Retomamos una vieja sesión de 😱 #CuentosDeMedianoche 💀 con el amigo Iván Avendaño @avephoenix1408 en la que nos relatará, en sus propias palabras, una experiencia sobrenatural vivida en nuestro Parque Nacional El Ávila.
¿Nos acompañan?
Parque Nacional El Ávila,
acceso Sabas Nieves.
Viernes 16 de septiembre de 2016.
Soy asiduo visitante del Parque Nacional El Ávila, en donde practico senderismo desde hace 22 años, por lo que me considero conocedor de todas las rutas en su cara Sur, la que da a Caracas.
De la experiencia me nace la confianza para tomar cualquier ruta, sabiendo las previsiones del caso, y lo particular del mío es que son más las veces que subo sólo que acompañado. Entonces subía los viernes y dedicaba los sábados a recorrer los supermercados buscando alimentos.
La hora de subida era las 5:00 p.m. por lo general y a falta de quien cuidara carros en el Sector Sabas Nieves, dejaba el mío en el estacionamiento de la Clínica El Ávila y me tomaba la subida desde allí a la entrada como calentamiento.
Ese viernes comencé a subir un poco pasadas las 5:45 pm. y ya por la época del año, cercana al equinoccio de otoño en el hemisferio norte, la noche comienza a caer más temprano.
Usualmente, mi ruta es hasta "No Te Apures", camino que completo en 1:20 horas subiendo, pero por precaución escogí subir hasta el sector denominado "El Banquito", el cual me toma entre 50-55 minutos.
Acostumbro poner atención en quién va subiendo y a qué ritmo, y a esa hora más, porque son los que eventualmente te consigues en las zonas altas y cualquier emergencia pueden ayudar o si les sucede algo a ellos, tú ayudas.
Me hago un mapa de quién puede estar más adelante de donde estoy yo y así también, por la inseguridad, saco mis cuentas de qué tan sólo estoy en la ruta y a que distancia de gente segura.
En esa oportunidad nadie subía detrás mío y yo no adelanté a nadie, por lo que estaba seguro que en "El Banquito" sería el único. La subida fue rápida, sin novedad...
... pasé descansando unos 10 minutos y no llegó más nadie detrás de mí, ni tampoco sentí a persona alguna que viniera bajando de las zonas altas. Por la hora, consideré difícil que alguien estuviera descendiendo desde mucho más arriba.
Comencé a bajar, había luna llena: en aquel tiempo yo estaba en mejor condición física y, por la hora, comencé a bajar mucho más rápido. Cuando digo que estaba en mejor forma es porque podía acelerar el paso, sin miedo a tropezarme por ser de noche...
... el camino lo veía claramente y tenía suficiente experiencia para desplazarse rápidamente, aun de noche y sin linterna. A los 15 minutos de ir bajando, escuché pasos detrás de mí. Supuse que era el eco de mis pisadas, pero que va, el ruido no se relacionaba con mi cadencia.
Por supuesto, pensé que sería alguien que venía de las zonas más altas y el ritmo que traía lo haría sobrepasarme en breve. Deduje esto porque si al principio del descenso no lo escuchaba y ahora sí, es obvio que venía más rápido.
Decidí detenerme y esperar que pasara.... al hacerlo, el ruido cesó, nadie se asomó a mis espaldas, no parecía que hubiese alguien bajando detrás mío. Volví a emprender el descenso al mismo ritmo y, de inmediato, sentí el mismo ruido de pisadas detrás de mí.
Allí pensé, son malandros y me quieren robar, tengo que apurarme, pero ¿si me detuve, por qué no me abordaron? Insisto, el ritmo que traía era acelerado, por lo que si detrás de mí se escuchaban pisadas firmes significaba que quien bajaba también tenía buena condición física.
Yo estaba seguro que no adelanté a nadie en el camino de ascenso, nadie me pasó tampoco... y era aún más difícil que si alguien hubiera estado "en el baño" cuando lo superé ascendiendo, pudiera pasarme sin darme cuenta.
Comencé a preocuparme. Soy asiduo lector de #CuentosDeMedianoche y estoy convencido de que en este plano existen cosas inexplicables y El Ávila no escapa a ello (tengo una cabuya de historias). Pero ésta es la primera vez que vivía tan cercana la presencia de algo al acecho.
Seguí acelerando en bajada y el ruido de persecución jamás cesó, incluso llegué a pensar que se trataba de lo que se conoce como "Shadow People", seres que habitan en un mundo de dos dimensiones y de los que sólo podemos ver su sombra. ¡Un escalofrío muy fuerte se apoderó de mí!
