ayuda
-¿Y cómo podría colaborar yo?
-El trastorno ha sido inducido por una campaña de #ciberbullying de sus compañeros de clase
Mediante esta conversación telefónica llega a mi repositorio el expediente Arabela, una pequeña que ha sufrido durante 8 meses ciberacoso basado en su aspecto sin que nadie de su entorno se haya enterado de la peligrosa situación hasta evidenciarse en su estado de salud.
Como siempre, advierto de que el hilo está novelado, con datos alterados, borrados o añadidos para evitar que Arabela, que no se llama realmente Arabela, sea reconocida (a pesar de contar con consentimiento de la familia para divulgar).
Aquí tenéis las formas de colaborar con la iniciativa que atiende estos casos sin cobrar a las familias.
Hago acto de presencia en la Comunidad Autónoma de residencia de la familia de Arabela.
La chica no quiere ni verme mientras sus padres me atienden.
Ellos no tienen clara la magnitud del problema más allá del resultado y de un pequeño comentario
que se le ha escapado a su hija en un intento de justificar sus terribles y peligrosas nuevas formas de relacionarse con la comida.
La mejor manera de que entabláis la gravedad del problema es compartir con vosotros un único dato:
Arabela pesa, en ese momento, menos de 30 kilos.
Arabela está decidida a no colaborar conmigo, pero sus padres son otro cantar: me autorizan para acceder a sus cuentas de redes sociales y me facilitan sus nombres de usuario y contraseñas.
También colocan su móvil delante de mí, en la mesa.
“Hemos conseguido que quite el PIN”.
A mí no me gusta esta manera de proceder. Les insisto en hablar con la pequeña para convencerla de que participe en la investigación voluntariamente, porque esto contribuirá a “hacerla más sanadora”.
Los padres lo intentan.
Arabela se niega siquiera a verme.
No soy psicólogo. Les advierto que no sé las consecuencias negativas que puede tener sobre Arabela, en su estado, que yo proceda a la investigación sin su conformidad.
Los padres están decididos:
“La prioridad ahora es saber qué ha ocurrido”.
No puedo discutirlo.
Están desesperados.
Acepto el caso.
Fase de investigación:
OH
DIOS
MÍO
La crueldad que pueden llegar a alcanzar los niños en su desconocimiento… nunca dejará de sorprenderme.
Me remonto por una cantidad de stories, publicaciones y comentarios de IG que me dejan pasmado.
Finalmente llegó al comienzo del problema: Una publicación que realiza una usuaria y que consiste en un montaje.
Se trata de la imagen de una campaña de una conocida ONG que lucha por los derechos de los animales.
Han sustituido a la criatura de la foto por una imagen de Arabela.
Bajo esta, reza la frase “adopta a una foca”.
La imagen de Arabela que ha sido escogida, aumenta mi nivel de preocupación: se trata de ella en traje de baño.
Trazó su procedencia hasta la cuenta de FaceBook de su madre: es de una foto en la playa que ha compartido.
¿Cuando aprenderán los papás y mamás a no exponer a sus hijos?
La usuaria malintencionada ha extraído a Arabela de la publicación de FaceBook de su madre y ha hecho el montaje fotográfico, difundiéndolo con la intención de provocarle zozobra.
Y ha tenido éxito.
Vaya si ha tenido éxito.
De multitud de cuentas que siempre consigo trazar hasta alumnos del mismo colegio, encuentro una gran cantidad de publicaciones posteriores que siguen con la “broma” de la campaña “adopta a una foca, adopta a Arabela”.
Realizó el informe:
Más de 52 seguidores aplaudiendo y jaleando a los acosadores, pero los creadores de las imágenes son 12.
Tratándose de menores tan pequeños, me limito a recoger en el informe los nombres de usuario y fotos de perfil de las cuentas.
Para los padres de Arabela es más que suficiente: Los identifican. De hecho, coinciden con sus sospechas.
No hay defensa del peritaje 😞
De hecho, no hay juicio 😞
Lo más parecido a justicia que consigue esta familia es el descanso que proporciona el conocimiento y medidas disciplinarias en el centro educativo para los acosadores 😞
Sabe a poco.
Asesoro a la familia: con mi peritaje pueden demostrar los actos de los agresores. Un juicio civil podría salir bien, y conseguir con ello que sus familias tengan que asumir los costes del tratamiento de Arabela.
