"This' America, man"
Pocas veces se puede decir más con tan poco.
Cuando David Simon, el creador de The wire, escuchó estas palabras a un detective de la policía de Baltimore supo que allí había una historia. Se lo acababa de decir un detenido.
Pero no es la historia que creéis
David Simon era unperiodista Baltimore Sun que llevaba 13 años contando toda clase de mierdas que sucedían en Baltimore Oeste, una de las regiones con más asesinatos de EE.UU.
Especialmente contaba cosas sobre Baltimore Oeste, un barrio abandonado por el gobierno.
Los bajos impuestos y un escaso interés electoral, habían dejado todo aquello para casi una autogestión de gánsters, narcotraficantes y demás.
Pero pese a lo alucinante de sus denuncias, casi nadie leía los reportajes de David Simon.
Así que decidió dar un pasito más en sus denuncias.
Saltó de los periódicos a las editoriales.
Para ello, hizo algo que hasta ahora todo el mundo pensaba que era imposible:
Consiguió un pase para estar todo el año 1988 con la unidad de homicidios de Baltimore.
Los siguió en cada registro, en cada detención, en cada asesinato.
El libro se llamó Homicidios y contaba cosas increíbles.
Todas historias reales como las de Snot Boogie (Mocoso) y su amigo el que decía ante su cadáver "This' America, man".
El libro tuvo su éxito, se vendió bien.
Muchos lo catalogaron como una obra maestra de la no ficción (Quedaos con esta palabra: no ficción, volverá a aparecer).
Pero sabéis una cosa... muchos lectores, son siempre poca gente.
¿Sabéis lo que sí ve mucha gente?
Efectivamente, la televisión.
Homicidios se convirtió en una serie de policías noventera para la NBC.
Sí, de esas que comienzan con un asesinato y hay que resolver el caso.
Mucho movimiento de cámara y adrenalina.
Y pese a que la serie no estaba mal y David Simon trabajó como guionista en algunas temporadas.
No era lo que él buscaba.
Aquello se centraba en la trama, en averiguar quién era el asesino.
Sin embargo, para Simon, el problema estaba en otro sitio.
Así que habló su amigo Ed Burns, un viejo detective retirado de la policía de Baltimore, con el que había compartido cientos de whiskies frente a las vías del tren (fans de las series, ¿os suena?) mientras buscaban una solución para aquella ciudad.
Y le propuso un plan.
Escribirían un libro sobre una de las esquinas más chungas de Baltimore, Fayette & Monroe, un auténtico mercado de la droga.
Entrevistarían a la gente que vivía allí.
Se codearían con los traficantes.
Se harían colegas de los yonquis.
Y contarían su verdad.
Este libro se llamó "The Corner" y volvió a ser un hito de la no-ficción, aunque esta vez se alejaba más del periodismo.
Era una especie de realidad novelada.
Pero sabéis qué... muchos lectores, son siempre poca gente.
Así que decidió llevar The Corner a la televisión, pero esta vez no fue a la NBC, donde siempre le pedían que escribiera cosas más alegres.
Hablo con la HBO.
La HBO de aquella época era otra cosa. No mucha gente tenía el cable en EE.UU, así que buscaban algo que arrastrara al espectador a pagar.
Encontraron un nicho de mercado: las series de televisión.
Pero no las series de televisión que emitían las cadenas públicas como la NBC, series diferentes, series que no podías encontrar en otro lado.
Como, por ejemplo, OZ, la serie carcelaria que ninguna cadena en abierto habría emitido y que dio el comienzo de la era dorada de la HBO
Allí admitieron el proyecto de Simon, sobre la vida de unos drogadictos.
Y no solo lo aceptaron, incluso lo mimaron. ¡Hasta ganó un Emmy!
Pero sabéis qué... no mucha gente la vio.
Así que sus denuncias seguían sin cambiar nada.
Entonces, harto de que nadie le hiciera caso, habló de nuevo con Ed Burns, que en ese momento trabajaba como profesor de un instituto (Vaya, un detective de la policía de Baltimore que se pasa a profesor de instituto ¿Dónde habré visto yo esto?) y le ofreció escribir una serie.
Bueno, una serie de televisión, no.
Le ofreció escribir The Wire.
"No vamos a hacer televisión" le dijo "Vamos a contar Baltimore. Todo. Vamos a hacer como esas novelas del siglo XIX. Da igual la trama, da igual el asesinato.
Lo que vamos a hacer es divagar.
Divagar sobre la ciudad. Sobre la política, sobre la educación, la amistad, el bien y el mal, sobre la vida, sobre Baltimore."
Así que dicho y hecho, se pusieron a escribir la biblia y tomaron la decisión de embotellar Baltimore varios grupos de personajes.
Pero esos personajes no serían ficción, serían reales.
Cada personaje de la serie es una mezcla de tres o cuatro personas reales de Baltimore.
Por ejemplo, el corrupto Clay Davis, es una mezcla de tres o cuatro políticos de Maryland.