Conté 23 minutos desde "El Banquito" hasta "El Tanque", en Sabas Nieves, en donde el ruido cesó de golpe. Seguí caminando en terreno más plano y, de pronto y sin explicarme cómo, resbalé por el borde del camino, algo que nunca me había sucedido en veinte años bajando el cerro…
No sé cómo pero pise mal, no lo sé, ni siquiera sé cómo llegué al borde del camino, lo cierto es que me fui por el barranco y como pude me sostuve de unas ramas que frenaron mi caída, recuperé el equilibrio en lo empinado del terreno y rodé cuesta abajo unos 15 metros.
Me golpeé, pero como pude subí y me incorporé al camino, no presentaba lesiones de gravedad, sólo raspones y sangre, pero nada que lamentar. De pronto, al incorporarme al camino y dar unos cinco pasos, me sorprendió una voz a mi espalda: "¿Señor, se encuentra bien?"
Atiné a decir que sí, que solo fueron rasguños, aunque debo reconocer que todavía no caía en cuenta de nada. Aquella extraña voz se dirigió nuevamente a mí: "¡Rodó bastante por la cuesta!, ¿seguro que está bien?".
Le repetí que sí, que no se preocupara y en ese momento logré prender la linterna y traté de iluminarlo. Alcancé a ver a un hombre mayor, de unos 65 años, vestido deportivamente de blanco. Cuando intenté iluminar un poco más me pidió que, por favor, no lo hiciera.
Comencé a caminar en el descenso y el señor iba detrás mío, comentándome: "¡A esta hora no es prudente esta ruta, seguro se te atravesó una guacharaca entre las piernas y provocó tu caída!" Su voz, aunque serena, transmitía seguridad pero también algo de miedo…
Siguió conversando hasta llegar al Puesto de Guardaparques. Allí, en la oscuridad, me dijo, "¡Hasta acá puedo acompañarte, ya estás bien, no te pasó nada!"
Me incorporé hacia donde sentí la voz y, sorpresiva y misteriosamente, había desaparecido. No había ningún rastro de él.
Me detuve para tomar agua y, cuando me dirigía al sector en donde hacen ejercicios, barras y pesas, caí en cuenta: ¿de dónde salió ese señor si detrás mío, no venía nadie? Era demasiado mayor como para ser él quien venía bajando a toda velocidad, igualando mi ritmo.
¿Por qué no me dejó iluminarlo?, ¿por qué toda su ropa era blanca?, ¿por qué no podía bajar más allá del puesto del guardaparques? Todo ello lo pensé mientras llegaba a la entrada de Sabas Nieves.
Allí le pregunté al mismo guardia que me vio subir una hora antes si no había llegado mucha gente antes que yo. Me dijo que no, que después de mí no subió nadie y a las 6:00 pm. no dejó pasar a más nadie.
Al sol de hoy todavía pienso en ese episodio y si realmente era una persona de carne y hueso quien me prestó auxilio ese día. De hecho, cuando hablaba con el editor de #CuentosDeMedianoche me preguntó: ¿Le viste los pies cuando lo iluminaste con la linterna?
Aquella pregunta sí me hizo preocupar un poco más, ya que no llegué a verle sus pies durante el tiempo que interactuó y caminó conmigo...
Un mes después volví a subir y bajar a la misma hora, ese día no hubo ruidos de pisadas, solo sé que llegue a las 7:30 al puesto del Guardaparques y, cuando iba ya entrompando las rampas de bajada final, ...
... me volteé hacia la subida que da entrada al camino que lleva a la zona alta y volví a ver una figura, pero esta vez tenía como una linterna y se quedó allí parada hasta que ya por la bajada le perdí de vista.
Al recordar aquella experiencia siempre hago mucho énfasis en mi condición física y en el ritmo de bajada de aquel día, porque para que alguien mayor me siguiera, de verdad, tenía que estar muy en forma y en esa oscuridad era difícil mantener el ritmo.
Insisto, cuando subía nadie me pasó, ni yo pasé a nadie. ¿Era un "ángel de la guardia”? Difícil saberlo, ya que uno tiene esas experiencias y ni cuenta se da. Su presencia me sobresaltó, tenía algo de miedo pero, al bajar, sentí mucha tranquilidad y seguridad en su compañía.
La experiencia vivida esa noche por el amigo Iván Avendaño @avephoenix1408 coincide con las de otras personas que, en diferentes fechas y situaciones, afirman haber visto una presencia similar en las áreas cercanas a los puestos de guardaparques en el Ávila.
