En un contexto de profunda reestructuración energética, los Estados centrales europeos preparan el terreno para las nacionalizaciones y la toma de control del mercado eléctrico.
El gobierno español dice que hay que salirse del Tratado de la Carta de la Energía porque no cumple con los acuerdos de París, pero al mismo tiempo está promoviendo nuevas infraestructuras gasísticas (con la excusa del hidrógeno verde) que van a contribuir al desorden climático.
La asimetría normativa rige la lex mercatoria: la única seguridad jurídica que importa es la vinculada a los intereses de "nuestras empresas". La salida del TCE es una buena noticia, pero si decimos que hay que denunciar todos los acuerdos comerciales estamos haciendo demagogia.
Tras la pandemia y la guerra, la acción del Estado se ha vuelto imprescindible para que no se venga abajo el sistema económico-financiero. Pero el relato de las “propuestas de futuro para la recuperación” pasa por el reforzamiento de la arquitectura jurídica de la impunidad.
Los planes de “transformación y resiliencia” están siendo reformulados para adaptarse a los requerimientos de la recién promulgada estrategia #RePowerEU: rebajar aún más las barreras ambientales/climáticas para garantizar sea como sea el suministro energético a la Unión Europea.
Está en juego una fase de recomposición capitalista y ahí es donde toca intervenir. Un contexto donde las rivalidades geopolíticas, los conflictos bélicos, la competencia económica y la militarización del comercio nos asoman a nuevas maneras de reinterpretar los derechos humanos.
Hablar en serio de derechos humanos implica radicalizar la democracia, construir proyectos socioeconómicos en colectivo y fortalecer los procesos de autoorganización social desde la base sin renunciar a la disputa de ciertos espacios institucionales.
Las dinastías empresariales que han liderado el capitalismo español desde la posguerra hasta hoy hunden sus raíces en una estrecha alianza con el régimen de Franco.
¿"Emprendedores audaces"? Lo más granado del capitalismo familiar español proviene de los ganadores de la guerra.
En los años 40 y 50, los proyectos industriales y de grandes infraestructuras fueron la vía más directa para favorecer a las compañías allegadas a la dictadura.
Además de fondos públicos, dispusieron de mano de obra esclava para construir pantanos, carreteras y líneas férreas.
Las grandes empresas contaron con el apoyo del Estado a todos los niveles.
Con su correspondiente corolario: de los 83 ministros y exministros nombrados por Franco que todavía vivían en 1974, 64 habían participado en consejos de administración de empresas públicas o privadas.
Hay dos formas de afrontar la crisis que ya está aquí: o se apuesta por redistribuir la riqueza y por una transición ecológica con justicia social, o se refuerza el modelo de acumulación.
Las grandes empresas tienen claro qué “reconstrucción” quieren y van a presionar con todo.
La @CEOE_ES pretende difundir el discurso de la-gran-empresa-creadora-de-riqueza por tierra, mar y aire, porque está en juego la supervivencia de las élites político-empresariales que han venido dominando el capitalismo español desde mediados del siglo XX. lamarea.com/2020/02/24/de-…
Es tanto lo que está en disputa que no les ha parecido suficiente copar las portadas dominicales de los periódicos y los contenidos patrocinados en todos los grandes medios, ahora quieren monopolizar la agenda y el debate público durante dos semanas.
“Esto lo arreglamos entre todos”. Así se llamaba la campaña que lanzó la Fundación Confianza —creada por las Cámaras de Comercio y 18 grandes empresas— en marzo de 2010, poco antes de que Zapatero aplicara las primeras reformas para “salir de la crisis”.
Tras el fracaso de aquella campaña y la impugnación social que representó el 15M, volvieron a la carga en los años siguientes impulsando la #MarcaEspaña: un discurso para hacer calar en el imaginario colectivo que “estamos en la senda de la recuperación”.