Entre ellos Larry Young, un político al que echaron del partido demócrata por actividades poco éticas y que siempre utilizaba una coletilla, como el personaje de ficción.
Sin embargo, lo que más les interesaba a Ed Burns y a David Simon era poder verter las miles de horas de conversaciones que habían mantenido con la gente de Baltimore Oeste en la serie.
Por eso, lo más interesante de la serie ocurre en cada palabra elegida.
George Pelecanos y Dennis Lehane, dos supernovelistas que contrataron como guionistas , siempre comentan que los diálogos se los dejaban a Ed y David.
Porque nadie puede hablar como Baltimore, salvo ellos.
(quizás por eso, muchos espectadores veían The Wire con subtítulos)
No sé cuántas veces habré oído que el primer capítulo de The wire es lento.
¡Yo mismo lo dije!
Pero lo que no entendemos al principios es que estamos viendo otra cosa.
Estamos acostumbrados al gran espectáculo, a los giros locos, a los planos más increíbles, nos hemos acostumbrado a la fascinación.
Y cuando conocemos por primera vez a McNulty y su gente, pensamos: ¿En serio esto es la mejor serie de la historia de la televisión?
Porque eso era lo que querían exactamente Simon y Burns, no querían hacer televisión.
Querían contar la realidad.
Pero una realidad acojonante.
Por eso no hay mejor comienzo para esa serie.
Un asesinato, la policía toma nota de lo sucedido.
Como espectador de una serie, lo normal es que apareciese un detective y preguntara qué ha pasado, mientras busca pruebas.
Lo hemos visto mil veces.
Sin embargo, en The Wire, nos salimos de la escena del crimen.
Nos alejamos y encontramos a un detective arrogante y un testigo charlando como dos colegas.
****** Pero tú no te alejes, sigue en el hilo dando a mostrar comentarios, que aún quedan algunos tuits*******
Y, ojo, hablan del asesinato, pero no como un misterio.
Esa conversación es una excusa.
Una excusa para contar otra cosa:
"-Si Mocoso siempre robaba el dinero, ¿por qué lo dejabais jugar?
- Esto es América, tío."
Para Simon esa frase era la metáfora perfecta de Baltimore Oeste.
Esa gente abandonada, esa gente fuera del sistema, ha creado su propia América.
Pero un reflejo chungo de la otra América.
Si los triunfadores en Manhattan son los grandes empresarios que saben llevar su negocio mejor que nadie.
La otra América ha hecho lo mismo, ha creado sus ídolos basados en sus dotes de liderazgo.
Si San Francisco tiene a Steve Jobs, Baltimore tiene a Stringer Bell.
Si el centro de todo el negocio es Manhattan, en Baltimore todo se mueve alrededor de un sofá.
Así, poco a poco, The Wire se convirtió en otra cosa.
No en una serie de televisión, pero tampoco era una novela
Era simplemente Baltimore.
Y sabéis qué... cuando se emitió, casi nadie la vio.
Durante años fue un fracaso de audiencia y solo el dvd y el boca a boca consiguieron hacerle un hueco en la historia de la televisión.
Bueno, os he mentido... alguien sí la vio.
Simon cuenta siempre orgulloso, que en aquellos años el rating más alto de abonados de la HBO estaba en Baltimore Oeste.
Quizás no tenían dinero para pagar la electricidad, pero, chicos, por una vez alguien contaba su historia.
Y hasta aquí el hilo de hoy sobre la creación de The Wire.
Si te ha gustado me harías un favor si retuiteas el primer tuit del hilo, este:
Como siempre, muchas gracias por llegar hasta aquí.
Esta semana me lo he pasado teta buscando información y cosas sobre The Wire, pero lo mejor ha sido que después de ver el primer capítulo ya no he podido parar.
Así que... gracias, David Simon, por insistir una y otra vez.
Y si has llegado aquí y no sabes quién soy, puedes ver otros hilos que he escrito en mi página web:
Y como excepción y nunca más va a volver a pasar, dejamos al cerdo tranquilo en su granja y sacamos un gif especial para este viernes.
Señores, señoras... ¡es viernes!
Por cierto número 1:
Lo puse el otro día pero lo rescato.
La música es la leche, tan la leche, que el productor de la serie, en su lecho de muerte, pidió que la pusieran. Como no existía Spotify, Simon y Burns se fueron corriendo a buscar el CD por Manhattan.
Llegaron a tiempo
Por cierto número 2:
Vale, vale, hay mejores escenas de The Wire, pero esta es muy significativa.
Primero, porque es real. Ocurrió tal cual y es lo que buscaba Simon.
Y segundo, porque marca el tono de toda la serie.
Sigue.
Conseguir en solo 2:40 m dar un tono tan complejo de lo que vas a ver en 5 años con dos pinceladas es una barbaridad.
Todo guionista sabe que lo difícil no es escribir una serie, sino resumirla en una frase para que se entienda.
