Ahora que hay esa tendencia a demonizar al alumnado AACC, me apetece mucho contaros una historia personal de hace unos años con uno de mis alumnos, para intentar visibilizar la enorme persecución social que soportan (incluso sin gratuitos clichés sin demostración de por medio).
Félix (no se llama Félix), a pesar de su mediocre rendimiento escolar (porque, asociar AACC con alto rendimiento, es un error de novatos), estaba identificado y diagnosticado como alumno AACC (porque, al contrario de lo que dice esta señora, l@s compañer@s de salud mental y de
orientación de los centros educativos sí que conocen y reconocen los casos: Es su trabajo, y lo hacen genial).
Félix había sufrido #AcosoEscolar hasta 1º de la ESO (porque, si tener AACC marca una clamorosa tendencia estadística -demostrada con estudios- de cantidad de casos y de intensidad en los casos, es con la de ser víctimas de #bullying).
Pero, en 2º, la cosa había cambiado.
Félix parecía inestablemente integrado con la peor parte del alumnado.
Sus notas eran malas, casi siempre aprobando raspado, con algunos 4 y algunos 6 que le daban justo para continuar.
Un día, Félix sacó el móvil en mi clase. Por supuesto le dije que lo guardase.
Su respuesta fue irrespetuosa, ofensiva y de una agresividad que me tomó por sorpresa.
Estaba sudando y algo pálido mientras la enunciaba, pero dijo las palabras sin pararse siquiera a respirar.
Por supuesto hubo parte y visita a Dirección.
Yo aún estaba dándole vueltas al asunto cuando, estando de guardia en el recreo, sentí que me daban unos toquecitos en la espalda.
Me giré y allí estaba Félix, contrito.
“Vengo a pedirle disculpas, Don Pablo. Mi salida de tono estuvo
fatal. Si quiere, puedo hacerle un trabajo sobre los peligros de la adicción al móvil”.
Me sorprendió más aún.
Los alumnos sabían que suele conocérseme por proponer penas alternativas a la expulsión y que guarden relación con la infracción.
Aquello era perfecto.
Casi…
como si lo tuviese pensado.
-¡Fue preparado!
-¿Cómo? Yo…
-Te provocaste un problema disciplinario a propósito conmigo porque sabes que no pido expulsión.
-No…
-Dime la verdad.
Me costó la guardia entera, pero me lo reconoció: Su “camuflaje de niño mediocre” no sería creíble durante mucho tiempo más si no incluía partes, y de entre los docentes, yo era la opción con menos consecuencias. Se estaba mimetizando con los malos estudiantes POR SUPERVIVENCIA.
Entonces recordé las notas de los instrumentos de evaluación:
5, 5, 4, 5, 6, 5, 5, 3, 5, 7, 5, 5…
Cada vez que sacaba una nota inferior a 5, dos instrumentos después la compensaba justo y regresaba a la media de 5.
ESTABA DECIDIENDO VOLUNTARIAMENTE LA NOTA QUE SACABA, RESPONDIENDO BIEN Y MAL CON PRECISIÓN MILIMÉTRICA PARA OBTENER LA CALIFICACIÓN QUE LE VENÍA BIEN A SU PAPEL.
Casi parece más difícil conseguir algo así que un 10 (aunque es cierto que mis exámenes incluyen la rúbrica en la cabecera y se puede calcular).
Recordé cómo, a pesar de no decir las notas en alto, cuando entregas los exámenes para revisión los alumnos se miran los exámenes y comparan.
Se estaba asegurando de que sus compañeros lo viesen “normal”.
Le pregunté por aquello.
Me costó más, pero lo reconoció.
Le aterraba que la clase pensase que era bueno.
Porque “si eres bueno, eres inteligente. Si eres inteligente, eres peligroso”.
Y eso… sin que nadie venga a insinuar que eres un agresor sexual de película de terror.