Pero, ahora mismo, no es su prioridad 😞
Están con su niña, dándole el apoyo que necesita.
Nada más les importa ahora.
¿Sabes cuando oyes un mito toda tu vida, dando por sentado que es falso, y un día te topas con una prueba inequívoca de que siempre fue cierto?
Me acaba de pasar.
¿Has oído eso de que no pongas el portátil sobre tus muslos, que el calor puede causar problemas graves de salud?
Pues es cierto.
Acabo de descubrir que un compañero, a base de un par de días de trabajar en cama con el portátil sobre los muslos, se “cocinó” un vaso sanguíneo importante 😱
El tejido se quedó rígido (para siempre) dificultando el flujo y tuvo una estenosis/trombosis 😮
Para tranquilidad de quien lo lea, se trata de algo ocurrido hace mucho (con un portátil potente de los de antes, con una radiación de calor muy alta). Además, tuvo la mala suerte de que tapaba sin querer la rejilla de ventilación, lo que empeoraba el calentamiento.
Sé que, siendo profe, lo que voy a decir a continuación es equivalente a inmolarse.
Pero otra compañera agredida (más) y un alumno sumido en una crisis de ansiedad es motivo como para no callarme:
Si tú hij@, por la condición que sea (incluidas las médicas), es un peligro extraordinario porque agrede a los demás, no puede estar en un aula ordinaria.
PUNTO.
El sistema no te da mejores opciones y buscas lo mejor para tu hij@.
Tienes toda mi simpatía. Tienes toda mi conmiseración. Tienes mi comprensión.
Pero hasta ahí.
Apelando a la vocación, no puedes exigir a los docentes que soporten patadas de tu hij@, día sí, día también.
Antes de estudiar el último, lista de cambios que Elon Musk ha perpetrado en Twitter y consecuencias:
⚠️La verificación de cuenta ya no requiere prueba de identidad, sino pagar (RESULTADO: Los ciberacosadores, haters, trolls y suplantadores consiguen apariencia de veracidad).
⚠️Amnistía a todas las cuentas canceladas y borradas (RESULTADO: Todos los ciberacosadores, haters, trolls y suplantadores que habían sido localizados y eliminados, vuelven a la red en masa).
⚠️ Los “me gusta” se vuelven anónimos (RESULTADO: Los ciberacosadores, haters, trolls y suplantadores que se limitaban a dar “me gusta” a las publicaciones que te perjudicaban para pasar desapercibido a tu radar, ahora son totalmente invisibles).
Al final, queda la sensación de que la gente que tiene razón debe callarse para no molestar a los equivocados 😞
No me quito de encima la sensación de que tuvimos mucha suerte con los agentes que atendieron la llamada.
Lamento las erratas del hilo, pero es que me ha puesto muy nervioso revivirlo: Durante todo el tiempo estuve recordando un caso que atendimos en @CiberProtecter hace 3 años de dos adolescentes que grabaron a una niña pequeña de fondo cuando bailaban en la piscina.
Si mañana se hace viral (más les vale que no) el vídeo de “un boomer increpando a tres pobres niñas que solo querían grabar un TikTok en la playa”, al menos ya sabéis la historia completa 🤷🏼♂️
Nadie del circo romano me dijo “pues tenía usted razón”. Ni disculpas.
Una señora se fue murmurando “pero tampoco tenía que haberse puesto así de gilipollas” (recuerdo que yo solo pedí que no se publicase la cara de mi hijo y, ante la agresividad, recordé que era ilegal 🤷🏼♂️).
Al final, queda la sensación de que la gente que tiene razón debe callarse para no molestar a los equivocados 😞
Recientemente he visto un debate/cara a cara que ha organizado un famoso influencer, en el que enfrentaba dialécticamente a influencers de la conspiración y el terraplanismo con divulgadores científicos.
Hay algo que me gustaría comentar:
Obviamente, los “argumentos” de los primeros no se sostenían, no ya a un análisis científico, sino a una conversación informal con mínimos de rigor científico. Hasta aquí, no hay sorpresas.
Pero ellos lo perciben: No hay sorpresas.
Entre ellos, los hay que quieren creer y los hay que quieren que los demás crean, así que, ya sea por autoprotección de su creencia (no se la vaya a desmontar la realidad) o de su chiringuito (no vaya a perder a sus consumidores), luchan, no por dirimir, sino por tener razón.