Hay grupos famosos por sus locuras, por haber plagiado a otros o por ganar muchísimo dinero y quemarlo después.
Pero solo uno por todo eso y además, lo último, literalmente.
Preparaos para una de las historias más locas de los 90. Hoy, en #LaHistorietaMusical, KLF Foundation.
Si fuiste adolescente como yo en los 90, daba igual que te gustara el rock: cuando salías con los amigos lo que tocaba era bailar. Y entre mucha morralla dance, había cosas que destacaban.
Como lo que hacían estos tipos. Igual te suena. Mucho.
Contexto: finales de los 80 fueron una época extraña. Como todas las de cambio.
Mientras los viejos gigantes del rock se arrastraban lentamente, el glam y el punk parecían estar agotados y los que vendrían a cambiarlo todo con el grunge aún no habían explotado.
En EEUU la revolución de las calles se hacía comercial y el fraseo del hiphop salía del underground en su camino hacia las superventas.
Y mientras, en UK... la gente solo quería bailar. En raves clandestinas, en clubes pequeños o templos como The Factory en Manchester.
Y si algo tenían en común el hip hop, el dance y la electrónica de club era el sampler. Una nueva forma de hacer música con músicas ya hechas.
Venga, antes de que empecéis con que si eso es hacer música o no, vamos a dejarlo en una nueva forma de construir canciones. 😅
Quizá uno de los hitos que marcó la memoria colectiva en la historia del sampler fue la famosa polémica de Vanilla Ice con la frase de bajo de Under Pressure de Queen.
Aquello al final se arregló con un montón de dinero. Pero marcó un precedente.
Lo cierto es que el sampler venía de mucho antes y compositores como Pierre Schaeffer con sus "músicas concretas" exploraban las posibilidades técnicas de algo que cambiaría la música.
Hoy en día está aceptado y artistas como Moby han hecho maravillas a base de "trocitos".
Y nuestros protagonistas de hoy también apuraron las posibilidades del sampler. Hasta el límite. Hablamos de estos dos tipos: Jimmy Cauty y Bill Drummond.
Unos locos, unos provocadores o unos visionarios. Nadie lo tenía claro.
Bueno, y hoy día, sigue sin estar muy claro. 😅
Al principio se llaman The JAMs, o sea The Justified Ancients of Mu Mu. El nombre está sacado de un libro de ciencia ficción.
El primer single, All you need is love, tiene trozos de los Beatles, de Samantha Fox y de los MC5. Y nadie quiere editarlo.
Nadie quiere editarlo por miedo a demandas. Pero sorpresa, ellos lo distribuyen por su cuenta y el tema lo peta en las discotecas.
Tanto que ese mismo año, 1987, sacan su primer disco "1987 (What the fuck's going on)".
Y contratan la fachada de un rascacielos para anunciarlo.
Resulta que el disco tenía un tema llamado The Queen and I con muchos trozos de Dancing Queen de Abba.
Muchos. Y sin pedir permiso.
Total, que los abogados de los suecos piden que se retire y destruya. Nadie se mete con Abba. Está claro.
Pero ellos dicen que cojones, vamos a convencerles, y se van en barco a Suecia con todas las copias que quedaban.. Ni cotiza que los de Abba no les reciben.
A ver, es que contrataron una prostituta como mensajera. 🤦
Así que se vuelven con su coche lleno de discos.
De camino al ferry, en una zona boscosa, deciden quemar todos los ejemplares y tienen que salir por patas cuando un lugareño la emprende a perdigonazos.
Las fotos que hacen serán la portada de su siguiente trabajo. La canción la reeditan sin la parte de Abba. Con silencios.
Después contrataron una página completa en los periódicos anunciando que habían guardado cinco copias y las subastaban por una barbaridad.
Creo que les demandaron otra vez.🤦
Y mientras, iban pensando en su siguiente víctima. La mismísima Whitney Houston.
Whitney estaba en un momento álgido, y eso que aún no había llegado "El Guardaespaldas"
Y sorpresa, cuando nuestros amigos editan "Whitney joins The JAMs" (W. se une a los JAMs 😅) se lo toma bien. Hasta les ofrece colaborar.
Pues le dicen que pasan.
En el 88 lanzan su 2º disco "Who killed The JAMs?".
Y es que alguien tuvo que matar a los JAMs... porque acto seguido anuncian que ya no se llaman así. En un guiño a Doctor Who (y sampleando la sintonía en un single) se rebautizan The Timelords.
La industria está flipando.
Flipan porque no saben si son unos genios o unos locos. Anunciar que el líder del grupo es un coche de policía de los años 70 no ayuda a resolver la duda.
Después se forran vendiendo un libro.
El Manual para hacerse rico con un número uno sin esfuerzo.
Método garantizado.
La conclusión a la que llegan algunos es que en el fondo, son tipos muy listos.
Jimmy Cauty, que estuvo en proyectos como Brilliant o The Orb, parecía ser que era el alma musical del dúo.
El ideólogo de las movidas era el otro, Bill Drummond.
Bill había comenzado tocando con el líder de Lightning Seeds. Después fue manager de Echo and the Bunnymen, a los que sorprendía con sus movidas; una vez les mandó a tocar a Islandia y a otro de sus grupos a Nueva Guinea.
Y él se fue a un punto intermedio. Por si pasaba algo.
Tenía la extraña idea de que percibiría alguna especie de onda o extraña sensación.
POR SUPUESTO, NO PASÓ NADA, BILL.
Estas cosas, aunque parezcan locuras, las justificaba en un discurso que mezclaba chamanismo, simbolismo o el concepto de ritual.
YO QUE SÉ, BILL.
Y entonces, en 1990, sacan el que quizás es, aunque no lo sepas, su disco más influyente. Porque casi crean un género y lo bautizan.
Estamos hablando del disco "Chill out". Un disco sin ritmo, lleno de soniditos y samplers.
Miles de DJs playeros le deben mucho a esta gente.
Tras eso seguirán haciendo cosas raras como grabar un disco con el sonido ambiente de una fiesta en la que se cortó la música o contratar vallas publicitarias para lanzar extraños mensajes.
Ah, y cambiarse el nombre de nuevo. Ahora son el Frente de Liberación del Copyright. KLF.
Su éxito en las pistas de baile es tal que les invitan a los Brit Awards del 91. Luego les retiran la invitación porque querían llevar guerreros africanos y un par de elefantes.
Así que deciden montarse su propia movida. Su propia ceremonia del hombre de paja. En una isla.
Allí, a los invitados, que son periodistas musicales y gente del mundillo les hacen vestir con túnicas y participar en una fiesta salvaje que termina al día siguiente con un concierto en Liverpool (ida y vuelta en avion privado) donde presentaron su nuevo single.
La canción, con una desconcertada Tammy Wynnette, que era una señora famosa en el country, tiene un vídeo disparatado, donde sale hasta un submarino que Bill y Cauty se habían comprado para la ocasión.
Es todo tan absurdo que es genial.
La cosa es que el grupo no solo está ganando mucho dinero con sus rompepistas sino que además está en boca de todos así que en 1992 los Brit Awards se arriesgan y se los llevan a la gala.
Aún están lamentándose, creo.
Descartada lo de destripar una oveja en el escenario (por lo menos ya estaba muerta) o lanzar cubos de sangre al público, la perfomance la hacen con faldas escocesas disparando con ametralladoras de fogueo por encima del público.
Que igual no tenía muy claro que eran de fogueo.
Actuaron junto con Extreme Noise Terror y tras destrozar el escenario salen de allí gritando que KLF abandonaba la industria musical.
Encima ganaron un premio.
La oveja la dejaron con el mensaje "He muerto por vosotros" por allí.
Los siguientes meses son un poco convulsos. Ni emisoras de radio ni la prensa ni los críticos saben muy bien de qué va todo lo que empieza a suceder.
Por un lado descatalogan todos sus discos y hacen destruir y desaparecer las copias de las tiendas.
Es más, hasta el año pasado no accedieron a colgar su catálogo en streaming.
Y la cosa es que todos estos actos absurdos los hacen en su momento de mayor éxito. Es que acababan de petarlo con este temazo junto a Glenn Hughes. 🥴🥴
Además comienzan a comprar espacio publicitario en publicaciones especializadas anunciando que solo volverán a juntarse si acaba el conflicto entre Israel y Palestina.
Luego viene el troleo máximo. Lo del dinero.
Preparaos que esta es la traca final.
En una supuesta defensa del arte verdadero deciden que entregarán 40.000 libras a la peor obra de arte existente.
La ganadora es la artista Rachel whiteread que había recibido un premio similar (el Turner, nada menos) pero a la mejor artista del año.
Reúnen a una serie de periodistas y críticos y les llevan en helicóptero hasta un descampado donde les entregan dinero para después clavarlo en una madera. 40.000 libras.
Luego van hasta la Tate Gallery para darle el premio/obra de arte a la ofendida/atónita Rachel.
El Banco de Inglaterra les pone una sanción por destruir dinero. Eso les pica y entonces es llega la acción definitiva por la que son a la vez admirados y odiados por muchos.
Cogen un millón de libras y se van, con prensa, a la misma isla de lo del hombre de paja.
A quemarlo.
Y lo hacen. Se dice que no todo pero lo suficiente para con las cenizas formar un ladrillo que presentan como obra de arte.
También graban una película de todo que nunca se proyecta en cines, aunque sí en universidades o albergues para indigentes.
Y después de eso ya se puede decir que se retiraron definitivamente, aunque de vez en cuando han reaparecido para hacer cosas como tocar durante media hora la misma canción en un espectáculo llamado Fuck The Millenium en 1997 o sacar un tema hecho con teléfonos móviles.
Hasta 2021 no colgaron su material en streaming.
Para mucha gente de la industria musical (y del público) KLF simplemente eran unos locos o unos tipos que decidieron hacerse famosos generando polémicas absurdas. Para otros simplemente siguen siendo un interrogante.
Y para mí tienen ese extraño punto de genialidad sumada a provocación que acompañaba a gente como Frank Zappa cuando se cuestionaba lo establecido acerca del negocio musical.
¿Y para ti?
Espero que hayáis disfrutado este hilo y se dice así le deis al corazoncito y lo retuiteéis y que sepáis que las fotos han salido de Wikipedia Commons, de Discogs y de la página oficial de KLF.
De mis libros (que no son de música sino de misterio y terror) podéis informaros en mi IG instagram.com/jesusbaezescri… o podéis daros un paseo por la página de la editorial, que tienen en una oferta de 10€ mi novela El flautista en el camino. 😅😅
En 1973 un genio de la guitarra improvisó un tema casi de relleno.
No sabía que estaba destinada a ser su mayor éxito y el que le daría el reconocimiento internacional.
Algo que solo supo ver un loco visionario.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Entre dos aguas de Paco de Lucía.
Tengo que explicar primero que hay personajes a los que me cuesta hacerles un hilo.
Su grandeza, su trayectoria o su influencia hacen difícil resumir toda una carrera.
Por eso a veces me centro solo en un hito de su historia, como he hecho con Freddie o Bowie a veces.
Y pretender resumir la vida de uno de los grandes genios de la guitarra -considerado por muchos el mejor guitarrista de flamenco y por otros simplemente el mejor- en treinta tuits es un absurdo.
Así que me voy a centrar en un momento determinado de su vida.
Es muy jodido tener una carrera sólida y que esté a la sombra de una de las figuras más icónicas de tu generación.
Sobre todo si es alguien a quien amas.
Pero lo más jodido es que, cuando le pierdes, medio mundo te eche la culpa.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Courtney Love.
Hablar de Courtney Love es hablar de un icono de los 90.
Los escándalos personales, sus choques con los medios de comunicación, su trabajo con Hole, sus incursiones en el cine y hasta su estudiadamente desaliñado aspecto forman un personaje total.
Y luego está lo otro.
Porque seamos sinceros: para muchos, Courtney Love es alguien a quien se le concibe por su mas conocida relación personal.
Como si fuera el personaje secundario de una biografía ajena, surgida de la nada en 1991.
Pero lo cierto es que por aquel entonces ya llevaba mucho camino.
Saber que te vas es algo duro. Pero en esas circunstancias muchos artistas optaron por despedirse de sus fans de la única forma que sabían hacerlo.
Creando música.
Es como hizo David Bowie con Blackstar.
Porque lo sencillo para Bowie cuando supo que tenía cáncer y que le quedaba poco tiempo de vida era haber hecho lo que hacen muchos otros cuando se acerca su final.
Hacer un disco de duetos o un refrito que sonara a un grandes éxitos.
Pero claro, es que hablamos de Bowie.
Por eso, Blackstar no es un disco cómodo.
Surca los caminos del jazz más experimental, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que trabajó con los músicos de María Schneider, pero también es electrónico.