Los entendidos en este tipo de situaciones afirman que el Ávila está pleno de energía paranormal, expresada bajo muchas manifestaciones. Creemos que la caída de Iván pudo ser ocasionada por otra manifestación de energía que, afortunadamente, este ser de luz pudo confrontar.
¿Se trató de una presencia bondadosa que busca hacer el bien, un ser de luz probablemente asociado a un viejo protector de la montaña que sigue morando en ella, encargado precisamente de cuidar la naturaleza y de alertar a los excursionistas de los peligros inmersos en ella?
No lo sabemos. Incluso se ha llegado a decir que es la presencia del mismo Juan Sabas Nieves Rodríguez, quien dedicó buena parte de su vida a la reforestación, cuidado y conservación de nuestro Ávila mágico, que sigue presente en la montaña.
Si es así, qué mejor forma de despedirnos que recordar el letrero de madera clavado por el Ing. José Rafael García, responsable de la reforestación del Ávila, en 1960, el Arq. Mario Gabaldón, antiguo Presidente de Inparques, y Antonio Sánchéz, entonces jefe de guardaparques.
“A la memoria de Sabas Nieves, quien dedicó la mayor parte de su vida a la protección del Parque Nacional el Ávila.”
Las fotografías no son propias, han sido tomadas de la web para uso ilustrativo. Nuestro agradecimiento a sus propietarios.
¡Gracias a todos por acompañarnos!
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Curucuteando entre los archivos de ¡Así son las cosas! de nuestro siempre recordado Oscar Yanes, nos conseguimos con una reflexión de agosto de 2006 que no podía seguir más vigente, sobre todo a propósito del cambio de nombre de la autopista Francisco Fajardo...
¡Qué sabe el 🐴 burro de caramelo!
Un viejo refrán venezolano para señalar que usted no puede discutir con un ignorante cosas elementales, porque “el burro no sabe lo que es caramelo”.
Oscar Yanes
📰 El Universal,
04 de agosto de 2006
"Viene a cuento por la decisión gubernamental de borrar del mapa el Día de la Fundación de Caracas y reemplazarlo por el Día de Guaicaipuro."
Durante una presentación en Puerto Cabello un joven le increpó a Aquiles Nazoa:
"Señor Nazoa, usted que sabe tanto, dígame ¿cuál es la diferencia entre mango y manga?"
Nazoa le respondió sin hacer ningún otro comentario: "¡Manga es de las camisas, mango de los sartenes!"
En un restaurant de la misma ciudad, al pedir Aquiles Nazoa un vaso de agua, el mesonero con aires de sabelotodo le indicó "un vaso con agua", a lo que el poeta con toda humildad y tranquilidad le replicó: Si señor, tráigame ese vaso con agua, pero también, un plato con sopa...
... una jarra con jugo, un litro con leche, una lata con cerveza, una cesta con pan, una totuma con mazamorra, una caja con frutas, una copa con vino, un paquete con harina, una olla con caraotas, y si no es mucho pedir, un saco con cemento y un barril con petróleo.
"Querido Marcos: Esta postal que representa el pueblo helénico [Maiquetía] con sus abundantes cocoteros te la envía tu tía, que te abraza muy cariñosamente."
Cármen, 1905
📷 Col. Bernardo Rosswaag,
Joyería y Relojería
Nostálgicas fotografías del puerto de La Guaira en 1905, en las que se aprecian El Tajamar, el rompeolas y sus muelles; en la imagen desde el malecón, los sellos ocultan la fortaleza de El Vigía.
Bonita panorámica de La Guaira, su puerto y sus montañas desde el mar en 1905. Nótese, al centro en el cerro, la fortaleza de El Vigía desafiando el horizonte y la inmensidad del Caribe.
📷 Gathmann Hermanos.
📋 Mlle. Mars. París, Francia
🖥 picclick.com
"Carro de marca Ford, nada lujoso ni nuevo. Era común en Venezuela llamar por la marca, en vez de por el nombre genérico, a todos los primeros artefactos eléctricos o vehículos a motor que se importaron".
Guataro,
Trina Larralde
(1909-1937)
"... ningún automóvil entre los que circularon por las calles de Caracas en los años veinte, suscitó tan cariñosos sentimientos de simpatía y ternura como los livianísimos Fords del modelo «T» que habían aparecido en la ciudad desde 1916."
Aquiles Nazoa
"Con su aspecto infantil y su marcha temblorosa, con sus delgadas llantas que parecían de bicicleta y sus pequeños faros que sugerían la mirada de un animalito triste..."
Aquiles Nazoa,
📗 Caracas física y espiritual
📷 Guillermo José Schael,
"El Automóvil en Venezuela", 1969