Decidí ponerlo a prueba:
Me compré un rotulador borrable del mismo color que aquel con el que corregía y llegué a un acuerdo:
“Saca la mejor nota posible en mis exámenes y yo te pondré con este rotulador la nota que tú me pidas de cara a la revisión. Luego, te la borraré y te
pondré la real”.
Desde ese día, en las revisiones Félix siempre tuvo un 5, algunos 4 y algunos 6 en sus exámenes.
Pero el examen entraba en la carpeta de instrumentos de evaluación con… nunca menos de un 9’7.
Tras unos cuantos ejemplos que me confirmaron la hipótesis, hablé con el equipo educativo y el resto de sus profes comenzaron a hacer lo mismo (o técnicas parecidas).
Las notas reales de Félix subieron considerablemente sin causarle señalamiento.
A esto tienen que llegar los niños AACC.
A esto tenemos que llegar las personas AACC.
A sobrevivir como se puede en un mundo que no te entiende, que ve en tu talento una amenaza.
Como para que enciman difundan prejuicios no demostrados sobre tu naturaleza, ¿verdad?
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
“Si no hay vía de denuncia (porque el contenido no llega a “pornografía infantil”), los padres están conformes y los reportes son ignorados, ¿por qué no movilizas a tu comunidad para tumbar el contenido con reportes organizados?”
Hacerlo requeriría señalar públicamente las cuentas y dirigir a la comunidad hasta el contenido.
Mandar a un montón de personas (incluso si van con la buena intención de tirar el vídeo) a la cuenta de una niña de 10 años… me generaría dilemas éticos.
Eso, por no mencionar que podría acabar dando publicidad a un contenido totalmente inadecuado y generando interés en tipos de los que yo, lejos de enviar a material de su interés, intento envolver con un lacito y regalárselos etiquetados a mis compis de la @GDTGuardiaCivil 🤷🏼♂️
Llevo 2 meses intentando tumbar este vídeo que ha subido a su cuenta ilegal una menor de 10 años sin pantalones.
Meta me ignora.
(He cortado plano para eliminar identificadores, difuminado toda la pista y puesto censura dinámica extra)
A pesar de que la niña está siendo objetivo de cuentas de adultos que muestran interés sexual en ella y de que la pequeña usa una cuenta sin gestionar, a pesar de ser menor de 14 años…
IG responde a cada reporte como si no viera incumplimientos o vulnerabilidades de seguridad.
Si no lo digo, reviento.
Estoy cansado de ver a serios y grandes divulgadores de la protección de la infancia, usando en sus escritos trucos tipo adolescente como escribir “p0rn0grafía infantil”, silenciando un trozo del audio de sus vídeos al decir palabras como “sexualizar” o
utilizando eufemismos y motes como llamar a los depredadores “pedos” en lugar de pedófilos o pederastas, todo para evitar la censura de las redes sociales, que es implacable con los expertos que piden cautela en su contenido, pero que, simultáneamente, se muestra incapaz de
tirar contenido tan inadecuado como el de una niña de 10 años que baila sin pantalones una coreografía que incluye levantarse la camiseta, darse la vuelta y menear el trasero ante la cámara y ante un ejército de adoradores.
2 meses intentando que se retire el contenido sin éxito.
Base de datos esquilmada: “Mis clientes son míos y, si me echáis, os quedaréis sin ellos”.
Jaime ya había avisado de lo que estaba dispuesto a hacer cuando, en Seguros Maple, la empresa para la que era comercial, le avisaron del cese de su contrato.
Como siempre, os recuerdo que este caso novelado está solo basado en hechos reales para propiciar su divulgación educativa. Ni Jaime se llama Jaime, ni existe Seguros Marple ni el orden de la investigación real se va a ajustar al relato (puesto que será interactivo).
También os recuerdo que estas cosas las hago para poder financiar la ayuda desinteresada que ofrece @CiberProtecter.
Aquí tenéis las formas de echar un cable: