El sistema del arte, nos dice el sociólogo #NiklasLuhmann, no opera bajo los criterios de "bueno/malo", es decir, la discusión entre si el arte es bueno o no, no es algo propio de la semántica del arte. El binomio "sí/no" es limitado cuando el tema central son las percepciones.
En sus palabras: "el arte se sustrae del uso estricto del código sí/no del lenguaje verbal". Y esto no es que pueda o quiera excluirse a que se hable sobre él, "que alguien declare una obra de arte como lograda (o malograda) y que a partir de ésta se acepte o se rechace..."
Pero el arte más bien "compromete a los observadores con rendimientos de percepción, suficientemente difusos para evitar la bifurcación sí/no. Uno ve lo que ve, oye lo que oye, y cuando otros observan a uno como alguien que ha percibido, lo que no puede negar es la percepción"
Esto es así, porque de esta manera "se alcanza una socialidad innegable. Al evitar (e incluso evadir) el lenguaje, el arte logra un acoplamiento estructural entre sistemas de conciencia y sistemas de comunicación". Siendo lo decisivo el cómo y para qué se utiliza esto.
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La protesta social no tiene como función cambiar a la sociedad, sino de alertarla, para que tanto medios masivos, como sistemas como el económico y político reaccionen. La protesta es una alarma social que busca generar conflictos y así romper con la cotidianidad (pasividad).
Para el sociólogo #MarcoEstrada un sistema de protesta se distingue “por su constitución y reproducción mediante comunicaciones orientadas al conflicto”. O sea, no busca solucionar nada, sino todo lo contrario, generar un problema ahí donde aparentemente no hay ningún conflicto.
Y es que las protestas sociales "deben ser consideradas como agentes de influencia y persuasión, creadores de significado capaces de desafiar las interpretaciones dominantes" sobre diversos temas, construyendo así, "un sentido alternativo" al que prepondera de manera hegemónica.