Por cierto número 3:
Una cosa que me ha resultado curiosa es que en la biblia que presentaron a la HBO para vender el proyecto no está la escena de Snot Boogie.
Debieron rescatarla del libro "Homicide" cuando se plantearon cómo empezar la serie.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Seguimos de paseo por las tipografías de las estaciones de Berlín para conocer su historia.
Hoy viajamos hasta la estación de Anhalter Bahnhof, con una tipografía que todos podemos reconocer fácilmente: es Nazi.
Pero nos tenemos que hacer dos preguntas: ¿Por qué reconocemos esta tipografía como nacionalsocialista? ¿Y por qué se mantiene en esta estación hoy en día?
Para contestar a estas preguntas, nos teníamos que ir a la guerra, pero no a la que pensáis. A una guerra que duró más de 300 años: la guerra de tipologías.
Una guerra que comenzó con un libro.
Bueno con un libro no... con el libro que lo cambió todo: La biblia de Gutenberg.
No fue el primer libro impreso por Gutenberg, pero sí el más importante. Fue el primer texto que se imprimió de forma masiva, es decir, un libro que por primera vez iba a leer mucha gente.
Como Gutenberg quería que sus libros se parecieran lo máximo posible a los libros escritos a mano, decidió utilizar una fuente que fuera similar a los textos litúrgicos (además de que era pequeña y estrecha y le permitía imprimir pocas páginas), por eso eligió la tipo: Textura.
Esta fuente tipográfica se hizo popular, en el sentido de que el pueblo la entendía, por eso cuando en 1517, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la iglesia de Wittenberg, lo hizo con la fuente Fraktur, una fuente que evoluciona de la Textura de Gutenberg:
Así, las nuevas biblias impresas en alemán (y otros idiomas) utilizaban la Fraktur siguiendo los pasos de Lutero.
Pero... Pero..
Las biblias que se imprimían en latín utilizaban la fuente Antiqua, la tipografía que pronto adoptaría el resto de Europa, tanto para el latín como para sus lenguas autóctonas.
Así, durante más de 300 años, las dos fuentes rivalizaron en los países de habla alemana.
Dependiendo de la región y la religión, se adoptaba una y otra.
Hasta que en el siglo XIX llegó la época de las reivindicaciones nacionales y la creación de Alemania.
Por supuesto, dentro del movimiento nacional alemán, se tomó la fuente Fraktur como la tipografía propia de Alemania. Otto von Bismark, el gran precursor de la idea de nación, se vanagloriaba de leer solo textos en Fraktur.
Por eso, cuando Hitler llegó al poder, la tomó como la fuente del partido Nazi.
Todos los textos, carteles y octavillas del nacionalsocialismo, utilizaron la fuente Fraktur.
Era su tipografía... ¿o no?
Porque en 1941, Hitler declaró que esa tipografía era judía (cosa que por supuesto no era) y pedía abandonar esta tipografía.
La razón estaba muy clara, según Hitler "En 100 años, toda Europa leerá en alemán" y no podían hacerlo en la Fraktur que resultaba un obstáculo a la hora de leer.
Por eso prefería la Antiqua, fuente que toda Europa conocía y que permitía hacer llegar su propaganda.
(nota a pie de página, cuando veáis a alguien con un tatuaje nazi con la típica tipografía gótica, le podéis decir que Hitler prohibió esa fuente por judía, por las risas)
Y no es casualidad que Anhalter Bahnhof mantenga esa tipografía. Esta estación fue la gran estación de los años 30 y 40 en Berlín. Se dice que cada dos minutos salía un tren de sus andenes.
Y también fue el lugar más triste de la época.
Desde allí salieron los trenes cargados de judíos berlineses hacia los campos de concentración.
Por eso, cuando la estación fue destruida en la II GM, se rehizo una parada de tren nueva, pero en la superficie se dejó el antiguo pórtico gigante que servía de entrada a la estación, porque para los alemanes, el pasado nunca deber ser olvidado, tanto para lo bueno como para lo malo.
De ahí, que sea habitual encontrar la fuente Fraktur en muchas estaciones de Berlín creadas en aquella época.
Aquí os dejo unas imágenes de las diferentes tipografías, porque en este formato X solo me permite subir una foto, pero os recomiendo que leáis estas historias en IG (@yosoycorra) donde si puedes ver todas las fotos.
Por estas estaciones y algunas más, viajan mis personajes de El escritor y la espía, mi última novela que habla de trenes, espías y, sobre todo, literatura:
En Berlín, hay un puente en el que dos luces juegan al piedra-papel-tijera durante toda la noche.
Y no lo hacen por jugar, sino por recordar una vieja historia berlinesa.
Jugad conmigo en este hilo de #berlinespobreperosexi
El 9 de noviembre de 1989 cambió la historia de Berlín. Es el momento que el muro cayó y, por fin, los vecinos pudieron reencontrarse casi 40 años después.
El muro se derribó en casi toda la ciudad, pero aún queda un lugar que fue el símbolo de la separación durante años.